Dedico este artículo, gracias a El Nacional, a los cientos de miles de niños venezolanos que esperan tener la oportunidad de un mañana mejor. El deber ser, para lograr construir un futuro promisorio para ellos solo podrá lograrse, “al fin y al cabo verde”, mediante su colocación en el centro de gravedad del equilibrio de una salida política. Esa es la imprescindible y más legítima expresión de los intereses que se discuten en lugares como Cabo Verde, Madrid, Washington, Lima, México, Noruega, o en cualquier parte del mundo: las vidas de nuestros niños. Los asuntos prácticos inmediatos tienen que ser salvar vidas de enfermos, evitar más destrucción y reparar las vidas de las víctimas de tanta ignominia, con la liberación inmediata de los presos políticos.

Creer que las elecciones convocadas para el 21 de noviembre en los términos expuestos por el narcorrégimen venezolano serán el inicio de una supuesta transición a la democracia es desconocer la realidad del problema. Desde el comienzo hasta lo ocurrido con la solicitud de incorporar al prófugo de la justicia norteamericana Alex Saab a la mesa de negociaciones en México, no se podría esperar sino la pura y simple intención legitimadora de dicho régimen de disfrazar con unas elecciones regionales “una supuesta transición a la normalidad democrática». Desde ya les adelanto que ello se constituiría en una sentencia definitiva de muerte de tales negociaciones y seguir hacia una aún más destructiva continuación de más de lo mismo.

Asumir realmente con coraje esta oportunidad de un acuerdo implica entender que no hay más margen de maniobras que solo persigan cobardemente salvarse el propio pellejo. Es posible un acuerdo, si se entiende que las condiciones objetivas que hoy presenta el entorno internacional favorecen a los que detentan el poder de fuego en Venezuela así se lo aconsejan. Ellos serían colateralmente, y en mucho, los más beneficiados. Por ello deberían ser los que más presionaran en la búsqueda de una solución política real en Venezuela.

La lentísima marcha del entramado judicial en cada país nos demuestra, sea en Madrid, en Cabo Verde o en la Corte Penal Internacional, que lo más importante “aquí y ahora” en Venezuela es no “añadir más leña al fuego”.  Proceder sí a establecer soluciones aceptadas por la nación venezolana para reparación de daños. Evitar que se sigan produciendo víctimas, y con la mayor rapidez posible acordar una agenda de transición política que incorpore a actores no tradicionales del partidismo que los derivó en cómplices. Acá, nuevamente, el estamento militar con mayor profesionalismo debería tener una palabra oportuna; al igual que iglesias realmente representativas en Venezuela. Profesionales independientes del gremialismo  corrompido. Universidades y gente del sector cultural-educacional puede tener también un papel muy importante para salir del laberinto, con ayuda práctica de la comunidad internacional más allegada de Occidente y a nuestra realidad latinoamericana.

@gonzalezdelcas

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