Lo que tenía que ocurrir ocurrió. En el conteo de votos el oficialismo obtuvo más que ninguno de los partidos de la oposición y por eso ganó en casi todas partes, haciendo abuso grosero de las condiciones electorales que al final del día le permitieron obtener un número de votos superior a cualquiera de sus oponentes. Habrá quien diga que la suma de votos opositores unificados supera a los del oficialismo. La regla es que gana el que tiene más votos, lo demás son sueños onanísticos. Habrá quien diga que la abstención fue la triunfadora, pero la regla es que el que no vota no se cuenta. Habrá quien invoque el descenso en el número de votos obtenidos por el PSUV, pero según la regla el que gana es el que tuvo más hoy, no ayer. Todas las consideraciones anteriores sí sirven para analizar, criticar y descalificar la dinámica política que llevó a esos resultados, pero lo cierto es que en Miraflores habrán comido dulce de lechosa del bueno.

El pasado 2 de octubre este escribidor, que no es mago ni profeta sino apenas un medio entendido comentador de la política, expresó su disconformidad con la conducta evidentemente suicida de quienes preferían poner en jaque la democracia antes que ceder ambiciones en pro de la indispensable unidad. A ese  artículo lo titulamos con una palabra bastante fuerte que supusimos ─erróneamente─ pudiera ser moderada por el manual de estilo de este prestigioso periódico. Ese título fue “Ya está bueno… ¡Estoy arrecho!”  (https://www.elnacional.com/opinion/ya-esta-bueno-estoy-arrecho/) .

Hoy, consumada la farsa electoral ayudada por quienes –de buena fe– se abstuvieron y, peor aún, por quienes boicotearon la unidad, más los que se vendieron a cambio del uso espurio de una tarjeta, nos sumamos a quienes nacional e internacionalmente objetan y condenan lo ocurrido, pero más enfocamos nuestra indignación en quienes contribuyeron a que hoy Maduro y su combo proclamen falsamente “urbi et orbi” que el mapa de Venezuela es legítimamente rojo, como lo es el de Nicaragua o el de Cuba. Hace pocos meses en Ecuador y Estados Unidos, además de este pasado domingo 21 en Argentina y Chile, se llevaron a cabo elecciones cuyos resultados pueden gustarnos  o no, pero nadie afirma ni que fueron escenificadas en un ambiente de ventajismo, ni con trampas o fraudes.

Así, pues, señores “dizque dirigentes” de la Venezuela democrática supermayoritaria que se calcula en 80%, vergüenza deberá darles que por su propia torpeza, egoísmo y ambiciones personales permitieron que el mapa se tiñera de rojo.

Párrafo aparte para quienes resultaron electos en el Zulia. Mis respetos y admiración por el liderazgo de Manuel Rosales y su equipo. Ganaron por paliza. Ahora esperen que les pongan un “protector”, que le quiten sus atribuciones , les serruchen el presupuesto y retengan  el situado constitucional.

Otro párrafo aparte es para los 117 alcaldes opositores que resultaron electos. A este número hay que restar los “alacranes”. El triunfo de ellos revela por qué la insurrección en contra de las dirigencias nacionales se produjo. Algunas de las cúpulas jugaban a ser los “duros”mientras los alcaldes y dirigentes locales verdaderamente comprometidos con sus comunidades apelaron –con éxito─ a la insurrección partidista para competir en condiciones que sabían desventajosas.

Años atrás, con motivo de una situación parecida acaecida en Argentina, surgió un movimiento espontáneo y multitudinario convocado por un ciudadano de a pie con la consigna “Que se vayan todos”. Ese grupo llegó a concentrar una voluntad posiblemente mayoritaria que, al final, no pudo lograr su cometido (que dejaría a la nación acéfala) pero sí consiguieron prender una luz de alerta en la agenda de los políticos. Entendemos que en Venezuela la miopía de los dirigentes tradicionales impidió la emergencia de una generación intermedia de relevo. Esa es la justificación pero el resultado es que la generación de jóvenes , muchos de los cuales han sufrido en carne propia los desmanes de una dictadura, llegaron a posiciones de conducción creyendo que “se la están comiendo”, rechazando toda ayuda y consejo de quienes pudieran aportar la experiencia que dan algunas canas y kilómetros recorridos. A ustedes, muchachos, se les reconoce valor personal y en muchos casos patriótica intención, pero ya se comprobó que eso no es suficiente. Ustedes no tuvieron la grandeza y la visión de futuro de quienes en octubre de 1958 firmaron el Pacto de Puntofijo que –con sus aciertos y errores– garantizó cuatro décadas de democracia, progreso y desarrollo para nuestra patria.

A partir de ahora veremos y oiremos hasta la saciedad que la “revolución” castro-chavista-madurista es la preferida por un pueblo que en proporción de casi 60% prefirió no participar en la comparsa. Quienes de buena fe votaron por la alternativa oficialista, especialmente en Miranda (como es el caso en los Valles del Tuy ), pues allí tienen lo suyo ¡y que Dios los coja confesados! Lo mismo para quienes desde la falta de unidad en el estado Bolívar, escenario sufriente de todos los males de un gobierno de espaldas a su pueblo, propiciaron las condiciones para que triunfe la canalla, como también ocurrió en Táchira.

El momento llama a la reflexión serena para saber si es hora de tirar la toalla, como muchos ya proclaman, o si es la ocasión de redoblar la lucha. Me asalta la terrible duda. No propongo sumirnos en la antipolítica sino más bien anotarnos en la Política (con mayúscula) que en diferentes tiempos y latitudes sirvieron bien a Venezuela y otros lugares.

@apsalgueiro1


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