Inoportuno y algo bruto para cuidar su imagen este señor Donald Trump.

Mire que suspender el aporte de Estados Unidos a la Organización Mundial de la Salud justo ahora, en plena peste (pandemia).

Aunque tenga toda la razón del mundo y por lo menos tiene una buena parte, no era el momento. Todos, o casi, rechazan y censuran la decisión de Trump.

Eso sí, no he visto si los que censuran y se rasgan las vestiduras han hablado de poner lo que aporta Estados Unidos. No sé que ha dicho Putin. Estados Unidos aporta alrededor de 500 millones de dólares por año, que implica entre 20% y 22% de lo que ponen todos los países miembros. China (la del coronavirus), Alemania, Francia y España juntas no llegan a empatarle.

Estos arranques estadounidenses no son nuevos. A principios de los años ochenta Reagan resolvió salirse de la Unesco -en la cual también su aporte por lejos era el mayor- cansado de la «política antinorteamericana» del organismo y de su auspicio a iniciativas dirigidas a recortar la libertad de expresión en todo el mundo, a través de un nuevo orden informativo internacional impulsado por Rusia y todos sus satélites de entonces, países en los cuales no había libertad de prensa.

Dos décadas después Estados Unidos volvió, pero nuevamente pasados unos 15 años resolvió retirarse por cuanto la Unesco ahora se ha transformado en una trinchera antiisraelí. «Que lo financien los árabes», fue el comentario de un diplomático occidental.

La Unesco nunca volvió a recobrar aquella presencia que tuvo hasta hace cuatro décadas. Fue un golpe grande para aquellos burócratas instalados o financiados desde París (en una gran medida con dinero de Estados Unidos).

Con la OMS es algo diferente. Además de la «burocracia» -que pesa y mucho-, cuenta con el trabajo de médicos, investigadores, científicos que se ocupan de temas que no admiten versos libres a cargo de tantos payadores (*). Lamentablemente sobre la libertad de expresión, la primera de todas, cualquiera tiene derecho de dar su opinión, incluso los muchos que están en su contra y que quieren recortar la libertad de prensa y el derecho a la información de los ciudadanos y a los que la Unesco siempre dio cobijo. Con el coronavirus, en cambio, es distinto: hay que encontrar una vacuna y afinar mucho las políticas para, mientras tanto, combatir la peste.

Y esa es la diferencia. Lo que no cambia es la burocracia.

Es notorio que la OMS sí erró, al principio. Estuvo lenta, no previó los alcances del mal, pese a que le avisaron, o decididamente jugó a favor de China, como dice Trump. Hay de todo un poco.

Los burócratas de la OMS, no sus científicos, ya venían jugando con sesgo. Lo mismo ha pasado con su colateral y socia, la Organización Panamericana de la Salud. De esta, por ejemplo, se denunció su intervención para que se concretara una contratación de médicos cubanos en Brasil sin que fuera considerada y resuelta por el Congreso brasileño como correspondía.

De cualquier manera, no es oportuna la decisión de Trump. Para su imagen y la de Estados Unidos ni qué hablar, pero eso no es lo importante. Decididamente, no es ahora el momento de quitarle el apoyo a la organización por lo que significa su aporte y hasta por una cierta conducción que le cabe en este proceso de acabar con el mal al que todo el planeta está abocado.

Quizás después, una vez terminado esto, sea la ocasión de comenzar a revisar y reducir en forma tajante tanta burocracia encaramada en tantos organismos internacionales, cuyo aporte no solo es muy pobre sino que además negativo.

La cuestión es mirar que buenos no paguen por malos y que la sociedad no resulte perjudicada. El problema son los burócratas. No hay que dejárselo en sus manos.

(*) Payador : Cantor que improvisa versos


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