Por Alfredo Portillo *

Ya ha transcurrido un cuarto de siglo desde que el concepto de soberanía alimentaria fue lanzado por el movimiento internacional Vía Campesina, durante la realización, en Roma, en 1996, de  la Cumbre Mundial sobre la Alimentación organizada por la FAO, enarbolando el derecho de los pueblos y países a definir sus propias políticas agrícolas y de producción de alimentos.

Años atrás, en la década de los ochenta del siglo XX, había surgido el concepto de seguridad alimentaria, que hacía  énfasis en la disponibilidad y acceso a los alimentos por parte de las personas. Ambos conceptos han sido la base de políticas y estrategias alimentarias definidas por gobiernos nacionales y por organizaciones internacionales.

Paralelo a ello se ha venido desarrollando teóricamente y en la práctica el tema de la agricultura urbana, que se vincula estrechamente tanto con la soberanía alimentaria como con la seguridad alimentaria, y se define, de manera resumida, como  aquella que se realiza en espacios urbanos (intraurbanos y periurbanos), con el propósito de producir alimentos agrícolas y de origen animal, en superficies duras o blandas, cubiertas o descubiertas, para lo cual se utilizan los recursos disponibles (residuos sólidos orgánicos e inorgánicos, agua de lluvia, etc.).

Ahora bien, si se parte por entender que la soberanía es la facultad que tiene un grupo humano de realizar sus actividades de manera autónoma e independiente en un contexto territorial, entonces quiere decir que la soberanía alimentaria es el ejercicio de esa facultad para decidir y proveerse los alimentos que lo van a nutrir.

Si se toma como caso a los habitantes de una ciudad o un espacio urbano, en tanto que estos realizan actividades para proveerse sus alimentos, al menos una parte de ellos, quiere decir que en este sentido, serían más autónomos e independientes, es decir, serían más soberanos alimentariamente o, en otras palabras, aumentarían los grados de soberanía alimentaria, por lo que, el país, la nación, como un todo, también incrementarían los grados de soberanía alimentaria.

Y esto es algo lógico, porque cada día la población de los diferentes países del mundo se hace cada vez más urbana, más concentrada espacialmente, la cual   debe alimentarse adecuadamente, para poder tener una nutrición adecuada, que les asegure una buena salud y una vida plena.

Es por ello que la agricultura urbana debe ser colocada en el centro de las estrategias y políticas que apunten a lograr la -o aumentar los grados de-  soberanía alimentaria de un país. Y eso se debe hacer con un sentido estratégico y con una visión de futuro, por lo cual debe ser concebido tanto   desde el punto de vista educativo,  como desde el punto vista de la práctica cotidiana. Sólo así se podrá avanzar a paso seguro, soberanamente.

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Nota de redacción (por Pablo Kaplún): El amigo Alfredo Portillo es un practicante apasionado de la agricultura urbana, haciendo todo lo posible desde su vivienda en Mérida, Venezuela, por ser consecuente entre lo que dice y hace. También gusta escribir ante no al país del hoy, sino el que podría ser. Este espacio es respetuoso de lo que cada quien desee escribir, pero no podemos dejar de pensar en la Venezuela de hoy, en la cual la soberanía alimentaria se aleja cada vez más cuando se abre un nuevo “bodegón” o la gente debe ingeniárselas para tener agua en su casa para el consumo y no puede pensar en cómo regar un huerto hogareño.

Es un debate importante ver si en este país cultivar en las viviendas resulta sostenible para las personas, muchas de las cuales presentan déficit alimentario. ¿Pueden cifrar esperanzas en esta práctica quienes viven en apartamento o en una precaria vivienda de barrio? Por principio uno debe decir que debe promoverse esta actividad todo lo posible, pero serán las lectoras y lectores quienes saquen sus reflexiones al respecto.

Eso sí. mientras redactamos estas notas el Parque Nacional El Ávila o Waraira Repano sufre muy graves incendios y, así no sea tema del artículo de hoy, este redactor no puede sino emitir una voz de dolor por esta afrenta al pulmón vegetal de la capital venezolana.


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