¡Con el año 2023 se nos presenta un claro panorama! Que algunos califican extrañamente de incierto o lleno de incertidumbres, por el contrario, desde mi visión puedo compartirles el que todo está bastante definido, por la propias contradicciones y apetencias desmedidas de actores e intereses que parecieran estar muy lejos de nuestro acontecer nacional, pero que en realidad han definido el marco con el que deberemos lidiar en América durante los próximos años.

Las situaciones económico-sociales agravadas por el covid: la pobreza, la geopolítica de la migraciones y de la guerra en Ucrania que catapulta necesidades de energía desde otras fuentes, impone un orden básico en países del entorno americano. Ello pone de manifiesto las razones del por qué y del cómo se reacomoda el tratamiento desde Estados Unidos y desde Europa a los casos de Venezuela, Cuba, Colombia y de América Latina toda. Con diversas tonalidades propias de cada uno, en esencia son partes de un mismo cuadro pintado como para arreglar lo que sea posible, paso a paso, posibilitando que la dinámica del tiempo dé los resultados de lo muy importante; y permita se vayan produciendo soluciones parciales de paños calientes para lo muy urgente.

El “sociópata” Putin, sobre todo por su gran metida de “pata”, termina siendo motor involuntario de la oportunidad de transformación definitiva para una Europa más libre y democrática, que junto a Estados Unidos tendrá que entenderse con la China de la era Xi Jinping , que aún esclavista y en su tránsito hacia la “Ruta de la Seda en Guante de Acero” (ver artículo de este columnista en El Nacional) busca el gran mercado de demandas externas, porque de la demanda interna no ve aún posibilidades al ritmo del crecimiento económico que su gigantesca población exige.

Así apuestan los aliados de la OTAN y sus agregados, como una peculiar Colombia, a la necesidad de derrotar a Putin, antes que nada. Lo anterior conlleva a «jugar Caribe» uno distinto al abiertamente de confrontaciones bélicas con la izquierda latinoamericana. Precisamente ésta última, vía comprensión de la nueva dinámica con la caída del muro 1989, y la desintegración de la URSS en 1991, se movió hacia una nueva estrategia de ganar aliados insurgentes con dinero, y de nuevos jerarcas militares, empresariales, o líderes sindicales, hasta del mundo de los narcos, para con un viejo dictador como Fidel Castro pilotando la nave sobrevivir tempestades logrando lavados, y nuevos métodos entremezclados con exportación de minas e hidrocarburos, para conseguir el control de regiones nacionales, e ir al control de países; hasta el día de hoy, cuando han logrado cohesionarse y arribar al control de la región latinoamericana cuasi-entera.

Se está en la necesidad de renegociar cuánto poder se le podrá seguir permitiendo a estas narcomafias, frente a los mundos financieros de los ricos cuyas fortunas no proceden de aquellas producciones, distribuciones y lavadoras. Vamos a la necesidad de redefinir cómo se podrá convivir entre los conservadores frente los liberales, para derrotar a los que quieren deshacernos como sociedad occidental, hacia un mundo de libertinajes disolutorios de las familias, y de los valores esenciales como los hemos conocido hasta ahora; y en los que creemos firmemente como mayorías que somos, aunque dispersas.

Específicamente el caso Venezuela, concluye una etapa fingiéndose “tragedia griega» del fin del seudogobierno interino. La conclusión, sin que perdamos más energía en tales disquisiciones, es simple: un estruendoso fracaso. Todos haciéndose los pendejos, pero buscando agarrar aunque sea fallo. Sin nada verdaderamente relevante que rescatar de tan amarga experiencia, más que nuestro aprendizaje sobre que una supuesta necesidad de confiar en ellos a ciegas apesta.

Tenemos que recuperar el tipo de confianza necesaria que se construye a fuego lento, y con el testimonio de una conducta consistente y coherente, día tras día,  durante años. Basada en los valores y principios de la formación que se tiene como persona. En lo adelante, debemos reservarnos para esos seres de demostradas ejecutorias previas. No somos sembradores de pesimismo, sino todo lo contrario: ¡el heroísmo y la entrega de determinados seres humanos por el bien de las causas nobles del bien común y hacia sus hermanos existe! Hemos sido testigos de ello. Es vocación que nace con el amor a nuestro Supremo Autor del Universo, y a cada paso que demos en esa dirección correcta podremos evidenciarlo.

¿Entregarán verdaderas cuentas algún día, o darán fehacientes explicaciones sobre sus comportamientos al pueblo venezolano los regidores de lo que fue el interinato? ¡Me permito dudarlo! Ahora el sólo el rostro, por supuesto también responsable, en una suerte de “Guaidó chinito-Recadi” es presentado como el único implicado de los desafueros cometidos. Las vidas que costó, las hasta hoy inhumanas prisiones de muchos, las persecuciones a otros, por sus imprudencias e impericias en sus movimientos absurdos, son sus muy graves errores. Su prepotencia, sus irresponsabilidades, frente a la confianza que depositamos como nación en ellos, pudieran ser apreciadas como traiciones. Sin embargo, no en la esperanza, pero sí en darle el beneficio de la duda al reo para que en su oportunidad pueda ejercer su defensa ante la historia, al que intente hacerlo. No he de condenarle mediante este artículo. Debo testimoniar sí mi sinceridad al reconocer que no abrigo mayores expectativas en que siquiera puedan encontrar argumentos atenuantes para sus inconsecuentes y más aún delictivas conductas.

En este marco, Venezuela irá a unas elecciones en 2024, pasando por el trago amargo, pero mágico, del triple filtrado de reyes que pretenden desde ya controlar las primarias, y que marcarán la única oportunidad que se nos muestra con posibilidades de animar a la comunidad internacional a acompañarnos, si logramos producir una victoria aplastante e inobjetable para exigir la salida de la usurpación de Miraflores.

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