¿Cuándo fue la última vez que escuchó al interino presidente o a cualquiera de los jefes partidistas que lo apoyan decir abierta, directa y contundente aquello, casi en el olvido, de cese de la usurpación, gobierno de transición y elecciones libres?

Quizás se logre recordar vagamente alguno de los últimos discursos y declaraciones del encargado presidencial, quien, como está en campaña electoral, habla todos los días para seguir alargando expectativas en las cuales cunde la esperanza, pero no la fe. Lo habrá visto, con seguridad, porque aparece en las redes sociales tratando de dar brillo a promesas que ahora son opacas y se van oxidando; también aclarándole a la gente que nunca quiso decir lo que escucharon.

Con dificultad, pero algo más preciso fue uno de sus representantes a los diálogos noruegos, que dejó a muchos tanto sin respuesta a las preguntas importantes, como conocedores de los detalles anecdóticos. Pero sin resultados tras una larga expresión grabada que no puede convencer ni a los exponentes.Siempre cohabitaron desde los diálogos caraqueños, boreales o caribeños, por ello, inservibles cuando se negaron a utilizar métodos legítimos para cambiar al régimen. El haberles otorgado tiempo para recuperarse y reacomodarse fue, es y sigue siendo irresponsable, además de mentecato, traicioneros de la confianza ciudadana, pero que no debe causar sorpresa, es lo que se espera hagan los socios. Coexistimos en una sociedad cómplice.

Se promueve una agenda de calle para reconquistar lo que tuvieron a comienzos de año, y la ciudadanía acompañó con entusiasmo en lo que parecía la gran marcha hacia la victoria, pero empezó a languidecer poco a poco, pronunciando su caída después del fiasco aquel que liberó a Leopoldo López; lo único logrado fue sacarlo de su casa para enterrarlo en la embajada de un país cuyo gobierno –aunque el papá sea uno de los centenares diputados europeos– no quiere saber de conflictos, apoya con timidez y cobardía a Juan Guaidó, no deporta a Hugo Carvajal, da la bienvenida y ampara a cuando choro corrupto se establece por allá a disfrutar negocios y dinero mal habido, solo habla como un lejano abuelo de conversaciones como si la oposición venezolana no hubiera conversado hasta la saciedad, quedándose sin voz.

En el lamentable episodio del 30A observamos a un Guaidó desangelado; a López, nervioso, mirando a todas partes; Edgar Zambrano llegando a una autopista bloqueada pero más vacía que llena de gente y que ahora, tras un carcelazo aparatoso, regresa conferenciando de paz, buena política, reconciliación, negociación y de lo que todos tememos, la versión gatopardiana de la oposición orientada y dispuesta a gobernar paritaria no para cambiar sino para cohabitar, legalizar al régimen, democratizarlo un poco y cogobernar, aunque diputados pierdan sus curules para ocupar jugosos puestos en la transición igualada.

Tal vez no sea allí donde vamos, pero las señales indican que allí nos conducen. Sin Pdvsa ni Citgo, sin ingresos legales, sin producción, cundidos de cubanos y rusos, abrazados con narcoguerrilleros, extorsionadores de campos, selvas, minas del occidente y sur del país, sin economía ni militares que no se redondeen; sin agua, electricidad o gas, con menos inversiones chinas, la agenda de calle que ya estamos padeciendo es un “período especial” conocido por los cubanos, que sus alumnos y muchachos de mandados castrovenezolanos ejecutan y llaman “revolución bolivariana”.

Solo nos quedan, sin poder contrarrestarlas, aunque ciertos imploren de rodillas su eliminación, las sanciones estadounidenses, de países vecinos, y algo de los europeos que tienen en jaque a los castristas venezolanos, buscando aberturas por donde colarse. Estamos quedándonos sin país, ni el que rediseñó malamente Chávez, el que conduce sin brújula Maduro, ni el que pensábamos iba a rescatar y relanzar el grupo provisorio de Guaidó.

Seguimos fuertes y con muchas esperanzas, que no exista duda. Sin embargo, hay que reconocer cansancio y desilusión, no llevamos a cuestas solo los meses de espuma provisorios sino veinte años de este majarete sin sabor, de advertir cómo el país se nos cae sin que podamos hacer nada o muy poco para detenerlo, esperar soluciones que nos muestran unos y otros sin que ninguna se ponga siquiera en marcha.

Estas son las gaitas para estas navidades y villancicos tristes de quienes derramaron la voz cantando fantasías y quienes pierden el oído de tanto escuchar embustes. Dicen que la esperanza es lo último que se pierde, pero esa cada día la tenemos menos y no es cuestión de emoción, sino de acuerdos y comprobaciones.

Hay que continuar luchando duro con valentía y coraje, pero cada día poseemos menos fuerza y el zamuro debilitado por sanciones y fracasos, sigue obstinado, aferrado con las garras clavadas en el tronco seco de la miseria.

Entre la impunidad y la justicia no hay ni pueden existir grises.

@ArmandoMartini


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