—¡Epa, vamos a agarrarle las bolas al toro, esta tarde! Esa era una clave de llamada que los organismos de seguridad del Estado nunca pudieron descifrar en la guarnición de Maracay. Los días previos a la jornada del 4F, los líderes conjurados la utilizaban para encontrarse cerca del toro que hace frente al extremo norte de la avenida Las Delicias en la capital del estado Aragua. Cuando había algo importante que coordinar Hugo Chávez llamaba, daba esta señal y se iba trotando desde el cuartel Páez hasta la escultura en bronce de Isidore Bonheur. Allí, frente al macizo cornúpeta, el comandante Chávez conversó una tarde de noviembre de 1991 después de un trote sostenido, con otro teniente coronel comprometido, Ramón Alonso Carrizales Rengifo, quien era comandante del batallón de reemplazos logísticos José Félix Blanco.

—Ya el ministro conversó con el comandante del Ejército. Le hicieron el planteamiento al presidente y lo aceptó. Vamos a formar parte de una fuerza multinacional para reponer al presidente Aristide en la presidencia en Haití. En cualquier momento recibimos la orden de saltar sobre Puerto Príncipe. Y si no lo hacemos, tenemos luz verde para entrenar y saltar. Se trata de mantener a las unidades operativas y listas para lo otro.

Durante todo el año 1989 y 1990 todas las unidades de paracaidistas se nuclearon en torno al batallón de paracaidistas Antonio Nicolás Briceño y se alertaron para participar en una operación a la orden de la ONU en Namibia. Se mantuvieron en reserva en el país después de Togo y Yugoslavia; y después salieron para Centroamérica a participar en la desmovilización y el desarme de la resistencia nicaragüense. Desde abril hasta julio de 1990, los paracaidistas a la orden de la ONU, cambiaron la histórica boina roja por la azul de la ONU cumpliendo misiones como la Unidad Especial Venezuela para ayudar en el proceso voluntario de desarme de la resistencia nicaragüense mediante actividades de recolección, registro, destrucción, transporte, almacenamiento; custodia y disposición final de los uniformes, munición, armas y equipos de esa resistencia. Al frente de esa unidad fue designado el general Álvaro Barboza Rodríguez. Al retorno, fueron recibidos triunfadores y como dignos representantes internacionales de los militares venezolanos en una misión de internacionalismo para la paz. Un lauro para los paracaidistas y en particular para la unidad élite, el batallón Antonio Nicolás Briceño. Un poco antes de la llegada de la Unidad Especial Venezuela al país; Hugo Chávez, quien ya venía con varias alertas de conspiración en todos los grados, fue ascendido al grado de teniente coronel. A finales de julio de 1991 fue designado para comandar esta unidad emblemática por disposición del ciudadano presidente de la república y resolución del Ministerio de la Defensa como su primer comandante. Para quienes desconocen el proceso de designación de cargos en las fuerzas armadas de ese entonces, especialmente en los de comandantes de batallón, estos pasan por un filtro que se estudia previamente con una junta que luego es elevada en recomendación hasta el comandante general del Ejército (GD Pedro Remigio Rangel Rojas) y luego presentada para la resolución correspondiente, ante el ministro de la Defensa (GD Fernando Ochoa Antich). Lo de por disposición del ciudadano presidente de la república es un formalismo institucional. La decisión gruesa y apoyada en el historial del profesional recomendado está en un documento que presenta el comandante general en cuenta oficial que el ministro la refrenda y autoriza para su ejecución. Allí está la fuerza del comuníquese y publíquese… por el ejecutivo nacional, que lee ostentosa y pomposamente el maestro de ceremonias en los actos de ascenso y transmisión del mando, frente a una agrupación de parada.

 

El presidente Aristide llegó a Venezuela el 1 de octubre de 1991, después de haber sido derrocado por el general Raoul Cedras el día anterior, y empezó a despachar desde La Viñeta como presidente de Haití en el exilio apoyado por el gobierno venezolano. Desde el mismo día de la llegada de Aristide, el presidente Carlos Andrés Pérez inició diligencias con el secretario general de la OEA, Joao Baena Soares, para forzar una solución multilateral de retorno a la democracia. En algún momento se propuso con la iniciativa de Estados Unidos y la participación de Polonia y Canadá la activación de una fuerza multinacional para la restauración de la democracia en Haití y la restitución del presidente Aristide en la presidencia. Sobre ese entorno internacional las unidades de paracaidistas venezolanas, con el antecedente de la exitosa misión en Centroamérica de la Unidad Especial Venezuela para el desarme de la resistencia nicaragüense, los boinas rojas venezolanos  recibieron una orden preparatoria en secreto para cambiarse nuevamente a boina azul, y se empezaron a entrenar y a movilizar para saltar en cualquier momento sobre Puerto Príncipe para la eliminación del régimen militar de facto del general Raoul Cedras, instalar el régimen de Jean Bertrand Aristide en el poder nuevamente, garantizar la seguridad, la estabilidad y la gobernabilidad, ayudar en la rehabilitación de la administración civil, formar una fuerza policial y judicial, ayudar a preparar las elecciones y entregar la responsabilidad a las Naciones Unidas en un acuerdo político previo. La operación Uphold Democracy, así se denominó finalmente el diseño, se fue extendiendo en el tiempo; realmente se ejecutò a partir del 19 de septiembre de 1994, en tanto que los paracaidistas criollos aprovecharon el secreto de los entrenamientos y la movilización para ejecutar un golpe de Estado contra el presidente Carlos Andrés Pérez, conservando su boina roja.

—Ya el ministro conversó con el presidente y también lo sabe Rangel. Todo está cuadrado. Nosotros nos vamos a montar sobre eso para planificar al detalle. El palacio presidencial de Haití en Puerto Príncipe es casi una copia calcada del Palacio de Miraflores, de manera que nada levantará sospechas, cuando ensayemos la entrada al palacio presidencial.

Desde octubre de 1991 hasta el 4 de febrero de 1992, el toro de Las Delicias en Maracay fue muy manoseado en sus partes. Con las excusas de Aristide, de Haití, de Puerto Príncipe, y de la operación Uphold Democracy fue muy visitado en las tardes.

—Ya el ministro y el comandante general lo saben.


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