Con  la caída de Afganistán en manos del movimiento Talibán surgen algunas reflexiones, aún desordenadas y no priorizadas, que los venezolanos tal vez podamos al menos tener en cuenta.

El avance del fundamentalismo islámico –y de sus excesos– es una señal de estos tiempos en los que la imposición del estricto orden del Corán no difiere en mucho de la concepción que siglos atrás inspiró a los católicos a emprender las Cruzadas o la que en su momento justificó a Colón y a España para introducir el Evangelio en América por la fuerza y custodiar la pureza de la fe con la Santa Inquisición. A quienes así se inspiran y sienten poseedores de la verdad es difícil convencerlos ni exigirles racionalidad. Lo mismo ocurre con los fundamentalistas del chavismo que no se sienten ni sentirán amarrados por negociaciones ni pactos, menos aún cuando además de su proclamado credo político puedan tener algunos privilegios que cuidar a cualquier precio.

Quienes tienen motivación para luchar  lo hacen con mayor devoción que quienes no la tienen. Allí está el ejemplo de 75.000 talibanes derrotando a 300.000 efectivos regulares del ejército afgano asesorado, entrenado y equipado por Estados Unidos con toda la parafernalia del quehacer militar actual. No fueron capaces de aguantar ni la primera embestida cuando se fueron sus patrocinadores extranjeros. Lo mismo ocurrió en Vietnam hacia 1975, plasmado en la famosa fotografía del helicóptero despegando desde la azotea de la embajada norteamericana en Saigón cuando evacuaba desesperadamente a sus nacionales.

Quienes creyeron en la conveniencia de importar un modelo democrático ajeno a su cultura ancestral hoy se concentran desesperados en el aeropuerto de Kabul a la espera de que quienes les prometieron salvarlos de la previsible represalia cumplan con su palabra. Las circunstancias y los intereses en juego impiden honrar esa promesa dando lugar a las dramáticas escenas que los medios nos muestran en estos días. Buena lección para aquellos de nuestros compatriotas que demoraron en convencerse de que aquello de que “todas las opciones están sobre la mesa” era apenas una afirmación sujeta a múltiples y unilaterales decisiones.

Afganistán también nos enseña que decisiones que pueden ser buenas y hasta populares en un momento dado pueden no serlo más tarde. Después de septiembre de 2001 (el ataque a las Torres Gemelas) la decisión del presidente Bush (h) de invadir el territorio desde donde se gestaban los actos terroristas contó con decidido apoyo popular y legislativo. Hoy es fácil jugar el “5 y 6 el día lunes” sin tener en cuenta que esa decisión fue perdiendo razón y apoyo con el transcurso del tiempo y la administración de cuatro mandatarios (Bush, Obama, Trump y ahora Biden). El costo político de recoger los vidrios rotos le tocará a aquel en cuya guardia ocurrió el colapso (Biden), pero no es ni el único ni el mayor responsable. Hoy día la gran mayoría de los norteamericanos no tienen interés en pagar una guerra que sienten que no les pertenece. Permanecer era malo, retirarse también.

A la luz de lo anterior sería bueno, entonces, para los venezolanos recordar que  para llegar a las conversaciones de México no fue de golpe ni sin antes haber intentado muchos caminos. Si aquello fracasa al pobre Juan Guaidó le tocará responder por las concesiones y frustraciones que de allí salgan. De haber éxito aparecerán muchos padrinos. ¿Cuántos de los otrora entusiastas asistentes a las marchas  de antaño hoy prefieren jugarse por la democracia antes que asegurar su propia supervivencia y tranquilidad?

Los talibanes que acaban de hacerse con el control de Kabul y del país prometen moderación y no han interferido –hasta ahora– con la evacuación de extranjeros. Este opinador sostiene que tan pronto esa gente se sienta segura volverán por sus fueros con renovado fanatismo. Lo mismo creemos que ocurrirá con lo que se convenga en México, pero al igual que en Afganistán habrá que pasar primero por esa etapa.

¿Y la comunidad internacional? ¿Ha visto usted a alguno de los países más apegados al credo democrático occidental haciendo algo más que declaraciones? Tome nota entonces para cuando llegue el momento en que la etapa de las concreciones llegue en el diálogo mexicano para ver quién de los “garantes” se la juega por encima de sus propios intereses nacionales. Apoyo tendremos, pero los vidrios los tendremos que recoger los venezolanos. Aun así no se puede dejar pasar la oportunidad y esperar que como mínimo se consiga lo “menos peor”.

Ya cerrando estas líneas se anuncia un cambio ministerial donde varios militares talibanes venezolanos son designados al Gabinete Ejecutivo. No luce como señal alentadora, justamente ahora cuando los que despachan desde Miraflores acaban de firmar un entendimiento cuyo espíritu no parece compadecerse con las nuevas designaciones.

@apsalgueiro1


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