Todos los años escribo un artículo por Navidad, pero este año lo haré sobre el adviento: algo sobre lo que nunca he hablado.

El adviento es el tiempo de espera del nacimiento del niño Jesús. Es un tiempo de preparación, de sondeo del corazón, de sacrificio, para recibir lo más limpio posible al niño Dios. La posada de nuestra alma debería estar lista para ver nacer al hijo de Dios y cuidarlo, amarlo, y mecerlo en la cuna de nuestras buenas obras.

En la vida hay luces y sombras, algo que también vivieron los padres del niño cuando llegó el tiempo de nacer. Buscaron posadas, pero todas estaban llenas y no los aceptaron. Quién sabe también si no deseaban a una parturienta en sus camas y por eso los rechazaron. El punto es que solo encontraron lo que un buen hombre les ofreció: un establo con animales de acompañantes.

Esas sombras que la Virgen y san José experimentaron, las vivimos también nosotros en nuestro país. El no tener algo importante a los ojos del mundo lo experimentan muchos venezolanos hoy en día. A unos les falta comida, a muchos el dinero para satisfacer sus necesidades básicas, a otros la salud o los medios para superar la enfermedad; en fin, a todos nos falta siempre algo: son las sombras de la vida. Pero por eso no debemos dejar de ver las luces; no debemos dejar de meditar en el nacimiento del hombre-Dios que vino a salvarnos del pecado, dela verdadera y única sombra que oscurece la vida.

Muchos venezolanos están hoy sufriendo por estar separados de sus seres queridos y en condiciones nefastas, pero hay que intentar ver lo oscuro a la luz de Dios que ilumina siempre. Todo lo que su Providencia quiere o tiene previsto; todo lo que permite, aunque en sí mismo sea malo, tiene un significado a sus ojos y allí, a la luz de su mirada, podemos aprender a leer la vida con otro sentido.

Por algún huequito saldrá la luz. Por eso, en lugar de quejarnos por lo que nos falta, agradezcamos lo que tenemos; veamos lo bueno que nos rodea y alegrémonos por eso. Algo podemos aprender; algo de nuevo veremos en nuestra historia personal; por algo nuevo nos podremos alegrar.

Sé que en algunas circunstancias es difícil ver lo bueno. Cuando la sombra es muy oscura es casi imposible ver la luz que entra por una rendija, pero las heridas se sanan por estas pequeñas luces que entran por los huequitos. Algo bueno querrá Dios de lo malo que vivimos; algún bien vendrá, porque como dice san Pablo, todo es para bien para los que aman a Dios. Y por algún lado llegará el bien. Es una promesa, y Dios cumple sus promesas.

Nacerá un país más pujante con los que se quedaron aquí; un país más fortalecido. Lo mismo podría decirse de los que se fueron, pues irse de la propia tierra debe ser algo muy fuerte. El desarraigo es duro y duele. Vendrán tiempos mejores después de esto que vivimos y entenderemos mejor las promesas de Dios.

Adviento entonces es un tiempo de preparación, como dije. Un tiempo para ofrecer todos los dolores y dificultades, de modo que el señor encuentre nuestra alma más purificada y hermosa. Nuestro corazón es como un pesebre para Dios y Dios quiera que lo encuentre limpio y reluciente, libre de tantas pasiones y vicios que podemos tener. Es un tiempo para mejorar individualmente; un tiempo para pedir perdón por lo que no va, por lo mucho quepodemos haber hecho sufrir a alguien y por el poco esfuerzo en lo que debemos hacer. Adviento es un tiempo para amar, para reconciliarnos con quienes debemos hacerlo y también para abrazar a esos seres que a veces podemos dar por sentado que nos quieren. El amor se actualiza, y se actualiza con besos y abrazos.

Adviento, en fin, es una oportunidad para cambiar, para ser mejores y ofrecerle a Dios todas las sombras de nuestra vida; es tiempo para pedirle ver las luces con que también nos ilumina.


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