Una limitación dura en extremo acaba de ser adoptada por parte de las autoridades chinas. La nueva legislación va encaminada, en apariencia, a impedir la adicción de los más jóvenes a sus equipos celulares. A partir del mes de septiembre el acceso a Internet de los menores se bloqueará a partir de las 10:00 de la noche hasta la mañana. Pero esto esconde mucho más de lo que ha informado la desaprensiva prensa occidental. De hecho, la medida va mucho más lejos que controlar las pantallas de los niños y sustraerlos de la perversa influencia de Internet. Es cierto que dispone que los menores de 6 años, durante el día apenas podrán acceder a Internet durante 40 minutos y que a aquellos jóvenes de 16 a 17 años les serán permitidos 2 horas diarias de conexión.

Es bien ingenua la manera en que hemos interpretado esta poderosa forma de penetrar la intimidad del hogar.  A los progenitores esta imposición no les va del todo mal.  Cualquier padre, en China y en otras latitudes, tiende a aplicar alguna forma de control parental por el desenfrenado uso de las redes que influye nocivamente en la conducta de los hijos desde su más tierna edad.

Pero, aunque  la medida se presenta como una forma de regular los juegos digitales, los analistas consideran que esto lo que configura es un primer paso de una cadena que impone una regulación estricta a las comunicaciones y a los contenidos informativos que son puestos al alcance de la población infantil y adulta por igual. Este tipo de medidas coercitivas venían anticipándose desde que las autoridades pusieron a punto un sistema de monitoreo estricto del historial de navegación de los usuarios de todas las edades y desde que se comenzó a estudiar en detalle su apego a aplicaciones específicas en todos los medios de acceso digital como teléfonos, tabletas, computadoras y hasta relojes digitales. Ello sin duda representa un seguimiento minucioso del uso del tiempo libre de los ciudadanos.

Ya algunas restricciones habían sido impuestas en 2021 a juegos en línea, lo que afectó severamente los negocios de la firma Tencent, cuando algunas de las aplicaciones encaminadas a captar la atención de los niños fueron simplemente prohibidas. Desde 2009 tanto Twitter como Facebook fueron formalmente eliminados del acceso digital de la población. Se comentó en aquel entonces que ello había sido un balón de ensayo para medir la reacción de la colectividad.

En esta ocasión el gobierno ya no oculta lo que les impulsa, que no es otra cosa que proveer a las nuevas generaciones de una batería de valores e inculcar elementos culturales autóctonos. La norma establece sin ambages que “los prestadores de servicios de información en Internet deberán realizar activamente la construcción de contenidos destinados a menores de edad: producir, copiar, publicar y transmitir elementos para promover los valores fundamentales socialistas, la cultura socialista avanzada, la cultura revolucionaria y la excelente cultura tradicional china, forjar un sentido de comunidad de la nación china, cultivar los sentimientos familiares y nacionales de los menores y la buena moral, y guiar a los menores a desarrollar buenos hábitos de vida y comportamiento, y un sano crecimiento”.

En China hay hoy más de mil millones de internautas -71% de su población- y cada ciudadano dedica 30 horas semanales a navegar la red. Xi se ha quitado la careta: esto no es más que adoctrinamiento puro y simple.


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