Juan González / candidatos

Uno lee u oye una referencia a González en cualquier discusión o debate e inmediatamente lo asocia con lo corriente, con lo ordinario y con lo coloquial del Pérez del lugar común. Cuando a esos patronímicos se le agrega el Juan o el Pedro, respectivamente, la matizada formalidad que adquiere un Juan González o el Pedro Pérez que se conocen en la comunidad, aún se mantiene en la simplificación de la imagen y en el desgaste de la asociación frente a la increíble y magnífica realidad personal, profesional, familiar y corporativa de esa persona. Pedro Pérez como asistente especial del presidente Joe Biden y director senior para el Hemisferio Occidental del Consejo de Seguridad Nacional (NSC, por sus siglas en inglés) de Estados Unidos sigue teniendo a nivel de imagen en el venezolano tanto como si fuera Juan González, asistente especial del presidente y director senior para el Hemisferio Occidental del Consejo de Seguridad Nacional (NSC, por sus siglas en inglés) de Estados Unidos. Si a ello le colocamos en origen a aquel como venezolano y a este como colombiano, cualquier posición, pronunciamiento o diligencia que haga Pedro o Juan, no importa que sea ante Joe Biden, el presidente de Estados Unidos, el jefe en la Casa Blanca, o frente al Congreso norteamericano, su Santidad o ante alguno de los mandatarios del hemisferio occidental, la postura de Pedro o de Juan siempre será disminuida y discriminada por su origen. Pérez es el hijo de Pedro y González el de Gonzalo en el origen. Ambos son del vecindario. González es de Cartagena, al lado de Venezuela y Pérez pudiera ser de Cúa en el estado Miranda. Por muy abultado que sea el historial político, académico y empresarial de ambos; y aunque sean asiduos de la oficina oval desde hace mucho tiempo, son Pérez y González. Del barrio. Y nadie es profeta en su tierra.

Toda esta antesala retórica es para abordar el tema de la salida del cargo en marzo de Juan González, el norteamericano de origen colombiano y principal asesor del presidente Joe Biden en temas de seguridad nacional y asuntos latinoamericanos. Algunos analistas y medios venezolanos coreados en comparsa por sus seguidores y fanáticos atribuyen su salida al fracaso de las negociaciones con el régimen que encabeza Nicolás Maduro asignándole en sus conclusiones a Venezuela una prioridad por encima de los otros países latinoamericanos y del hemisferio occidental que exige el alto cargo de González en Washington. El funcionario con grandes aciertos en la política estadounidense del presidente Biden en la revitalización de América del Norte como plataforma económica hasta liderar las negociaciones de Estados Unidos con México, también impulsó la Alianza para la Prosperidad Económica en las Américas (APEP), una iniciativa que fomenta el desarrollo económico y sostenible de la región. Juan ha asesorado a Biden durante más de una década. Trabajó con él cuando era vicepresidente de Barack Obama en el reequilibrio de la política económica de Estados Unidos hacia México, en el impulso de la cooperación política con Brasil y en el lanzamiento de la Iniciativa de Seguridad Energética del Caribe. No importa todo este bagaje político. Juan el colombiano falló. No sacó a Maduro del poder. Se comportó como si se estuviera comiendo en Cartagena una bandeja paisa y despreciara la oferta de nuestra reina pepiada y los tequeños. La experiencia con este Juan no es original. Hay otro Juan vernáculo y comedor de arepas, a quien se le dio una autoridad apoyada por Estados Unidos y más de 60 países, la Unión Europea, la OEA y el Grupo de Lima, fue recibido en la Casa Blanca y con aplausos de pie en el Congreso. ¿Y qué pasó? Nada. Allí permanece intacto Nicolás Maduro y el régimen de la revolución bolivariana y por los vientos que soplan se mantendrá bastante si los venezolanos no asumimos directamente las responsabilidades de nuestros asuntos soberanos sin descargarlas en cualquier Juan a quien no le duela el país, como sí le puede doler más a Pedro, que nació en Cúa. A Pedro, pero también a Pablo, a Chucho, a Jacinto y a José.

Estados Unidos no nos va a solucionar el problema político en Venezuela. Más allá del esquema de sanciones que están aplicando desde la administración Biden, los norteamericanos no van a abrir un frente adicional al de la guerra Rusia-Ucrania, y al del Medio Oriente entre Israel-Hamás-Irán y su extensión yemení en un año donde la prioridad está montada en las elecciones presidenciales del mes de noviembre. En ese tablero geopolítico el margen norteamericano hacia Venezuela se mantendrá entre la retórica de las amenazas cada cierto tiempo de los funcionarios de la Casa Blanca de exteriorizar preocupaciones por la inhabilitación de María Corina Machado, por el tema de los derechos humanos y por la realización de elecciones libres y con garantías. Hasta allí. Sin pasarse de la raya que pueda escalar el conflicto hacia el patio trasero y activar un tercer frente que pueda comprometer los resultados electorales en el norte y a futuro la economía. Eso no lo va a alterar ningún Pedro y menos un Juan del que ya hay una fallida experiencia. De manera que la pelota se mantiene en el terreno de juego venezolano, con iniciativas y decisiones venezolanas si queremos llegar con este asunto del cambio político hasta el final. Por encima de cualquier Pedro venezolano o de algún Juan colombiano, u otro factor extranjero a quienes les hemos asignado nuestros deberes y en quienes hemos colocado ultra petita unas atribuciones que no corresponden y en ocasiones que exceden sus competencias personales y las de nuestra propia soberanía.

Adiós, Juan. Antes de que los venezolanos inducidos por esos analistas y medios que le atribuyen un fracaso frente a Nicolás saquen el hierro candente para marcarle en una nalga el estigma y la etiqueta de “Alacrán” es bueno repasar y recordar la larga lista de presidentes de Estados Unidos que han pasado frente a la revolución y también han fracasado. Bill Clinton, George W. Bush, Barack Obama, Donald Trump y ahora Joe Biden; súmenle a la lista de embajadores los emblemáticos John Maisto, Charles Shapiro, William Brownfield y Patrick Duddy. Y de otros relacionados con el tema Venezuela en los asuntos norteamericanos es bueno recordar a Thomas Shannon y a John Kerry como secretarios de Estado y a Rex Tillerson y a Mike Pompeo que venían precedidos de una experiencia y de una fama de comer muchachos chiquitos. Nada. Fracasaron. Y en esa camada no había ninguno llamado Juan.

Un Pedro de Cúa, un Juan distinto al del apoyo de los 60 países o una María que sea capaz de llegar hasta el final con un plan harán más por los venezolanos que cualquier Craig, Mark o John.

Adiós, Juan.

 


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