Ya para el día de hoy, los efectos del montaje ―dizque electoral― han tomado su curso previsto desde hace meses.Lo hecho, hecho está. Eso no significa que la vía está ya predeterminada porque quien reina en los movimientos de masas es lo imprevisto y lo imprevisible.

Un conocido activista popular ―que no político ni político teórico― dijo en un acto de la campaña electoral la semana pasada que él sí sabía de elecciones (o de votaciones, no recuerdo bien). Me llamó mucho la atención porque se atribuyó el dominio del conocimiento en un área que es, francamente, extensa, muy especializada y muy compleja. Quizás no se quiso referir a que era un experto en Teoría de la Elección Social (o Teoría de la Decisión) y sus  afines sino que conocía bien el mecanismo electoral impuesto en Venezuela. Es un mecanismo electoral impuesto a fuerza de artimañas y no escogido con objetivos de bienestar social. Dista mucho de ser un sistema electoral justo, representativo de las preferencias de los votantes, escogido por la mayoría de los ciudadanos y orientado hacia el bien común.

No soy quién ni siquiera para atreverme a pretender que entiendo esta área del conocimiento. Necesitaría años y muchos talentos para seguir la pista recorrida desde Marie Jean Antoine Nicolas de Caritat, marqués de Condorcet (1743-1794), conocido como Nicolás de Condorcet, con la Paradoja de Condorcet, pasando por el Teorema de la Imposibilidad de Kenneth Joseph Arrow (1921-2017), por las contribuciones de Amartya Kumar Sen (1933 – ) a las circunstancias del Teorema de la Imposibilidad, incluyendo en la ruta a Allan Gibbard, Mark Satterthwaite, Duncan Black y Kenneth May y sus teoremas, los aportes de  Robert Goodin  y de Christian List, y los estudios de Kenjiro Nakamura y el Número Nakamura. Pasearse por las conclusiones de estos políticos teóricos te deja con la boca abierta de doble asombro: el nivel de sofisticación intelectual y de análisis lógico de estos señores y el nivel de ayuno y abstinencia prolongada intelectual  de nuestros activistas populares.

Con el párrafo anterior lo que deseo mostrarte es que cualquiera no puede ni debe opinar a la ligera sobre conductas electorales sin dominar esta materia. Y la razón es muy sencilla: sin saberlo, podría estar incurriendo y promoviendo una anomalía electoral. En otras palabras: en una marramuncia o en un error.

A sabiendas de mis limitaciones, creo que las premisas principales son las siguientes: 1.-) No existe ningún sistema electoral perfecto. 2.-) Existen sistemas electorales que son más capaces que otros de mostrar las preferencias de los electores y, sin embargo, no se aplican en el ámbito de las decisiones públicas. 3.-) Todo sistema electoral aplicado pasa a ser un mecanismo electoral y al ponerse en funcionamiento ninguno queda inmunizado de las marramuncias. Y todos las conocemos: a.-) falsos padrones electorales, b.-) modificaciones arbitrarias a los circuitos o circunscripciones electorales, c.-) incorporación de falsos votantes, d.-) multiplicidad de identidades para que múltiples votantes puedan votar muchas veces, e.-) marramuncias telemáticas de amplio espectro, f.-) coacciones y coerciones a las personas, g.-) amenazas, intimidaciones y actos de violencia antes, durante y después de los eventos electorales, h.-) ofertas, prebendas, promesas, regalos y otras formas de quebrar las voluntades de los electores, i.-) dividir los apoyos, etc., etc.

Pues bien, pienso que llegaste a la misma conclusión: el mecanismo electoral hiede…y fuerte y ofensivo a los sentidos y a la razón. Y te propondría que hay dos alternativas: desecharlo de pleno o aprovecharse de él.

Te habrás fijado que usé el término “activista popular” Pero, espera, “activista popular” es un eufemismo, una categoría, si lo prefieres, que pretendo hacer pasar por elegante para referirme a dos subcategorías: al asesor electoral y a su cliente: el aspirante al poder. No sé cuál es más villano y pusilánime. Yo diría que es preferible mantener una buena y  prudencial distancia del asesor electoral y una cuádruple distancia del activista popular que es su cliente. Ambos son individuos que no aportan nada al bienestar social. Por supuesto que desean alcanzar el nombramiento, pero de allí a procurar el bienestar social hay un largo trecho que andar.

Y no sucede aquí exclusivamente ni tampoco es un tema reciente o novedoso. Estos asuntos de los cuales trata la Teoría de la Elección Social (o Teoría de la Decisión) parece que comenzaron a discutirse en el siglo XVIII y –lo insólito― es que siguen totalmente vigentes y sin que les hayan dado solución hoy en día pese a que son temas harto conocidos por los activistas populares. ¡Aún en las naciones que enarbolan las banderas de las mayores libertades!¡Alguna explicación habrá! ¿No crees?

Enrique, Carlos, Rafael  y Jorge decidieron que irían a votar el pasado domingo. Cada cual tenía su interés: uno en Baruta, otro en Chacao, otro en Sucre y otro en El Hatillo. Una vez ―hace muchos años― fuimos una patrulla. Y en esa patrulla no había tales cosas como “abstención” o “ausencia”. La cosa era o “A” o “B”. El voto era un derecho y un deber; característica que cambiaron en el sector público.

¡Voto, ausencia y abstención: falso dilema!

Quienes votaron por el candidato de su preferencia hicieron lo correcto.

A quienes no podían votar por estar ausentes, no se les puede pedir lo imposible.

¿Y quiénes se abstuvieron? ¿Y quiénes no comparecieron? ¿Qué les puedo decir? ¿Creyeron que es cierto que el voto es únicamente un derecho y no un derecho/deber? ¿Se dejaron convencer por quienes buscan su malestar? Ten en cuenta que eliminar el voto como un deber fue una maniobra para llevarnos adonde estamos.

Entendamos unas cosas para no caer en sorpresas: 1.-) No hay nada más frágil que una Constitución en el momento menos apropiado y asediada por los individuos más perversos. 2.- A menos que exista la imposibilidad de modificar la Constitución, no hay manera de que la Constitución garantice los derechos y libertades de los ciudadanos: es cuestión de tiempo para que los malos encontren el resquicio. 3.- No hay peor respuesta que la inacción. Si quisiste mostrar tu desacuerdo con las elecciones del pasado 21, tu peor decisión fue aparentar ser un ausente. En mi opinión, debiste ir, presentarte y, al menos, votar nulo, lo cual hubiera tenido algún significado en los resultados finales o en los esfuerzos del régimen para legitimarse.

Dios guarde a V. E. muchos años.

@Nash_Axelrod

 


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