Es impresionante cómo el mercado de cierta manera ofrece soluciones y busca estabilizar una economía hostil, limitada, caída y bastante restringida, como la venezolana, que se ha sumergido en la inflación y en todas las informalidades, hasta el punto de que se lleva a cabo cierta adaptación para poder sobrevivir y llevar a casa el pan de cada día, el bocado, el alimento, y así de una u otra manera poder subsistir en condiciones mínimas y hasta en completa miseria.

Volvemos a épocas anteriores y a métodos arcaicos para subsistir, reinventamos mecanismos y nos la ingeniamos, ahora solo pareciera que vale el más fuerte, quien tiene las posibilidades, sin importar el punto de vista y enfoque. Así estamos ahora, en una especie de adaptación social, consecuencia del socialismo y la cuarentena, con los cuales hemos retrocedido para poder mantenernos en el presente y quizá al menos asegurar una mínima ración de alimento a futuro, porque ya a largo plazo aquí todo es incierto, impredecible, pues vamos a peor.

La adaptación yace en el “emprendimiento”, una manera de ocupación, donde generas un producto o servicio, un sinfín y variedad de situaciones, experiencias y productos que puedes ofrecer, con lo que vas a sobrevivir y mantendrás tu mente ocupada, pero que jamás te permitirá avanzar, surgir o siquiera comenzar a ahorrar, pues la inflación te carcome y así establezcas tu negocio en moneda extranjera como pesos colombianos o dólares, créeme que te verás afectado, se vendrán también alza de precios y una serie de factores que te limitarán, que harán que nada sea normal y que de seguro te estancarán. Y es que el emprendimiento, esa ocupación que les digo, es la manera de subsistir, pero no de progresar porque la izquierda jamás te lo va a permitir.

Por otro lado tenemos el comercio informal, que ha vuelto, de la peor manera y sin límite alguno, pero si nos ponemos a ver es parte del mecanismo de adaptación y es la manera de hacer dinero no robando y de no morir de hambre en plena crisis, lo que hace que esta situación tenga un grado de relatividad bastante alto. La coyuntura hace que se trabaje bajo el límite de la supervivencia y lo ilegal, pero así estamos, la naturaleza es preservar la vida. Hoy vemos este comercio informal en todos lados, sin restricción las ciudades, desde vehículos vendiendo cualquier cantidad de cosas en sus maletas, hasta feria de verduras, ventas de víveres y pan en las aceras y calles, como un mercado, a la antigua, donde incluso ya volvimos al trueque y llegamos al punto en que en cada comunidad, barrio y urbanización consigues de todo lo que necesitas, pues hay emprendimientos y comercio informal, algo que jamás ha sido tipificado: ya no impera la ley.

El venezolano sobrevive, y la mayor actividad de adaptación a la supervivencia es la actividad comercial, un nuevo fenómeno que se fundamenta en el intercambio de productos y servicios, principalmente alimenticios e insumos de primera necesidad; una actividad de compra-venta en la moneda de facto que se desarrolla con unas expectativas pero que, si te pones a ver, también se la lleva por delante la hiperinflación.

Este fenómeno social es producto del socialismo, la adaptación y las ansias de supervivencia, por la naturaleza del hombre de querer vivir y por la falta de ley, donde prevalece el fuerte y el que puede, el régimen y quien dice ser “opositor”, mientras una extensa mayoría se encuentra allí, sumergida en las tinieblas de la izquierda, sufriendo una variedad de calamidades y adaptándose a una crisis que no te permite ni ver, ni avanzar, ni siquiera pensar, donde no tienes condiciones mínimas para surgir, donde no hay servicios, no tienes luz, agua, ni combustible y donde todo es incierto, al punto de que jamás perderás la capacidad de asombro en cuanto al empeoramiento de cualquier circunstancia en el país.


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