Caminando en el nirvana que a veces otorga la soledad, entre cafeína y nicotina, una tonada de Mozart empieza sutilmente a sonar, la musa desciende irreverente, elegante como siempre o como nunca; empieza el desahogo:

Pienso y luego existo; siento y luego escribo; analizo y luego disparo; ensayo y luego practico.

Venezuela, la insalvable o «la que no se arregla» como muchos tristemente pueden afirmar; oh, suena el Twitter, uno más ha dado la solución a la ecuación de salvación a ese país que curiosamente nos hace pasear por el paraíso de placer, en un imperio de corrupción y el purgatorio de la inhumanidad nos encontramos con almas rebeldes, primitivas y silvestres, cargadas de una letal dosis de superficialidad, tratando de llenar lo que para su desgracia no se les fue concedido, intentando aparentar más allá de lo que su inútil esencia les permite ser, campaneando un vaso del mejor whisky para embriagar su infame interés. ¿Contradicción o verdad? La respuesta existe en nuestra consciencia.

Cambiando radicalmente el compás, suena una de la legendaria Metallica; la musa va en ascenso fulgurante y allí los círculos se han quedado pequeños, Dante lamentamos decepcionarte pues el caso Venezuela es algo que no llegaste a conocer. Maquiavelo estaría maravillado de la distintas divisiones que implementaron para conquistar y en la que por desgracia están reinando.

Nos transformamos, por acción u omisión, en una tierra en la que la maldad lleva el timón del barco. Generalizar es un básico error, pero cada quien tiene su dosis de culpabilidad. La raíz del problema de nuestro país no radica meramente en tener la razón o no tenerla, eludiendo la maniquea frase shakespeariana de «ser o no ser», ni tampoco en sí fuimos a votar o no fuimos pues tampoco es un pasaje bíblico «bien versus mal», no, el problema matriz es la inmensa inhumanidad que actualmente reina en nuestras mentes, corazones y que rige nuestra existencia. Una sempiterna discusión viciosa y egocéntrica, la condena absoluta a lo que se nos opone, la justificación del mal, la supervivencia se ha convertido en voraz y caníbal y eso se considera «normal».

Disculpe, don Fermín Mármol León que lo voy a refutar, pues «los cuatro poderes» regentes de este plano terrenal han sido pervertidos a su máximo esplendor: la riqueza hoy se consigue de manera insaciable e ilegal, el irrespeto por lo verde oliva raya en lo asquerosamente despreciable, el actuar político ya se ha convertido en pecado imperdonable y la fe en lo celestial muchos la han puesto a dudar. La reformulación total del orden y el honor ha sido un plan orquestado y consumado, pues ya estamos en el país del «todos contra todos».

El pana Hobbes estaría sorprendido, pues la pequeña Venecia se acerca a eso que el denominó “estado de la naturaleza”, es decir, el estado previo al ordenamiento jurídico, a las leyes morales, a las normas de convivencia que hacen de un hombre un ser humano. Estamos, diría Hobbes en guerra, y en esa guerra estamos solos, nos quedamos sin amigos y sin familia, no se consiguen los alimentos más básicos ni las medicinas más elementales, las oportunidades son para unos pocos y para muchos la supervivencia se pone cuesta arriba y un extenso etcétera, pero ¿qué haces para cambiar esta realidad? ¿Qué haces en medio de la tormenta? ¿Sólo anhelar la calma?

La llama de nuestro espíritu sigue con todo su resplandor. Hoy podrán insultarnos, desmotivarnos y aislarnos, pueden tratar de triturar nuestra alma y arrancar nuestro ser pero, nuestra esencia es resiliente. Una esencia que quizás algunos han perdido en este país plagado de anarquía emocional y futuro turbulento. Quizás para muchos no vale la pena el esfuerzo, para otros son locuras y más locuras, pero lo único que tenemos claro es que seguiremos hasta el final. Cueste lo que nos cueste. No sé si esta realidad cambie hoy, mañana o nunca, solo Dios sabrá,  pero lo que sí sé es que todos los días, con sol o lluvia, en el alba o en el ocaso, aunque duela y llore, estoy tratando de cambiarla. Tú puedes hacer lo mismo. Juntos sí podemos.

@JorgeFSambrano


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