Las bajas temperaturas en Texas dejaron sin electricidad a millones de hogares

Esta semana ocurrieron tres hechos significativos para los negocios e industria de la energía, gas y petróleo: primero, el retorno de Estados Unidos al acuerdo climático de París; segundo: el frío polar que afectó la capacidad de suministro eléctrico a Texas; y tercero, el repunte del negocio petrolero. Todo ello en medio de un escenario -eventualmente- poscovid que dibujará un nuevo tiempo en la energía.

Vamos por paso. El retorno al Acuerdo de París, por orden del nuevo presidente Biden, vuelve a comprometer a que Estados Unidos volverá a brindar “ayuda climática” a las naciones más pobres, y, al menos así se puede entender, buscar nuevas fórmulas para reducir los gases de efecto invernadero en su poderosa industria que utiliza, masivamente, energía de tipo fósil (petróleo y derivados) para mantener en pie su matriz económica.

No deja de ser importante resaltar que se debe exigir más a China, más que a Estados Unidos, porque la nación asiática -de todos los países suscribientes del Acuerdo de París- continúa siendo el emisor número uno del mundo de gases efecto invernadero nocivos para el medio ambiente y las condiciones de vida.

El objetivo de la nueva administración norteamericana es reducción de las emisiones de dióxido de carbono para 2030 de 40% y 50% que, dado el actual escenario, significaría: o reducción de estímulos a la industria del petróleo y gas o el incremento de costos de energía vía renovables para el consumidor final. Un complejo equilibrio, del que siempre hablamos, que Biden debe enfrentar, más si tiene en mente hacer de la matriz energética casi 100% dependiente de renovables.

Ello implicará muchísimas inversiones, estímulo desde el estado federal y principalmente compromiso de privados a invertir en nuevas energías, además un acelerado desarrollo de tecnología que permita abaratar costes de producción de energía en éste “nuevo tiempo”.

De todas formas -insisto- Estados Unidos no debe perder de vista que China y Rusia no son tan exigidos en la reducción de emisiones y China, vuelvo a subrayar, sigue teniendo un peso sustancial de su generación eléctrica basada en carbón.

Estados Unidos ofreció, en sus esfuerzos de descarbonizar la economía, millonarias inversiones público-privadas para generar electricidad vía renovables e interconectar desde Canadá hasta Colombia. Son ideas que deben ejecutarse sin necesariamente romper la industria del fracking de gas natural que tanta satisfacción dio a Estados Unidos manteniéndolo como líder en autoabastecimiento.

El segundo tema es de preocupación: los casi 30 millones de habitantes de Texas, que es el estado petrolero/gasífero por excelencia, además de productor de energía vía eólica/solar, en estos días pasados más de medio millón de hogares, industrias y edificaciones quedaron sin suministro eléctrico. El motivo: el frío polar provocó incremento de demanda eléctrica.

Algunos expertos denominan a este hecho una “explosión de la demanda” que inclusive perjudicó al norte de México, que recibe gas natural de Texas para sus generadoras de electricidad y que motivaron, entre otros aspectos, apagones en la nación de los aztecas.

El tema de Texas es un campanazo: es el estado que mayor energía produce, mueve sus centrales eléctricas con gas, con renovables o nuclear y todas no estuvieron a la altura de la “explosión” de la demanda y las responsabilidades están apuntando a ERCOT (la distribuidora de electricidad en 75% del estado The Electric Reliability Council of Texas).

Estar privados de electricidad o calefacción en un intenso frío polar nos hace reflexionar la importancia de la energía, las formas de producción y principalmente la seguridad en el suministro, más ahora que Estados Unidos vuelve al Acuerdo de París, donde -aunque no nos guste- no son muy “amigos” del gas natural el denominado “puente” para la transición energética de fósiles a renovables.

Un gigantesco estado como Texas, y Estados Unidos en general, por cierto necesitan más inversión en generación, transmisión y distribución, considerando que la actual administración busca generar energía menos fósil y más renovable. Este campanazo es una llamada de atención a preguntarnos cómo se comportará el futuro energético del gigante del norte.

Ello nos lleva a concluir en el tercer episodio: la recuperación del consumo de petróleo a nivel global.

En 2021 el consumo de petróleo puede recuperar más del 60% del volumen no consumido en 2020, por la desaceleración de la industria y el transporte producto de la “encerrona” por el covid-19.

«El consumo alcanzará los 96,4 millones de barriles diarios de crudo, recuperándose así del 60% de lo perdido por la crisis de la pandemia de covid», señala la AIE.

Hay incremento en la demanda porque los países asociados a OPEP, entre ellos el poderoso Reino Saudita, empezaron a producir más y podrían llegar a adicionar en el mercado 1,6 millones de barriles diarios durante 2021 por la lenta recuperación del moviento del transporte a nivel global y de la industria, el efecto de lo que se llama el “efecto de la vacuna”.

Esos tres elementos, consecuentemente, nos motivan a reflexionar, principalmente los policy makers de los gigantes de la economía que es tiempo de repensar las fuentes de suministro, volver a destacar el gas como parte de la transición y del petróleo que -con todo- seguirá siendo pauta de la economía global por mucho tiempo en tanto se consolide, definitivamente, una matríz energética únicamente sostenida por renovables, paso final de la transición a la que aún queda largo trecho de caminar.

 

 

 


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