Guaidó
Foto: Cortesía

Ante la noticia de que se propone un plan que incluye  dialogar o negociar con quienes ejercen el control de los recursos del Estado (Miraflores) resulta conveniente hacer un análisis descarnado de  la situación analizando de la manera más ecuánime posible las fortalezas y debilidades de los actores que eventualmente se sentarán ante una posible mesa de negociación.

Una de las primeras cosas que se negocia es la forma de la mesa donde se llevará a cabo el encuentro. Lo ideal es que sea redonda a fin de que no haya cabecera que indique desigualdades entre los que se sientan ante ella. Vale decir que si la mesa fuera rectangular, la parte que ocupe la cabecera será la “primus inter pares”. ¿Estupidez? Sí. ¿Irrelevante? No.

¿Quiénes serán los que se sientan? Por un lado naturalmente Maduro y su equipo, que pudiera incluir al  PSUV y algunos aliados de su elección. Por la otra parte el asunto es más difícil toda vez que la “oposición” –mejor llamarla “opción democrática”– es difícil de identificar en tanto y en cuanto la misma presenta diferentes caras: el G4, la “mesita”, la Asamblea del 2020, la Asamblea del 2015, Guaidó, la veintena de partidos políticos de maletín, etc.

El oficialismo por su lado luce más o menos unido, aun cuando sabemos que dentro de él hay tendencias. Todos tienen un solo y claro objetivo: permanecer en el poder y tratar de asegurarse la supervivencia en las mejores condiciones posibles cuando el barco se hunda.

La oposición, dada la diversidad ya anotada abriga intereses diversos. Los hay desde la “oposición pret-a-porter” hasta la colaboracionista, hasta la extremista, los que tienen agendas personales divorciadas del interés grupal etc. El escenario así presentado favorece al oficialismo.

¿Con qué recursos cuenta el oficialismo? Con todo el Estado, el dinero, la fuerza armada, el Poder Judicial y el apoyo de algunos aliados de peso (Rusia, China, Cuba etc.)  La oposición solo cuenta con el hecho de estar del lado correcto de la historia y la supuesta representación de un pueblo que –al día de hoy– ni está muy enterado ni interesado ya en estas cosas hoy diluidas ante las urgencias y carencias de la vida diaria. En materia de fuerza concreta hay que reconocer que se carece de ella. “¿Cuántas divisiones tiene el Papa?”, preguntaba  Stalin en 1935 cuando el canciller francés Pierre Laval le sugería moderar la persecución de la Iglesia Católica en Rusia a fin de no  incurrir en la oposición del Pontífice? ¿Cuántas tiene Guaidó & Co.?

El oficialismo tiene a su favor la totalidad de la fuerza mediática que llega a las grandes masas. La oposición cuenta con un ejército de “guerreros del teclado” que para un extremo u otro ejercen su libertad de expresión pero con una penetración desoladoramente limitada. Quienes leemos estas líneas sabatinas no rivalizamos en número ni interés con quienes tienen como primera prioridad conseguir la bolsa CLAP, la vacuna, el bono, el  carnet de la patria, etc.

Los demócratas, además de estar en el lado correcto de la historia como se comentó más arriba,  tenemos muchos e importantes aliados es cierto. De ellos la mayoría se limita a suscribir declaraciones de principio y solo pocos se la juegan con convicción siendo apenas Estados Unidos – y en menor grado algunos países de la Unión Europea -no todos- quienes han adelantado acciones concretas en apoyo al retorno de las libertades democráticas en Venezuela. Algún otro (Colombia) quiere apoyar más pero a estas horas su situación interna  es de que “el horno no está para bollos”.

Lo que sí es cierto y nos consta con motivo de nuestro diario peregrinar por instituciones públicas y privadas del mundo internacional y académico son dos cosas: a) que ya el tema Venezuela después de más de dos años de expectativas frustradas los tiene hastiados y b) que todos –repetimos TODOS- exigen, sugieren o piden en distinto tono que haya negociaciones que puedan ayudar a salir del statu quo.

Siendo la mayoría de la comunidad internacional democrática el ÚNICO apoyo concreto que acompaña a la opción de oposición y siendo que ellos unánimemente tienen una exigencia fundamental se pregunta uno si quienes tenemos la aspiración de regresar –o intentar regresar– al Estado de Derecho podemos hacer caso omiso del clamor de quienes nos apoyan.

De lo anterior surge que en opinión de este columnista la necesidad de dialogar es inescapable reconociendo –claro está- que será con pañuelo en la nariz.

Entendemos que respetados líderes ya han expresado y expresarán disconformidad con la opinión que antecede. A ellos y a los que se expresan en forma extrema por Twitter o Whastapp desde Miami o Madrid les reconocemos su derecho pero les invitamos a medir su fuerza en el conglomerado nacional y hasta en la diáspora de a pie (los que hacen delivery en bicicleta , tocan cuatro en medios de transporte o  se dedican al buhonerismo). Es que acaso alguno de ellos –o de nosotros– alguna vez albergó la ilusión de que el CNE írrito fuera a constituirse con mayoría de demócratas o con un 2-2-1? Acuérdense de aquel sujeto Francisco Carrasquero cuya designación  en 2003 se festejó como un logro tan solo para descubrir rápidamente que era títere del chavismo. Con ese CNE que hay hoy (3-2) es que habrá que conseguir las mejores condiciones posibles, la otra opción es la abstención y ya se ve que los propios  dirigentes de nuestro lado no quieren dejar pasar esa base por bolas. !Vaya usted a pedir abstención y después compruebe cuántos acatan!

En lo que sí debemos estar meridianamente claros es en definir cuáles son los puntos de la agenda, cuál es la metodología, cuál es el tiempo estimado de las conversaciones, quiénes son y qué papel desempeñan los facilitadores etc. Quien esto escribe tiene la seria sospecha de que el gobierno lo único que quiere es llegar a las elecciones de noviembre, colocar sus fichas y a la hora de las chiquitas dejarnos con los crespos hechos como ocurrió en Santo Domingo y Oslo. Ya  que hemos visto que no tenemos la fuerza para oponernos con éxito demos a nuestros negociadores un muy limitado beneficio de la duda, dejémosles la libertad de trabajar con la confidencialidad que la circunstancia exija pero…exijamos que no se dejen engañar como ya ha ocurrido. Quien se mete en esa candela mucho riesgo corre de salir chamuscado pero ese es el precio que se exige a quienes quieren ejercer el rol de líderes en momentos estelares de la historia. Churchill, De Gaulle, Walesa, Violeta Chamorro y otros afrontaron el reto en condiciones mucho peores y estuvieron a la altura. Seguros estamos  que negociadores de esa talla hay en nuestras filas. No les atemos las manos hasta no ver por donde se decanta la cosa.

@apsalgueiro1

 


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