Con la creatividad del venezolano, todos deben haber dicho o escuchado alguna vez eso de “lapsus brutis”, cuando una persona mete la pata inconscientemente. Una cosa como esa no existe ni está definida en ninguna literatura científica. Lo que sí se ha estudiado bastante, y sobre todo por los psiquiatras, es el inconsciente y sus “mañas”.

La mayoría de los profesionales que estudian la psique humana, aquí y en el mundo entero, conocen lo que Sigmund Freud estableció sobre el consciente y el inconsciente. Y aunque sea un mal psiquiatra, por algún lado lo debe haber leído. Estas dos instancias de la mente humana a veces tienen problemas para comunicarse de manera llana y sencilla entre sí, y entonces suele suceder que uno le pasa por encima al otro y suelta una verdad tan grande como una catedral.

Los entendidos, desde Freud para abajo, lo llaman “acto fallido”, es decir, algo que se le escapa al inconsciente y que el sujeto llega a verbalizar incluso sin pensarlo conscientemente. A veces se da cuenta y se justifica como “confundido”, pero a veces ni lo escucha.

Este caso que nos ocupa es bastante raro, pero no deja de ser elocuente para el que lo haya escuchado. Si a esto se le aplicara un poco de otra disciplina que nada tiene que ver con la psiquiatría, como el análisis del discurso, también se encontrarían cosas muy interesantes.

Por ejemplo, la frase en cuestión comienza con una mentira: “Yo quizás no sepa tanto de psiquiatría”. Es obvio que aquí habló conscientemente, pues debió estar guiado por el objetivo de hacerse ver como un político formado y con experiencia, no un profesional de la medicina y de la salud mental. Mintió ex profeso porque quiere engañar, pues es sabido que todo lo que aprendió en la Escuela de Medicina de la UCV y en su posterior posgrado lo aplica muy bien en su desempeño público. Sobre todo lo que tiene que ver con manipulación de mensajes y de grandes masas. Es un buen psiquiatra hasta para prescribir medicamentos que mantengan a todo el mundo como una seda.

Después viene una gran verdad, pero que esconde un trasfondo negativo: “…pero de elecciones sí sé”. Indudable, pero no por las razones que unas palabras tan sencillas pudieran significar, sino porque desde que fue presidente del CNE ha sido el artífice del enturbiamiento de las elecciones en el país, el padre de las máquinas de votación, del manejo oscuro del registro electoral, de la transmisión manipulada de data. Cuánta certeza pero de la mala hay en esta simple afirmación.

Y luego, como conscientemente mentira y verdad turbia chocaron, hicieron explosión y esa oportunidad no la peló su inconsciente: “Anoten por allí, es imposible que nos arrebaten la derrota”. Se sabe perdido, sabe que nadie votará por él, sabe que nadie lo quiere como político, ni como dirigente ni como gobernante, sabe de las encuestas.

Todo esto está claro. Lo que muchos pudieran no tenerlo tan diáfano es que, a pesar de que su inconsciente le dice la verdad, también es cierto que él tiene todas las herramientas para voltear los resultados. Y allí, el acto fallido sería otro.

 


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