Lo sabe Diosdado y lo saben los hermanos Rodríguez. Lo padece Nicolás Maduro. Atormenta al general Vladimir Padrino. Lo saben también los países que por años fueron sus aliados en la región, especialmente Brasil y Colombia. Siempre lo debió de haber sospechado Gabriel Boric, que ha sido coherente como ninguno en su postura. Lo sabe hasta el imperturbable Pedro Sánchez. Hasta el mismísimo Centro Carter, siempre tan bien recibido en Miraflores, lo sabe.
Lo certifica la inmensa mayoría de los venezolanos que votaron el pasado domingo. Lo sabe y lo reclama el mundo democrático: las actas del escrutinio del 28 de julio conceden la victoria a Edmundo González Urrutia. Son, por tanto, las actas de defunción de un régimen político tenebroso, que se resiste al mínimo decoro en su hora de despedida.
Han pasado 72 horas desde que Elvis Amoroso, abonado a la causa partidista, asignó una cifra a Nicolás Maduro, una menor a Edmundo González y a un tal “otros” una cantidad insignificante.
La informalidad de un resultado electoral crucial para la vida de la nación queda evidenciada, de primeras, en esa actuación ligera e irresponsable de quien ejerce la dirección del Poder Electoral: la categoría “otros” no existe, nadie votó por “otros”.
Había tanto apuro para dar ganador a Maduro de la forma que fuera que toda la pandilla de candidatos que apoyaron la campaña electoral del oficialismo fueron reducidos a “otros”. No se podía perder tiempo en esa pequeñez. No tienen nombre. La identidad de esos candidatos, como las tarjetas robadas a los partidos históricos de la democracia venezolana, le pertenece a Nicolás Maduro.
Han pasado 72 horas y no hay una sola acta publicada por el Consejo Nacional Electoral que confirme que Nicolás Maduro ganó, que Edmundo perdió y que “otros” engloba a ocho nombres inexistentes.
Todo se reduce a la publicación de las actas de votación. El Comando con Venezuela, que lidera María Corina Machado, tiene en su poder 84% de las copias exactas de esas actas, que son testimonio del escrutinio del domingo y prueba irrefutable de que Edmundo González Urrutia ganó y arrasó en todo el país y en todos los segmentos sociales. Son, pues, las actas de defunción de Maduro y el oficialismo.
Por lo tanto, no se trata de negociar un “resultado” ante la existencia de “dudas” respecto al escrutinio. El Consejo Nacional Electoral no notificó ningún escrutinio con sus soportes, sino un resultado del que no se sabe de dónde salió, que es inauditable y que carece de valor alguno.
La verdad está en las actas. Lo que el pueblo venezolano votó con valentía y contundencia está recogido en las actas que ya son del dominio público gracias a la organización de la campaña presidencial opositora que recopiló y guardó el veredicto de las 30.026 mesas de votación.
Reconocer la realidad política surgida del 28J es la forma segura, legítima y constitucional de alcanzar la paz y abrir el período de la transición democrática en el que prevalezcan las garantías para todos los venezolanos.
El gobierno de Nicolás Maduro ya ha sumado a su amplio y documentado expediente de violación de los derechos humanos la muerte de 11 venezolanos más en estas últimas 72 horas, como consecuencia del desconocimiento de la voluntad popular y de represión del derecho a la protesta ciudadana para restaurar la legalidad democrática.
Debe cesar la represión. Deben presentarse y reconocerse las actas de votación y garantizar al bravo pueblo venezolano su derecho a la tranquilidad y a la verdad.
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