En el amplio campo de la maldad, la estafa ocupa un lugar significativo. En estricto derecho, comete la estafa el que hace uso del engaño con el específico propósito de inducir a otro a realizar actos de disposición en perjuicio propio o de un tercero. A través de su práctica se despoja a alguien con engaño. Como todo hampón, el estafador centra su acción en obtener dinero, o cosas de valor, con artificios de toda índole y ánimo de no pagar o devolver lo sustraído.

Aunque no nos referiremos ahora al anterior tipo de acción, lo que el gobierno de Nicolás Maduro ha hecho contra María Corina Machado y su candidata, Corina Yoris Villasana, es una estafa política a los venezolanos demócratas. Sin duda, estamos ante lo peor que se le ha podido ocurrir al conductor de Miraflores; el terror que él tiene a estas mujeres no le permiten dormir tranquilo, lo que no es para menos. Eso de que dos ilustres damas lo batuqueen contra el piso y lo obliguen a entregar el mando es algo insólito: algo que él ni Cilita se pueden permitir. En la mente de ambos, ya embotadas por tantas preocupaciones, no hay espacio para aceptar tan triste realidad: la mayoría de los venezolanos están convencidos de que, más temprano que tarde, saldrán de ellos. Por tanto, no será necesaria una guerra ni el consiguiente baño de sangre. El tiempo del terror no tiene aquí cabida alguna. Los venezolanos quieren sólo vivir en paz y armonía, como en los viejos tiempos de la democracia y a pesar de sus imponderables. Además, la inmensa mayoría de nuestros emigrantes anhelan, más que nada, retornar a su tierra amada.

Durante mi largo desempeño como consultor jurídico y vicepresidente del Banco Central de Venezuela me tocó la fortuna de viajar, por razones de trabajo, a lo largo y ancho del mundo. De esa gran experiencia saqué una importante conclusión: en verdad Venezuela es Tierra de Gracias. Pude conversar con muchos extranjeros que conocieron nuestro país y de ellos sólo escuché alabanzas a nuestros atractivos turísticos, la amabilidad de los venezolanos en general y la belleza de nuestras mujeres. Lo antes señalado lo resalté en anterior ocasión, pero creo que vale la pena recordarlo una vez más.

Volviendo a lo central de nuestro artículo de hoy, le sugiero al conductor de la revolución ya casi fallida que asuma la inexorabilidad de la nueva situación que le espera, y que comprenda que todo gobierno, al igual que la vida, tiene un punto final. Gracias a Dios no somos eternos, razón suficiente para poner a un lado el nerviosismo que invade al liderazgo revolucionario y se dispongan a entregar el testigo cuando ya el país está que revienta de tantos malestares. Nuestro refranero popular es contundente cuando se advierte que, “la masa no está para bollos”.

Por ahora, dejamos nuestras reflexiones y comentarios de hoy hasta aquí.


El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!