Regresa nuevamente el ejército de operadores políticos del chavismo y la falsa oposición para promover la fiesta electoral de esta temporada que será el 21 de noviembre. Una vez más chavismo y falsa oposición vuelven a coincidir en la defensa del estado chavista. Sus diferencias son aparentes porque ambos están de acuerdo en defender al estado chavista que les permite seguir en el negocio de la política y más específicamente en la próspera industria electoral que parece ser el único sector económico que se mueve en Venezuela, además del narcolavado.

Tal como siempre ocurre en tiempos de faena electoral volvemos a ver el desfile de analistas, periodistas, encuestadores y consultores quienes regresan con teorías recicladas para justificar el voto bajo el régimen chavista. Estos operadores que están afiliados bien al chavismo o a la falsa oposición tienen la tarea de propagar las fantasías electorales que de alguna forma tratan de convencer a los venezolanos de usar el arma del voto para salir del chavismo. Si, los operadores chavistas son los más entusiastas de este tipo de campanas.

El chavismo usa eficientemente el aparato del estado para mover a sus clientelas y llevarlas a votar con bozal de arepa o de lo que sea. La falsa oposición por su parte tiene que apoyarse en las migajas que el chavismo le lanza para pagar a sus activistas, pero por supuesto estas prebendas no son suficientes para mover a la gente a votar por un aspecto comprensible y elemental de escasez de recursos.

Así la falsa oposición se ve obligada a ejercitar el reciclaje de promesas para engañar a la mayor cantidad de gente que pueda y llevarla a votar. Ya son más de dos décadas usando la misma prédica, aunque con distinto empaque. La esencia del argumento consiste en tratar de hacerle creer a la gente que participando con el voto es posible que algún día el chavismo pierda las elecciones y entregue el poder.

Por esta razón y en forma consistente la falsa oposición siempre se enfoca en las llamadas garantías electorales desconociendo, en forma deliberada y maniquea, que antes que garantías electorales hay unas garantías políticas que al ser inexistentes en Venezuela reducen el evento electoral a una farsa.

Argumentar esto en 1999 era mucho más difícil porque, aunque se disponía de los elementos para entender que estábamos frente a la conformación de un estado chavista hegemónico que jamás entregaría el poder, en ese entonces no disponíamos de la evidencia histórica para fundamentar esa hipótesis.

Décadas después se entiende con más claridad que el fraude electoral que tanto denuncia la falsa oposición es una estafa que enmascara su papel de sostén y colaboradora del estado chavista. La tesis del fraude electoral asume por descontado que hay condiciones políticas óptimas para que opere un cambio de gobierno dentro de ese régimen político. Esto como ya ha sido desmentido por la realidad una y otra vez. Inclusive cuando el aparato estatal chavista  ha experimentado pequeños cortocircuitos y fallas internas como en las elecciones del 2015 inmediatamente sus estructuras se activan para corregir la anomalía.

La mejor evidencia de que el problema de fondo en Venezuela no es el fraude electoral sino el fraude político articulado por el Estado chavista y sus instituciones es el hecho de que cada vez que el chavismo adjudica posiciones dentro de su régimen político a la falsa oposición de inmediato hace los ajustes para vaciar de contenido y potestades esos cargos, pero no de recursos y dinero porque ese el pago por los servicios prestados.

Si el chavismo le adjudica a la falsa oposición la mayoría de la Asamblea Nacional, como lo hizo en 2015, al mismo tiempo le monta una Asamblea Constituyente por encima o una Asamblea paralela que son las reconocidas por el Estado chavista. Si el chavismo le da unas gobernaciones y alcaldías a la falsa oposición, como lo hizo en 2018, entonces les nombra por encima unos protectores que actúan como una suerte de agentes plenipotenciarios del régimen. Eso sí, lo que el Estado chavista no le quita a la falsa oposición son las asignaciones de dinero para que esta pueda pagar a sus clientelas a través de algunas gobernaciones y alcaldías.

Detrás del argumento de mejorar las condiciones electorales que la falsa oposición siempre usa en realidad lo que hay es una súplica por mejorar las condiciones del reparto de cargos y la convicción que dentro del régimen político chavista se puede operar y convivir, cohabitar pues.

Este esquema de confrontación aparente entre el Estado chavista y su falsa oposición oficialmente aceptada funciona perfectamente para quienes viven y parasitan de la política, pero no para la inmensa mayoría de los venezolanos víctimas de este cogobierno. Para los venezolanos un alcalde aquí y un gobernador allá no va a cambiar la realidad que es la de tratar de sobrevivir al proceso de disolución de la nación venezolana.

Pero la voracidad de la falsa oposición en agarrar cualquier migaja que le tire el chavismo es tal que inclusive ahora para las elecciones del 21N ha renunciado a su propia tesis de las condiciones electorales e irán a esas elecciones aunque el chavismo no les dé nada. Seguro algo les darán, pero su posición de participar en esas elecciones admitiendo de antemano que el chavismo podría quedarse con todo dice mucho del verdadero interés que tienen de seguir dando palos a la piñata electoral y apilar todo lo que caiga.

Hay otro pequeño sector de esta falsa oposición que con un fingido pudor se pone el pañuelo en la nariz y asegura que no se debe participar en las elecciones del 21N pero que respetan la posición de quien quiera participar. En otras palabras quieren quedar bien con unos y otros además de insistir en la tesis de que no se vota por un tema de condiciones electorales. Mayor descaro, mayor oportunismo imposible.

Las razones para no votar el 21 de noviembre son muchas. Quizás la más importante sea la evidencia histórica de que votando y reconociendo al régimen chavista nada se ha logrado. Resulta evidente que las condiciones electorales pueden cambiar pero mientras no haya garantías políticas las elecciones no serán más que lo que han sido hasta ahora: Puro circo y estafa. El Estado chavista no está en posición de ofrecer garantías políticas porque eso equivaldría a ceder el poder.

Esta nueva estafa electoral en ciernes es una magnífica oportunidad para que le expliquemos a los venezolanos que las razones para no votar en esta y en las siguientes elecciones no es por la falta de condiciones electorales mismas, como dice un sector de la falsa oposición, sino por la ausencia total de garantías políticas bajo un Estado que ha sido diseñado para jamás ceder el poder.

@humbertotweets


El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!