El régimen chavista venezolano ha convocado para el 6 de diciembre unas elecciones a la Asamblea Nacional.  El presidente encargado, Juan Guaidó, por su parte, ha convocado a toda la oposición, “a pesar de las diferencias” internas que arrastran desde hace años, para “denunciar, rechazar y desconocer el fraude parlamentario”.

Josep Borrell, alto representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, aseguró que estas elecciones no cumplen las condiciones para un proceso transparente. Según Borrell, se intentó que fuera neutral el Consejo Electoral Nacional, que la participación de todos los partidos políticos fuera en pie de igualdad, que cesase la descalificación y persecución de sus líderes, y que hubiera una observación electoral internacional, sin conseguirlo.

A su vez, una coalición de países, incluyendo los que conforman al Grupo de Lima, el Grupo de Contacto Internacional, la Unión Europea y Estados Unidos se unieron para exigir una elecciones presidenciales “libres y justas” en Venezuela.

Atendiendo a estos hechos, no cabe esperar otra cosa que la abstención de la oposición ante los comicios del 6 de diciembre, pero esta abstención debería ser una abstención activa.

La abstención activa se entiende como una postura de protesta, y como una acción política, ya sea frente a una elección en particular, el sistema político en general o una situación de falta de garantías democráticas.

Los obispos venezolanos han pedido participar de forma masiva en las elecciones de diciembre. Se argumenta que no debe ocurrir lo mismo que pasó en diciembre de 2005. Sin embargo, no parece coherente defender la participación cuando no se cumplen ciertos requisitos mínimos democráticos como se ha señalado anteriormente.

Según un estudio de la consultora Datincorp, 57,44% de la población venezolana acudiría a votar en unas eventuales elecciones, aunque 54,1% afirma que el Consejo Nacional Electoral no es fiable. Solo 37,18% dice que está totalmente decidido a votar.

Estos porcentajes variarían, aumentando a favor de la abstención, si se tuviera en cuenta la no aceptación de las elecciones por parte de la oposición o el incumplimiento de los requisitos democráticos mínimos exigidos por la comunidad internacional.

En otras palabras, una abstención masiva el 6 de diciembre podría significar la caída del régimen chavista, pues estaría deslegitimado de cara al pueblo venezolano. En cierto modo una amplia abstención puede tener más impacto que el ganar unas elecciones legislativas.

Sin duda es difícil controlar que las cifras de la abstención sean finalmente las verdaderas, ya que estas también se pueden manipular. En cualquier caso, esta sería una de las funciones que debería desarrollar la oposición, medir correctamente la abstención.

La unidad de la oposición es primordial y, en este sentido, es importante que la Iglesia rectifique en sus afirmaciones, ya que habría que seguir el dicho de “al césar lo que es del césar y a Dios lo que es de Dios”, y separar en cierto modo los asuntos espirituales de los terrenales.

En definitiva, la democracia también se ejerce a través de la abstención, y quizás esta sea la clave para un cambio político en Venezuela.


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