Hace 20 años, en medio de la turbulencia y los tumultuosos acontecimientos que siguieron al 11 de abril y pese a las posteriores glorificaciones lo más destacado de la efeméride fue la rendición de Chávez.  Con él se rindieron sus ministros, generales y aliados revolucionarios. Muchos huyeron despavoridos y más tarde lo harían los empresarios/golpistas encabezados por Pedro Carmona. Por algún tiempo el codiciado poder yacía en el suelo de un corredor de Miraflores y nadie se atrevía a recogerlo.  El general Raúl Isaías Baduel, el único oficial entonces con la testosterona suficiente y poder de fuego de las FAN, como si se tratara de un Caballero de la Corte de Ricardo Corazón de León, hace que un escuadrón en un helicóptero se dirija a La Orchila, tomen por el cuello al plañidero comandante, legítimo electo presidente. para que lo depositen de nuevo en Miraflores donde se inicia uno de esos episodios que hizo decir al viejo Marx que la tragedia siempre se repite en la historia como farsa. Chávez, embriagado de poder y estulticia, poco le faltó para reclamar las glorias de Julio César como suyas. Muy probablemente la Venezuela heroica bolivariana es la única de la historia cuyo líder llega a la cumbre del poder exhibiendo un repertorio de rendiciones, algunas de ellas quejumbrosas.

Para estos revolucionarios debe ser una incongruencia histórica que haya sido Ulyses Grant, el general victorioso de la Guerra Civil Americana, el que alcanzó la Presidencia de Estados Unidos y no el rendido general Robert Lee. O que Dwight Eisenhower en Estados Unidos y Charles De Gaulle de Francia, verdaderos héroes de la Segunda Guerra Mundial, hayan sido presidentes de sus respectivos países tras múltiples victorias. En Venezuela desde Bolívar a Pérez Jiménez, los militares no llegaron al poder como Chávez, precedidos de derrotas y rendiciones. La historia de América Latina está llena de militares autócratas y demócratas que llegaron el poder, por las buenas o por las malas, pero bajo el impulso de un prestigio castrense, generalmente bien ganado. En esta Venezuela descompuesta que surgió de la revolución bolivariana, las mansas rendiciones de Chávez son probablemente una de las más raras anomalías de la historia del continente. Los revolucionarios elevaron al poder a un chafarote, no sólo sin el respaldo de alguna acción militar exitosa, sino que en todas se rindió.

El 11 de abril de 2002, los captores del comandante estaban dirigidos por empresarios que soñaban hacer de Venezuela una réplica petrolera de Arabia Saudí. Con ese fin designan a Pedro Carmona como una suerte de CEO y jeque polichinela quien, por órdenes de sus propietarios, de inmediato anula todos los poderes del Estado. El pasado año en la misma efeméride escribimos algo parecido y el pillo de Pedro Carmona nos amenazó con demandas judiciales. Todavía las estamos esperando.

El más grande desafío que enfrentaron los conjurados en esa ridícula estrategia fue qué hacer con el comandante Chávez. Embrollados con el poder que acababan de recoger del piso, no sabían hacer con ese poder y con Chávez. Es el propio comandante quien, tímidamente, entre gemidos y suspiros les sugiere, les susurra ¿qué tal si me envían Cuba?

Los empresarios eran explicablemente irresolutos. Como Carmona, sólo habían acumulado experiencias en empresas como Pepsi Cola, Tío Rico S. A., Venevisión, Miss Venezuela, Saeca o Cervecería Regional y, mientras discutían el destino del comandante no se les ocurrió otra casa que mandarlo a ruletear por varias guarniciones de oriente hasta alojarlo en La Orchila. Allí lo rescata el general Raúl Isaías Baduel proporcionándoles, al gobierno y a la oposición, un invalorable e histórico servicio. Depositando de nuevo a Chávez en Miraflores, se restablece el orden (es un decir) constitucional violado y alterado de la presidencia, de la Asamblea Nacional, Corte Suprema de Justicia y el resto de las instituciones, evitando así la catástrofe que habría significado la permanencia del jeque Carmona y sus cómplices quienes ya había eliminado de un plumazo, con la complicidad de otros uniformados, todos los poderes legítimos del Estado. Los uniformados servirían más tarde de ornamentos revolucionarios y beneficiarios del saqueo que se acrecienta exponencialmente a partir de ese 11 de abril, por temor a que el comandante Chávez, ante otra refriega en las adyacencias de Miraflores la enfrentara con los brazos en alto.

Corporaciones y conspiraciones

Durante las tres primeras décadas del siglo XX, Estados Unidos envió tropas a América Latina en 32 ocasiones. Muchas de ellas en respuesta a la “diplomacia del dólar”, destinada a fomentar y proteger los negocios de las corporaciones de Estados Unidos en el exterior. La “diplomacia del dólar” era la expresión de la política exterior del presidente William Howard Taft y su secretario de Estado, Philander C. Knox, para garantizar la estabilidad financiera de los países de América Latina y Asia Oriental. El 11 de abril de hace veinte años no fue sino un coletazo republicano de Bush de esa “diplomacia del dólar”, en la que corporaciones y conspiraciones rimaban.

Después del 11A Chávez acusó a Estados Unidos de participar en el golpe indicando que hubo movilización de aeronaves y buques. The New York Times coincidió con estas denuncias y vinculó el 11A con altos funcionarios del Departamento de Estado y del Pentágono. Aparte de la participación de los liliputienses de Carmona, surgieron sospechas de corporaciones americanas como Enron, la gigante que más tarde colapsó bajo el fardo de uno de los mayores fraudes financieros de la historia.

Enron fue señalada de haber contratado firmas de seguridad, interesadas en bloquear la Ley de Hidrocarburos en representación de decenas de empresas de energía de Texas. La firma francesa, Intelligence Global Strategic Information, deslizó en Europa que Phoenix Consulting Group (PCG), una firma de inteligencia y contrainteligencia corporativa de Estados Unidos y su CEO John Nolan, habrían participado en estos sucesos contratados por la CIA y grandes corporaciones. John Nolan, CEO de Phoenix Consulting Group, había sido, juntos otros fundadores de esta empresa operativos de inteligencia y parte de la operación conocida como Phoenix Program en Vietnam (de allí el nombre de la corporación), un código usado para una operación negra que generó grandes controversias en ese tiempo. Phoenix Program en Vietnam estuvo destinada a penetrar líneas enemigas para destruir infraestructuras y asesinar a oficiales enemigos a través de una red organizativa clandestina que simulaba la apariencia de campesinos y ciudadanos comunes, entrenados para estas acciones. Una investigación del Senado de entonces reveló que se usó una extrema e indiscriminada violencia. John Nolan también estuvo envuelto en varios escándalos de espionaje industrial. Un reporte acerca del espionaje industrial en Estados Unidos del FBI admite que, en la industria de defensa de Estados Unidos, 58% del espionaje proviene de corporaciones y 22% de gobiernos extranjeros.

En esa oportunidad nos comunicamos con John Nolan de Phoenix Consulting Group, para que respondiera acerca de estas acusaciones de Intelligence Global Strategic Information y su supuesta participación en el 11A. Nolan nos aseguró que la información de Global Strategic Information era “basura” y negó cualquier relación con Venezuela y hasta donde él sabía, de cualquier miembro de su organización. Nos aclaró que nunca perteneció a la CIA. “Jamás –enfatizó– he sido un operativo de la CIA, fui un oficial de inteligencia militar de la DIA», Defense Intelligence Agency. Con respecto a la acusación de que participó en el 11A alegó: “Es imposible probar una negativa.”

A partir del 11 de abril de 2002 un variopinto grupo de opositores, en seguimiento de quien se erigió como un conspicuo líder, Henry Ramos Allup, proclamaron el famoso pero falso dilema de ¡dialogamos o nos matamos! Efectivamente, siguen vivos, pero dialogando o rogando por dialogar durante estos veinte años. Henry dirá, como el viejo tango… veinte años no es nada.

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