Foto AP/Matias Delacroix

En medio de la compleja e interesante agenda que Joe Biden tenía que cumplir durante esta recién finalizada semana, bien condimentada con la visita del presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, una cuenta del Departamento de Estado sobre ese pequeño pero incesante malestar llamado Venezuela, le esperaba en su escritorio de la Oficina Oval para cuando tuviera algún tiempito.

La información que llegaba a oídos del presidente Biden -porque seguro ni ganas tuvo de leer nada relacionado con el interminable culebrón venezolano-, resultó ser un verdadero bálsamo, aunque fuese por los escasos segundos que se necesitaron para despachar el asunto.

Pues sí, algo muy parecido a lo que había estado esperando por mucho tiempo la administración Biden, finalmente se concretó: tres de los partidos que conforman el G4 (Primero Justicia, Un nuevo tiempo y Acción Democrática), corazón de la llamada Plataforma Unitaria, autoproclamada representante legítima de la Venezuela opositora, decidieron presentar en la sesión extraordinaria de la Asamblea Nacional (2015), del pasado jueves 22 de diciembre,una propuesta sobre la reforma al Estatuto para la Transición, cuyo principal propósito es la eliminación de la presidencia interina ejercida por Juan Guaidó y transferir sus responsabilidades ejecutivas a la AN como órgano colegiado.

La votación para aprobar este cambio fue contundente: 72 votos a favor, 23 en contra y 9 abstenciones;con lo cual, el próximo paso será remitir el texto a una comisión especial conformada por los jefes de fracción de los distintos partidos que integran la AN, para finalmente someterlo a una segunda lectura y eventual aprobación.

El debate generado por esta propuesta que se impuso a otra presentada por el mismo Juan Guaidó para prorrogar su mandato, se sintetiza en dos reflexiones principales.

Por un lado, la parte afectada considera que esta decisión compromete seriamente los activos de la nación en el exterior que han estado bajo la administración de la presidencia interina, y, lo que sería aun peor, le estaría abriendo la puerta de par en par a Maduro y su régimen para su definitiva legitimación en el poder.

Del lado de los “reformistas” se considera necesario dar un giro político-estratégico, tomando en cuenta los pocos resultados derivados del interinato, pero sin indicar en qué consistiría exactamente ese cambio, salvo el traspaso de las funciones ejecutivas de Juan Guaidó al conjunto de la AN.

Para tranquilizar los ánimos,los principales voceros de la propuesta sólo se limitaron a adelantar que se eliminaría todo el gobierno interino a excepción de tres instancias todavía necesarias; es decir, “las juntas creadas para tratar temas de la estatal Petróleos de Venezuela (Pdvsa), la del Banco Central (BCV) y una comisión ejecutiva que se ocupará de asuntos relativos a la defensa de los activos en el exterior”.

Para muchos con cuatro dedos de frente, esta nueva aproximación al tema de la administración de los activos en el exterior no deja de generar ciertas suspicacias. Algo que nos retrotrae irremediablemente a la experiencia de corruptela de la empresa petroquímica Monómeros que generó un gran cúmulo de denuncias y acusaciones mutuas entre los mismos personeros de la oposición. Mismos personajes, mismas tentaciones. Es como una especie de multiplicación de las manos en la masa. Pero ya esto sería otro cuento aparte.

Un respiro para Washington

Con esta movida, que no hace más que reforzar la percepción de una siempre dividida oposición democrática venezolana, la administración Biden parecería tener ante sí el posible antídoto para las críticas de sus tantos detractores por la que se consideran ha sido una política ambigua hacia el perverso juego político que impera en Venezuela.

Está claro que en ningún momento iba a ser el ejecutivo de los Estados Unidos el villano que decretaría el fin del interinato de Juan Guaidó, aunque en la práctica, y ejemplos sobran, la interlocución entre Washington y el régimen de Maduro ya se venía produciendo de manera notoria y con resultados efectivos, al margen de la presidencia interina. Para el que no esté convencido de esto, sólo bastaría con preguntarle a los narcosobrinos de Cilia Flores y a la Chevron.

En todo caso, la fallida política de máxima presión desde los años de Donald Trump, en la que todas las opciones estaban sobre la mesa, y lo comprobadamente inefectivas que han resultado las sanciones para desalojar al régimen – aun cuando se insista en estas como único recurso a la mano -, así como las nuevas realidades geopolíticas derivadas de la guerra en Ucrania y su impacto en el mercado energético,  terminaron de convencer a los asesores de la Casa Blanca y altos funcionarios del Departamento de Estado sobre el necesario cambio de enfoque y estrategia que requiere el expediente Venezuela.

Juan Guaidó y su interinato, simplemente le han seguido sirviendo al gobierno de Estados Unidos como pieza de su estrategia, por demás inútil, de contención al régimen madurista. Instrumento necesario en su debido momento y alrededor del cual se forjó una alianza de países que desconocieron la írrita elección de Nicolás Maduro en mayo de 2018, y que, por tanto, ratificaron su condición como usurpador de la presidencia.

Con el paso del tiempo este bloque de países que han apoyado a Juan Guaidó se ha venido resquebrajando, atendiendo a razones prácticas y de facto, que tienen que ver con la consolidación de la posición de poder de Nicolás Maduro, ahora reforzadas por circunstancias como el regreso de gobiernos de corte progresista en la región, caso de Colombia y Brasil.

No está previsto que el gobierno de los Estados Unidos se oponga a decisiones que surjan del seno de la Asamblea Nacional venezolana (2015). Después de todo, es una potestad soberana que no representaría obstáculo alguno a la torpe hoja de ruta elaborada por el equipo de Joe Biden, que seguirá privilegiando los intereses estadounidenses en detrimento, si es necesario, de la aspiración máxima de todo un país que no es otra que un cambio político en Venezuela.

Luz verde tendrá ahora el presidente Joe Biden para seguir acercándose y entendiéndose más relajadamente con el régimen madurista, sin el estorbo que implica la presidencia interina, tal y como ha anunciado la experiencia de este año que termina.

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