Miles de cubanos han salido a las calles protestar en los últimos días. Demandan cosas muy diversas, comida, electricidad, libertad. El gobierno comunista ha hecho lo que siempre hace, reprimirlos, golpearlos, encarcelarlos. Un pequeño grupo llegó a las costas de Florida, sobreviviendo al huracán Ian que devastó esa región. Prefirieron correr un inmenso riesgo a seguir malviviendo en su país, sin esperanzas de un cambio.

Esa es la clave del problema. Cuando los comunistas se hacen del poder, no lo sueltan. En una democracia siempre hay altibajos, pero la alternancia en el gobierno permite hacer correcciones.

En 1959, Fidel Castro asaltó el gobierno derrocando a la dictadura de Fulgencio Batista. Aseguró que no era comunista y casi todos le creyeron. En ese momento, Cuba era uno de los países más prósperos de América Latina. Hoy es uno de los más paupérrimos. Por eso millones de cubanos han huido y lo siguen haciendo. Han perdido la esperanza de cambiar al régimen.

Veinte años después, en 1979, Daniel Ortega y los sandinistas derrocaron la dictadura de Anastasio Somoza en Nicaragua y se hicieron del poder. Fueron respaldados por los Estados Unidos y varios gobiernos democráticos de América Latina. Hoy día Ortega sigue en el poder, reprimiendo y encarcelando a los opositores, luego de un interregno democrático.

En 1999, veinte años después, Hugo Chávez se apoderó del gobierno en Venezuela, luego de ganar las elecciones, jurando que era un demócrata y que no se perpetuaría en el poder. Venezuela posee las reservas de petróleo más grande del mundo y era un país relativamente próspero. Hoy está hundido en la miseria y sometido a una brutal dictadura, que ha forzado a 7 millones de personas a huir.

Las tres son dictaduras comunistas que se respaldan mutuamente y con similares alianzas internacionales. Pero tienen algunas diferencias.

La dictadura en Cuba se instauró en un momento en que el comunismo en el mundo todavía tenía adeptos que lo justificaban política e ideológicamente. Por tanto, defendían abiertamente la ficción de la “dictadura del proletariado”, el partido único y el caudillo perpetuo.

Cuando los comunistas se apropiaron del gobierno en Nicaragua, la situación estaba cambiando y se vieron obligados a realizar elecciones en 1984, pero las manipularon, hicieron fraude y se impuso Daniel Ortega. En 1990 no les alcanzó la trampa y perdieron. Pero cuando Ortega regresó el 2007 ya había aprendido la lección y ni siquiera intenta disimular, simplemente encarcela a los candidatos opositores. Pero realiza periódicamente elecciones fraudulentas (2012, 2017, 2022).

Chávez llegó al gobierno mediante elecciones, en una etapa en que ya se había demostrado que los comunistas no podían derrotar a las fuerzas armadas con insurrecciones y terrorismo. Rápidamente cambió la Constitución, controló a las Fuerzas Armadas mediante la corrupción, y concentró el poder eliminando la independencia de los otros organismos el Estado. Sus sucesores siguen allí y ni las protestas ni las sanciones internacionales los conmueven. Mantienen también una ficción de democracia realizando comicios amañados cada cierto tiempo. Denominan a su régimen socialismo del siglo XXI.

Hoy día, en América Latina, los comunistas ya no abominan de la democracia abiertamente. Es más, la utilizan para llegar al gobierno, porque ya han entendido que no pueden derrotar por la violencia a las fuerzas del orden, pero una vez en allí, capturan a las Fuerzas Armadas mediante la corrupción, y luego van concentrando el poder y destruyendo la democracia, para perpetuarse. Su propósito es gobernar sin contrapesos, autoritariamente e indefinidamente.

Como dice Carlos Sánchez Berzaín, las característica de estas dictaduras del socialismo del siglo XXI o castrochavismo son ineficiencia, corrupción, participación en el narcotráfico, control del Estado como grupos de delincuencia organizada y su necesidad de permanecer indefinidamente en el poder para tener impunidad. (“Castrochavismo. Crimen organizado en las Américas”).

En el Perú estamos muy cerca de ser parte de ese aborrecible club. El corrupto gobierno de Pedro Castillo está a punto de controlar políticamente el Ejército, luego de lo cual terminará de liquidar lo que queda de democracia.

Artículo ublicado en el diario El Reporte de Perú


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