«El canario tiene un río pequeñito en la garganta”.

Al conmemorarse ayer, 25 de abril, un año más de la muerte  del poeta Aquiles Nazoa, el de las cosas más sencillas, del humorista y estudioso del humor, del que nos hacía pensar sin darnos cuenta de que estábamos pensando, para quien el amor le era vital, del hospitalario amigo, del acérrimo creyente de la amistad como el invento más bello del mundo, del humorista, del escritor, periodista y dramaturgo, comparto con ustedes esta breve y sentida semblanza de su vida.

El 17 de mayo del año 1920 nace Aquiles Nazoa, en la ciudad de Caracas, capital de Venezuela, sus padres fueron Rafael Nazoa, quien trabajaba como jardinero y su madre Micaela González que era ama de casa. De su matrimonio tuvieron dos hijos, Aquiles y Aníbal, este último otro intelectual de recomido prestigio.

Aquiles se casaría con Estrella Fernández-Viña Martí, pariente de José Martí, el famoso escritor cubano. Ella moriría, recién casada, lamentablemente a causa de tuberculosis. Luego en el año de 1950, Aquiles Nazoa contrajo matrimonio con María Laprea, madre de sus hijos Claudio, Mario y Sergio, todos relacionados con el mundo artístico y cultural venezolano, y crecidos junto a Raúl Estévez, hijo de María, amado por Aquiles como si fuera su hijo mayor.

Desde muy joven le tocó trabajar para mejorar la situación de su familia, así su adolescencia fue marcada por limitaciones que bien pudo superar por sus estudios, afán de superación, y desde luego por sus cualidades intelectuales en distintas área del conocimiento.

Fue aprendiz de carpintero, telefonista, botones, luego en el año de 1935 consiguió ser empaquetador en el periódico El Universal, subiendo poco a poco de puesto, siendo allí donde aprendió a corregir pruebas y tipografía. Se interesó por leer sobre la ideología de Karl Marx; aprendió inglés y el francés, consiguiendo con esto ser uno de los guías en el Museo de Bellas Artes cerca de 1938. Por sus méritos, el periódico en donde trabajaba lo envió de corresponsal a Puerto Cabello para trabajar en el diario El Verbo Democrático.

Es ahí donde es apresado dos años más tarde debido a un artículo en el que critica la falta de interés del gobierno por la eliminación de la malaria (hoy es Día Internacional de la Lucha contra la Malaria); al ser liberado, regresa a su ciudad y comienza a trabajar en Radio Tropical, pero conservando un espacio en su periódico con una columna titulada «Por la misma calle».

Al cumplirse otro año de su muerte, conviene leerlo y releerlo para saber más sobre su sensibilidad, su dignidad humana y su alma de poeta que lo llevó a ganarse el prestigio, el reconocimiento y el cariño de las gentes. Junto a Andrés Eloy Blanco, quizá Aquiles sea de los pocos poetas que son recitados de memoria. De allí la importancia de su obra.

Significó tanto el poeta, que dos visiones de que era y de lo que para otros escritores significaba Aquiles Nazoa en los años cuarenta, las tenemos en el soneto que le dedicara Mariano Picón Salas e incluido en El Transeúnte Sonreído (1945), en una de cuyas estrofas lo percibe como: “Sombrero de metáforas bullente / en el que vive un mago capturado”.

Mientras en otros versos lo define como: “inventor de mariposas; /de estrellas nuevas en la madrugada”. Y en el poema “Viaje de Aquiles Nazoa”, suerte de retrato del poeta que escribió Alarico Gómez en 1947, y en el que en otras cosas dice: “Aquiles es un niño fugado del libro primario. /Son sus amigos la nube, la hierba, /la rosa, / la fuente”.

Trabajó también Aquiles Nazoa para el periódico Últimas Noticias, allí redactó magníficos poemas de humor con el seudónimo de Lancero; logra unirse al semanario El Morrocoy Azul, también de corte humorístico, de comedia y marcadamente satírico. Se le conocía entonces como Jacinto ven a veinte y su sección Teatro para Leer.

En 1945 Aquiles, el poeta, obtuvo con una crónica el primer premio de un concurso organizado con motivo del Día del Periodista por el diario El Universal, el mismo en cuyas dependencias había sido barrendero pocos años antes; en 1948 ganó el Premio nacional de Periodismo “Juan Vicente González”, correspondiente a escritos humorísticos y costumbristas y años más tarde, en 1967, le fue otorgado el Premio Municipal de Prensa.

Fueron muchos los premios y reconocimiento, y hoy al cumplirse otro año de su viaje final a la eternidad, pido no olvidarlo, leerlo como justo y amoroso homenaje, mantenerlo vivo en la memoria de las letras más dulces, sensibles y sublimes, en el humor más inteligente… porque la verdad sea dicha, todos tenemos derecho a ser recordados, sobre todo si se ha tenido una vida tan ejemplar y altamente admirable como la del poeta Aquiles Nazoa.

Aquiles Nazoa sufrió cárcel, persecución y exilio. De allí que me hoy me atreva a afirmar, sin ambages ni complejos de ninguna naturaleza, que muy difícilmente lo hubiéramos visto al lado de ninguna peste, barbarie ni satrapía que oprime y huella la dignidad de las personas, viola sus derechos y conculca las libertades públicas.

Porque como bien dijo Adriano González León: “El humor no puede existir del lado de los poderosos, los carceleros o los ejecutores cotidianos de la estupidez”.

Decía Aquiles Nazoa, al referirse al humor de los ingleses y compararlo al humor venezolano: “Si su sistema de vida les ha permitido a los humoristas anglosajones actuar como espectadores risueños del drama social, el de los nuestros los ha forzado a ser sus protagonistas y con frecuencia sus víctimas”.

También nos dejó como enseñanza, y como para no olvidarlo nunca: “El humor es una forma de hacer pensar sin que el que piense se dé cuenta que está pensando”.

Con este testimonio dejo constancia de mi reconocimiento, mi admiración y más alto respeto a la memoria del grande Aquiles Nazoa, al mismo poeta que volviendo a su infancia a propósito de su venida al mundo, en una remembranza de su madre, a quien llama: “pequeña fábrica de amor, mansa esposa del Tempo”, y de quien dice: “milagro de tu carne fue darle forma humana a las tinieblas y recoger la noche en tus entrañas para levantarla como una espiga hacia la aurora”.

Y yo con él, con el poeta Aquiles, también “creo en mí mismo porque sé que hay alguien que me ama”.


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