Maduro

Tal vez la razón más importante que tiene Maduro para no querer contarse en unas elecciones con María Corina Machado es la incertidumbre de su buen futuro en un obligado retiro junto con su familia. De manera que se trata para él de un asunto personal a definir, por encima -incluso- de razones de interés nacional. Esto debe estar incidiendo en todo cuanto deba decidirse en lo inmediato y en el corto plazo de cara al proceso que debería estar sometido a las reglas del agonizante Acuerdo de Barbados.

Para Biden no ha debido ser fácil tener que interactuar con un usurpador de la presidencia que dio prácticamente un golpe de Estado en 2016 al despojar a la Asamblea Nacional de sus poderes y que en 2018 se proclamó a sí mismo ganador de unas elecciones fraudulentas. Menos aún, cuando negocia con un  gobernante que, junto a otros de su camarilla, tiene cargos en tribunales de su país, que ellos le atribuyen, por supuestos delitos de conspiración para el narcoterrorismo, conspiración para la importación de cocaína, y tenencia de armas y otros artefactos destructivos. En su defensa “Maduro rechazó los cargos presentados por el Departamento de Justicia de Estados Unidos, que describió como «un conjunto de acusaciones falsas» y acusó al gobierno de Donald Trump de comportarse como «cowboys racistas del siglo XIX» al ofrecer una recompensa por su captura.”, todo lo señala la fuente del corresponsal Guillermo D. Olmo de la BBC News Mundo en Venezuela, en un trabajo del 26 de marzo de 2020.

Es bueno señalar, a estos efectos, que Estados Unidos cuenta con un Programa de Recompensas contra la Delincuencia Organizada Transnacional que los ayuda a identificar y llevar ante la justicia a miembros de importantes organizaciones criminales transnacionales en el mundo. La facultad legal para ofrecerlas la tiene el secretario de Estado, con el objeto de obtener información que conduzca al arresto y condena de miembros de organizaciones criminales transnacionales que operan fuera de este país. En definitiva, depende de Biden. Lo de la recompensa nos lleva a una situación más compleja, que debe estar atormentando al encausado presidente y a sus cercanos, también sub judice, pues, sumado a lo anterior, le pone también la tarea más difícil al presidente y precandidato Biden en su determinación de procurar el petróleo venezolano con el menor costo político posible en su ruta electoral.

Luego de casi cuatro años, los hechos están hoy en pleno desarrollo y cobran más vida ante una inminente reelección de Donald Trump, el padre de todas esas medidas. Tan latente es que el lunes 15 de enero, en la presentación de su  memoria y cuenta, Maduro asoma su preocupación cuando en su queja por las sanciones que pesan sobre el país, se refiere puntualmente a la recompensa por su captura que mantiene Estados Unidos, calificándola de “ridícula”.

Entonces, se nos antoja la interrogante: ¿ A quién le convendría más resolver todo este trance? De llegar Maduro a usurpar de nuevo la presidencia, valiéndose de la inhabilitación de María Corina y de la ominosa colaboración de los alacranes “opositores” de ambos lados, reeditando el zarpazo del 2018, de seguro que esa ilegitimidad no se mantendría por mucho tiempo porque no lo aguantaría el país ni lo validaría la comunidad internacional. Sería inconcebible que pase a ser el “presidente” de facto con más tiempo en el poder (sumando el que le obsequió Chávez), con el peor de los gobiernos de la historia de Venezuela. No tendría más barajitas para burlar la Constitución, la justicia internacional y la voluntad de los venezolanos.

X @vabolivar


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