En el Banco Central de Venezuela deben estar celebrando, pero no por lo que debería ser, como es una mejora sustancial en los indicadores económicos del país, sino porque lograron complacer a la cúpula de Miraflores al disfrazar los números y publicar que la inflación de marzo llegó a ser la más baja en casi una década.

El tema no sería un asunto de puro y genuino cinismo si la información no hubiera salido después de que publicara sus cifras el Observatorio Venezolano de Finanzas, que es dirigido por el economista y exdiputado José Guerra. Esta organización independiente afirma que para el mes pasado la canasta alimentaria saltó a 370 dólares. Esto quiere decir que la inflación para marzo fue de 10,5%, bastante más que el 1,4% reportado por el Banco Central.

Los «expertos» del BCV aseguran que 12 de los 13 rubros que evalúan tuvieron una desaceleración de los precios. El único que aumentó y un porcentaje mínimo fue el de vestido y calzado. Por su parte, el Observatorio Venezolano de Finanzas indica todo lo contrario, e incluso con sus datos afirma que la categoría alimentos fue una de la que más se incrementó (3%). Llama la atención que para el ente emisor el precio de los servicios decreció y para el OVF aumentó.

¿A quién se le cree? No es un asunto tan complicado, pues al venezolano no le interesa ni entiende eso de porcentajes, inflación acumulada, variaciones matemáticas y demás. El ciudadano cobra (si es que tiene esa bendición) y en seguida debe gastar. Esa es la acción que dice la verdad. Quizás el BCV debe pasearse por la idea de que si para ellos un rubro como los servicios disminuye es porque la gente se cansó de pagar por algo que no recibe.

Pero en cuanto a los alimentos, nadie puede decirle mentiras a la población. No hay manera de que alguien le venga con el cuento de que a la hora de comprar la comida la consiguió más barata, aunque el Banco Central se ocupó de poner una diferencia porcentual de 0,1%, como para que la gente diga que es lógico que no se perciba.

Pero el venezolano sabe que la realidad es otra y no hace falta que lo diga José Guerra, que desde hace tiempo lleva un seguimiento a cada uno de los rubros. Algunos le achacan al impuesto a las grandes transacciones financieras el hecho de que los precios hayan subido. Pero hay demasiados factores que influyen en esa escalada.

Las medidas antiinflacionarias que puso “en marcha” el gobierno no son estructurales ni podrán sostenerse en el tiempo, como esa de inyectarle dólares a la economía para mantener amarrado el precio de la divisa. Decir que el bolívar ha tenido una apreciación frente a la moneda extranjera es ficticio y en algún momento esto estallará. El impuesto que inventaron para “estimular” el uso del bolívar es, al fin y al cabo, un gravamen que siempre tiene tendencias inflacionarias y que, como dijo esta semana el economista Asdrúbal Oliveros, acabará perjudicando al más pobre.

Sencillamente, el gobierno chavista hace gala una vez más de esa peligrosa ecuación que lo caracteriza: ignorancia + ambición de poder, lo que ha resultado en innumerables y costosas equivocaciones que mantienen a Venezuela sumida en una crisis. Pero en este sentido, como ya dijimos, no pueden ocultar la realidad. Aunque se reúnan con representantes de diversos sectores simulando estar interesados en la recuperación del país, anuncios como el del BCV y de Maduro pidiendo el Nobel de Economía demuestran que no están tratando el problema con la seriedad debida y que estamos muy lejos aún de ese bienestar perdido en las últimas dos décadas.

 


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