Macron habló con Elon Musk

El presidente de Francia, Emmanuel Macron, afirmó recientemente que Europa no debe seguir los pasos de Estados Unidos ni de China, sino que debe trabajar para lograr una autonomía estratégica en la política hacia Taiwán según el medio local francés Les Echos.. Añadió que una escalada de la tensión en el estrecho de Taiwán no beneficia a Europa, y que sería una «trampa» quedar «atrapada en una perturbación del mundo y en crisis, que no serían las nuestras».

Estas inesperadas palabras del presidente francés se producen de manera inmediata posterior a su visita a China conjuntamente con la presidenta de la Comisión Europea Ursula von der Leyen, lo cual suponía que llevarían a Xi Jinping las preocupaciones de Europa sobre una eventual transferencia de armas de China a Rusia, así como la posibilidad de una mayor participación de Xi, dada su “amistad sin límites” con Putin, para lograr un cese a los ataques militares y la aceptación de un plan de paz que satisfaga de manera conveniente a las partes en el conflicto, para lo cual también sería importante un encuentro del premier chino con Zelenski. Estas gestiones ya habían sido precedidas por Sholtz y más recientemente por Sánchez, quien en junio asumirá la presidencia de la Unión Europea.

Las declaraciones de Macron, que implican una desconexión europea de Estados Unidos con relación a la grave situación en el Indo-Pacífico, se produce justamente cuando China, violando la Carta de la ONU, amenaza con el uso de la fuerza a Taiwán con ejercicios militares que incluyen armas nucleares y de manera desafiante hostiga a un destructor norteamericano en aguas internacionales en el mar Meridional. China pretende convertir las aguas internacionales en su mar territorial tomando posesión militar de un conjunto de islas que le generarían las pretendidas 12 millas náuticas, afectando así los derechos legítimos de Malasia, Filipinas, Indonesia, Brunéi y Taiwán. 61 son los contenciosos de China con sus vecinos, entre los cuales se encuentra su socio, la India, además de su rivalidad sistémica con Australia. Todo esto implica un intento de dominio de una zona marítima estratégica donde transita casi la mitad de los buques mercantes y el mayor tonelaje mundial de mercancías.

Macron, con sus declaraciones, se desliga de alguna manera de las declaraciones del G-7 y la OTAN del año pasado donde consideraron a China un “rival sistémico” respecto a Europa. Pretende que Europa se considere la tercera potencia sin involucrarse en los asuntos globales. Hay quienes dicen que pareciera emular a Charles de Gaulle y su antinorteamericanismo durante la Segunda Guerra Mundial. Reacciona de manera poco positiva ante el abierto multilateralismo que ha invocado y practicado Biden con los europeos e incluso se dice que apuesta por el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca con su política contraria a la actual administración en materia de política exterior. Igualmente parece olvidarse de su fallido acuerdo con Australia para la construcción de submarinos nucleares, actualmente enmarcados dentro del AUKUS, con Estados Unidos e Inglaterra y que son motivo de enfrentamiento con China. Quizás aún respira por la herida.

Todo ello por supuesto tendrá un efecto negativo el el Departamento de Estado. Ya el senador Marco Rubio lo ha expresado, de manera un tanto grosera. Macron fue a China por una encomienda y volvió con otra, quizás debido a la fastuosidad y pompa con la cual fue recibido, colmado de atenciones, a diferencia del trato hasta despectivo que recibió Ursula von der Leyen a pesar de su alta investidura y con seguridad por mantener con firmeza los propósitos de su visita.

El senador Marco Rubio se preguntó si la posición de Macron era la europea puesto que de ser así Estados Unidos asumiría que el conflicto con China es su exclusividad y bajarían el nivel de compromiso con Ucrania, dejándole esa tarea a los europeos, ya de por sí bastante afectados por esa guerra.

Estando así el panorama, la complacencia de Xi Jinping y Putin, cada vez más unidos en su enfrentamiento hacia Occidente, debe ser inmensa. Dividir al adversario sin ningún esfuerzo aparente, sin ningún costo ni culpa, se pudiera calificar de un éxito diplomático chino. Todo ello contribuye a una mayor confianza en apuntar hacia un dominio global político, económico y militar al desacoplar en este tema a Estados Unidos de la OTAN y por su parte continuar en sus empeños de fortalecer un bloque sustentado en el BRICS que ya supera en PIB al G-7 y que está en trámites de elaborar su propia arquitectura financiera, banca y moneda incluidos.

Las consecuencias de todo esto debe ser de gran preocupación para Occidente, pues pudieran ser sumamente graves en cuanto a mantener la paz y seguridad internacionales, no solo en el Indo-Pacífico, sino en otras regiones del mundo. Una fisura en la alianza atlántica, por leve que sea, pudiera alentar el avance de los proyectos totalitarios tanto de Xi como de Putin y sus aliados como Irán, con la neutralidad benevolente de los países más grandes de América Latina (Brasil, México y Argentina), así como la complacencia de Venezuela, Cuba y Nicaragua. El avance del totalitarismo en detrimento de los valores democráticos, los derechos humanos y el respeto a la legislación internacional avanza a pasos firmes y líderes como Macron, quien en un momento asumió el liderazgo de Europa en la guerra de Rusia contra Ucrania, con sus declaraciones no pareciera contribuir a mantener los equilibrios necesarios que contengan conflictos que pudieran derivar en una guerra de alcances insospechados.

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