¿Qué es lo justo?, se preguntaba Platón al ser testigo de cómo la sociedad asesinaba al hombre más  justo del mundo, Sócrates. La democracia de Pericles no era justa, cómo construir entonces una sociedad que sí lo fuera. Esta pregunta nos acompaña desde entonces, la emoción priva hoy en las decisiones; sin embargo, Chile y El Salvador muestran que las sociedades aún son capaces en determinadas circunstancias de tomar decisiones acertadas de cara a la eutaxia de sus respectivos Estados. Chile ha plantado cara a sus políticos, ni mejores ni peores que los que tienen otras naciones, y ha sabido decir no a dos intentos consecutivos por modificar su Constitución. El Salvador, por su parte, se ha hecho la vista gorda para reelegir a su presidente, dado que no hay posibilidad de duda, es su mejor alternativa. La democracia existente hoy ya no es un sistema político, es una religión, es un dogma, fideísta, a los no creyentes les hubiera salido más cuenta dejar al Dios cristiano, en lugar de buscarse dioses a los que aferrar su narrativa de futuro.

La democracia es una idea que está en el imaginario colectivo, y en la opinión de muchas corrientes filosóficas que la definen y presentan inteligiblemente, pero no todo  razonamiento argumental conlleva a la creación de teorías científicas, la democracia nace coja porque se basa en los partidos y los partidos no son democráticos, buscan el poder y para ello acomodan su discurso a los oídos de su público, que no recibe el mensaje correcto, sino el que quiere oír. Castilla del Pino, un autor español de los ochenta, decía que la comunicación y la incomunicación preexisten y en política muchas veces se dice “a” para que el interlocutor entienda que mi decisión es “b” porque “a” es un farol, de esta forma tan poco clara es difícil lograr una comunicación eficaz. El progreso no es siempre hacia mejor, en el tiempo se avanza y se retrocede respecto a algunos parámetros, entonces hablar de progreso continuo es una falacia. Otra contradicción importante es el tratamiento a las minorías, pues la democracia es el gobierno de la mayoría, del pueblo, en el sentido de que el pueblo es una totalidad, y que el pueblo llano es numéricamente mayor a las élites; sin embargo, el relativo, relativismo que vivimos pone el  énfasis en la minoría, y lo exagera al infinito, llegando al extremo de considerar el todo una suma de infinitas minorías donde cada ser es una minoría, y en consecuencia necesita  derechos y libertades propias, separadas de los demás, pero como esto además de ser contrahistórico, contraintuitivo y antinatural no es argumentable racionalmente, impone la creación de leyes que garanticen el cumplimiento de tales pretensiones, una versión descafeinada y torpe de los diez mandamientos. Cada minoría, cada ser tendrá su propio código de conducta y si choca con el prójimo, no importa, porque automáticamente y por virtud de su ley, este prójimo será invalidado por fascista.

El mundo tampoco opera democráticamente desde el derecho a veto de las cuatro potencias vencedoras de la llamada Segunda Guerra Mundial, y un país coleado, Francia,

debido a la astucia de su líder del momento, el general Charles De Gaulle, personaje muy interesante y de un sano nacionalismo, hasta el manejo de las grandes corporaciones y las megafusiones hechas en las narices de las leyes antimonopolio.

España se comporta frente a Europa como un padre avergonzado ante un hijo malcriado, grosero y que mentalmente no madura; y Europa, a su vez, se comporta frente a Estados Unidos como un menor de edad o un sujeto minusválido que requiere de un tutor o curador permanente, un comportamiento enfermizo que ha llevado a Estados Unidos a creerse de verdad lo del destino manifiesto, y ya que el mundo no cree en Dios, ahora esta potencia asume el papel  del Creador. España ha de recordar, como dice Platón de las almas, que deben recordar haciéndose preguntas, que vienen del mundo de las ideas y no del mundo físico, España ha de recordar que encarnó la Cristiandad, y que al sus habitantes tener fe verdadera, estaban moralmente atados en su conducta, situación que quedó rota en parte de Europa a partir de Lutero, cuando entendieron que las obras no son necesarias para la salvación del alma. El imperativo categórico de Kant, es una opinión bonita, pero solo eso, una opinión, porque el sujeto despojado de su alma no tiene ningún impulso verdadero a obrar moralmente bien.

España requiere que Europa se haga mayor de edad, se desligue de la tutela de Estados Unidos y asuma su vida y presencia en las relaciones planetarias actuales, para ello no basta con llevar los tractores a Berlín o a París, es necesario un paso más allá, es necesario defender la eutaxia de los Estados, los gobiernos tienen que liberarse de la tiranía de las elecciones y dedicarse a gobernar, Bolívar no estaba equivocado cuando después del nefasto periplo y la vorágine de pasiones y guerras que provocó, en la Constitución que redacta de su puño y letra propone para la República de Bolivia un presidente vitalicio, punto en el que acertó, dadas las condiciones culturales, sociales, económicas, políticas que vivía la hispanidad tras tantos años de guerra civil y fratricida. Hoy, por razones distintas la hispanidad, mientras permanezca disgregada necesita de un giro copernicano en sus formas de gobierno y es necesario volver a  gobiernos vitalicios, que dado que la historia sí es un devenir, podrían en un futuro suprimirse y volver a períodos alternativos de gobierno de duración menor a la vida del elegido, periodos alternativos en el ejercicio del poder, el sujeto que gobierna, no volver a los bandazos del siglo XX y XXI.

Estados Unidos debe, por su parte, ocuparse de su casa, que tiene bastante mal atendida y dejar de repartir sanciones a diestra y siniestra, tal caramelos en noche de brujas, aunque la culpa la tienen en parte ciudadanos de los mismos países afectados que medran a las puertas del gigante del norte como los perros en la mesa a los pies de sus amos. Es bueno hacer notar que la caída de la Unión Soviética y la del muro de Berlín no se debieron a la presión de Occidente, sino que se dio a pesar de la presión de Occidente, que contra lo que pensaban, aglutinaban las fuerzas del contrario y hacían más difícil el cambio en esos países.

La hispanidad necesita en los próximos veinte años un esfuerzo dedicado a formar una élite en las matemáticas, la física, la química, la biología, la ingeniería, la computación y la industria militar que nos ponga nuevamente a la cabeza del planeta, esto es posible. La forma de hacerlo la tiene la maltrecha Venezuela, da igual quien gobierne, mientras el gigante al norte nos pueda castigar como muchachito de escuela. Se  necesita un presidente vitalicio en cada nación hispana, sea quien sea, quitarnos de encima la pérdida de tiempo y dinero de tantas elecciones y concentrarnos en replicar nuestro modelo del sistema de orquestas para las ciencias que enumeré arriba, en diez años podremos consolidar las bases para la reunificación de la hispanidad, y sí, es una mentalidad imperial, el imperio fue nuestro mejor momento y nuestro comportamiento fue ético y moral con el resto de países, incluso con los enemigos y vencidos.


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