«El periodismo es la profesión

que más se parece al boxeo,

con la ventaja de que siempre gana

la máquina y la desventaja de que

no se permite tirar la toalla».

 Gabriel García Márquez

Con el fundamento de “la imprenta como artillería del pensamiento” y persuadido de que debía dar forma adecuada al mensaje que podía divulgar la imprenta instalada en Angostura para la libertad americana, Simón Bolívar creó el Correo del Orinoco, cuyo primer número circuló el 27 de junio de 1818, hace 204 años.

Para divulgar las ideas de la naciente República, Bolívar necesitaba un instrumento indispensable como la imprenta y le encargó a José Miguel Istúriz traerla del extranjero. El taller completo negociado por el prócer anzoatiguense Fernando de Peñalver, llegó en septiembre de 1817 a Angostura, donde Bolívar había situado el centro y eje de su estrategia política y de inmediato comenzó a producir leyes, proclamas, resoluciones y órdenes militares que recorrían las crecientes zonas libres.

Para honrar el inmenso valor histórico del Correo del Orinoco y su trascendencia en la gesta emancipadora, el 27 de junio fue decretado Día del Periodista; sin embargo, queda poco por celebrar. Hoy el ejercicio del periodismo se ha convertido en una profesión riesgosa. Los periodistas desempeñan su labor en medio de un entorno de criminalización, represión y censura.

Este año se conmemora la fecha en condiciones reñidas con la democracia, con el ejercicio libre de la profesión, y en fin, el sistema de libertades públicas que debe regir en el país, conforme con el ordenamiento jurídico vigente.

Dejo constancia de la especial admiración que siento por los comunicadores, que se ha visto acrecentada en tiempos en que para hablar o musitar alguna palabra, resulta necesario ser precavido, muy cuidadoso, siendo que la democracia debe gozar de ese bien que es el periodismo y los profesionales que lo ejerzan, y de ese modo contribuir a sustentar a aquella y fortalecerla.

Testimonio mi gratitud a los periódicos y a sus dueños y a sus directivos ─de cuando había papel─ especialmente a los de El Tiempo de mi Anzoátegui Natal, a El Oriental y El Extra (conducido por Juan José Peralta, Popeye, tempranamente fallecido por covid-19) de Monagas, a Tal Cual (en época de Teodoro y Fernando)

y hoy a los portales El Nacional, Curadas y Termómetro Nacional, que generosamente me dan posada en sus espacios.

La sociedad es beneficiaria directa de la actuación de los comunicadores, al punto de que se ha sostenido que el periodista “es un bien social que debe desempeñarse en adecuadas condiciones”.

Cuando el Estado carece de la voluntad suficiente para garantizar tales condiciones, la sociedad suele recurrir a las llamadas organizaciones no gubernamentales que, para variar, hoy están severamente amenazadas por el gobierno que hoy manda en el país venezolano, porque aquí no se no se gobierna, se manda. Así, sin más vueltas ni odiosos eufemismos.

Estas organizaciones sirven para canalizar denuncias de atropellos, de injusticias y hostilidades provenientes de cualquier sector, público o privado.  El gobierno debe propiciar la defensa, el amparo y protección de los periodistas, y perseguir y castigar a todo el que atente contra la libertad de prensa o coarte el ejercicio de quienes se dedican a esa noble actividad.

Por ello, no debe haber impedimentos para que los periodistas, en ejercicio de su labor, accedan a todo dato informativo que dé luces sobre la gestión de los funcionarios, quienes están sometidos al escrutinio del electorado y tienen la obligación de rendir cuentas de su desempeño.

Los ataques al Estado de Derecho deben responderse desde el Estado de Derecho, y el próximo 27 de junio, cuando se celebra el Día del Periodista, lo haré a propósito de algunas situaciones que han venido dándose en el país, que indudablemente tocan al ejercicio del periodismo, a riesgo de ser (des)calificado por algún ayatolá rojo rojito.

El gobierno venezolano se cree dueño de todo y de nada; hace lo que le da la gana y no tienen miramiento alguno a la hora de gritarlo a los cuatro vientos, sin que ningún otro Poder Público, llamado por ley a hacerlo, haga nada al respecto. Silencio y complicidad es sumisión.

Así actuaba la pesadilla anterior, catorceañera y arañera, y por el mismo camino, quizá peor, va la usurpación que encarna el ilegítimo. Cierre de más 34 emisoras radiales, medios impresos obligados a cerrar, persecución a comunicadores, el ilegal y de suyo arbitrario cierre de RCTV, entre otros atropellos de similar o peor naturaleza.

La ausencia de límite del poder y del control efectivo de la constitucionalidad y de la legalidad por parte de los órganos del Estado, no es otra cosa que la violación flagrante del Estado de Derecho y de justicia contenido en la carta magna. Esta ausencia de límites para la voluntad del líder es altamente peligrosa para la democracia y los derechos humanos, que hoy vemos con mucha preocupación, habida cuenta de la ausencia ─además─ de un Poder Judicial que actúe en forma independiente al poder político de turno, y en defensa de la libertad de expresión.

Algo que ya no debe estar en las razonadas actuaciones de los jueces es permitir la censura y los actos que atenten en contra de la libertad de expresión.

Volviendo a Bolívar: “Mándeme usted de un modo u otro una imprenta que es tan útil como los pertrechos en la guerra y ella es la artillería del pensamiento”. Así le escribió a su consejero y sabio mentor, Don Fernando de Peñalver, quien con ese propósito se encontraba en Trinidad en septiembre de 1817. En octubre la imprenta ya estaba en Angostura, y el 27 de junio de 1818 salía a la calle el Correo del Orinoco.

Como ven, tan útiles las armas como útiles, aún más, los medios de comunicación libres e independientes.

A los dignos periodistas en su día, a 204 años de la aparición del Correo del Orinoco, sin miedo ni odio, felicidades.

¡Libertad, dignidad y valentía!


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