Jóvenes en Venezuela

Un joven, por esencia, es un soñador, por eso jamás debe dejarse arrebatar sus ilusiones por el futuro del que sigue, día a día, esperando que brote el país que con sus luchas ha venido trajinando en medio de las mas inexploradas adversidades. Las miradas de los jóvenes no tienen final y galopan por esa inabarcable patria como inacabable es su imaginación creadora, reafirmándose en los valores que aceran sus espíritus indómitos.

Los jóvenes se renuevan en cada episodio de sus esfuerzos, por el refrescamiento que les producen esas efusiones épicas que caracterizan sus manifestaciones. Hablan con tono ferviente y van soltando de ese pecho desgranado las emociones alborozadas que no saben de artificios. No hay fusil que los amedrente ni peinilla que los intimide. No los debe deslumbrar la codicia que, como bacilo prematuro, amenaza contaminar ese vergel de purificaciones.

Los jóvenes seguirán siendo las grandes reservas de Venezuela, superando los cálculos de las mentes cortoplacistas y febriles, que producen las elucubraciones inspiradas en el bitumen adormitado en las riberas del Orinoco.

De los jóvenes esperamos que sigan siendo auténticos y se distancien y diferencien de los que de forma presuntuosa miran despectivamente a quienes partimos de otra oquedad del tiempo. Ya vemos cómo algunos castillos de barro se han ido desmoronando porque la vejez les asaltó, apresuradamente, como castigo por su irritante ambición altiva y desmesurada.

A los jóvenes los animo a que continúen luchando por ideales, a que lo hagan siempre con desprendimiento, entregándose sin ambages, como si flotaran entre los brazos de una afluencia de gentes y vientos afectuosos. Que en cada paso despierten una hojarasca desafiante para que los que pretenden hacer creer que los ímpetus juveniles quedaron atrapados en el invernadero del conformismo, comprueben que esos sueños de libertad no se agotan ni se avejentan, sino que persisten alborozados produciendo la expiación de todo mal pensamiento.

A los jóvenes les pido que no se rindan jamás, que es verdad que la hora actual de nuestro país no transcurre en medio de su mejor trabazón histórica. Sé que todo ese desbarajuste -inexplicable y menos injustificable- nos hiere y deja cicatrices de tristeza del tamaño de aquellas alegrías que nos embriagaban en la lustral alborada de nuestras sublimes fantasías. Pero la opción no es quedarnos rezagados en la emboscada de la pasividad, sino más bien aguzar la imaginación y espolear la insondable utopía que atesoran, para persistir en la batalla pendiente por la victoria. Que no sea otro el afán abnegado por levantar a la patria amada del infortunio de hoy, para que este ciclo de fatalidades de paso a ese país hermoso apretujado y confundido en medio de ese tropel de fervores que encenderán la antorcha de la esperanza resucitada que algunos dan por perdida.

Jóvenes de Venezuela, vean en lo huecos que deja el socavamiento de nuestras instituciones el espacio propicio para edificar un país glorificado en la atalaya de los más altos designios. Rescatemos de esos pozos de sangre en los que la tiranía chavodamurista ahogaron el último aliento de los torturados, la vida de esos ideales por los que se inmolaron.

Hagan política de la buena, la decente, la de los debates, pero eso sí, estudien, lean, razonen, piensen y sientan sus proyectos, trabajen más cerca de la ciudadanía para que compartan ese calor humano que no emana de la frialdad de una carcasa telefónica.

Y tengan presente, jóvenes de Venezuela, que nuestro país será mejor solo si logramos dotarlo de instituciones que funcionen, de leyes que se acaten y se cumplan, de la paz que deriva de la gobernabilidad, de la seguridad jurídica y de la confianza que sea posible respirar. Seremos un país capaz de abrirse paso, en este mundo globalizado y competitivo, si forjamos al verdadero capital y riqueza inagotable que está en la veta maravillosa de nuestra niñez y juventud, garantizándoles una educación con calidad. Un país en donde se respeten los principios de la propiedad privada, de la libertad de expresión y en el cual los derechos humanos sean sacrosantos.

Un país en donde se tenga definido un derrotero para alcanzar nuestro pleno desarrollo económico y social. Y ese itinerario no es otro que el basado en la economía solidaria de mercado. Un país libre de falsos mesías, y más bien acrecentado en la visión de un liderazgo colectivo, en donde la alternancia en el ejercicio del poder sea una máxima inexpugnable. Un país que sienta resguardado sus bienes por la celosa honestidad con que sus funcionarios asumen sus responsabilidades en cada cargo desempeñado.

En definitiva, jóvenes de Venezuela, un país en donde la pobreza ceda terreno a la prosperidad, en donde no se cultiven odios ni rencores, sino en cuyos senderos veamos a la espiga de la solidaridad, la concordia y la fraternidad, empinada por encima de tantas miserias. Vamos jóvenes de Venezuela a emprender esa tarea en la que Venezuela asume el desafío de la descarbonización como señal de iniciamos el tránsito hacia las energías alternas; la Venezuela en la que sí es posible adaptarnos a la inteligencia artificial en esta sociedad cada día más digitalizada, pero eso sí, teniendo a la familia como la piedra angular de nuestro destino como nación fincada en la moral y la ética.

@alcaldeledezma

 

 

 

 

 


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