Lo recuerdo como si fuera ayer. Aquella tarde estaba cubriendo un acto para Televen en el Fuerte Tiuna. De acuerdo con la pauta, ese día asistiría Nicolás Maduro al evento. Corría el año 2013 y era el 5 de marzo. Un orador cuyo nombre nunca supe estaba iniciando un discurso cuando alguien se subió a la tarima, lo interrumpió y le dijo algo que no alcancé a escuchar al momento, luego se hizo evidente la información que le dio, cuando el hombre al micrófono explicó: “El comandante Chávez ha muerto”. Entonces los presentes se levantaron y un murmullo colectivo inundó el espacio, todos se dieron prisa en salir como si fuesen a buscar algo afuera. A mi lado estaba una periodista que trabajaba para un medio oficialista, me sorprendió verla llorando como una Magdalena. Igualmente un oficial militar, empezó a chillar como un niño al tiempo que lanzaba su boina como si del propio personaje de Don Ramón se tratase; lo escuchamos exclamar: “No tenía que morirse”. Ver a ese hombre, que se suponía que debía ser un garante de la defensa nacional, llorar como un infante por la muerte de un dictador realmente me pareció un mal síntoma del futuro que le esperaba a Venezuela; sin embargo, al igual que millones de venezolanos creí ingenuamente que los días del chavismo en el poder habían llegado a su final.

Junto a mi equipo decidimos que haríamos un recorrido por Caracas, dado que corrió cierto rumor de que se iban a producir saqueos y eventos en las calles. No obstante, nada pasó. Por la noche nos enviaron a cubrir una rueda de prensa de Henrique Capriles, quien se refirió a Chávez diciendo “fuimos adversarios, nunca enemigos”. Visto en retrospectiva sus palabras dejan mucho que pensar sobre aquel llamado líder opositor, pero en aquel momento eso no levantó sospechas de que sólo unos meses después Capriles no sería capaz de defender los resultados de las elecciones frente a Maduro.

Lo que siguió fue un circo mediático en el que los secuaces del fallecido Chávez lo hicieron ver como si tratase del asesinato de un mártir, según ellos, el dictador no murió por causas naturales, de acuerdo con sus rocambolescas teorías a su “Líder Supremo” le inocularon un cáncer.

A las horas de que Nicolás Maduro diera la noticia del fallecimiento de Chávez, montaron una capilla ardiente durante días para que la gente fuera a ver el cuerpo. Las colas eran realmente largas, pero no todos eran sus seguidores, una gran mayoría iban por curiosidad y otros tantos para cerciorarse de que el déspota estuviese bien muerto. El último día que el cadáver estuvo en exhibición, Televen me envió a realizar un trabajo especial sobre aquello. Aquel día, el camarógrafo del canal, el asistente de cámara y yo, vimos  finalmente al “comandante” sin vida. Me llamó la atención de que a diferencia de cuando lo vi en vida, esta vez su cabeza parecía totalmente desproporcionada con el resto del cuerpo, estaba realmente hinchado. Hasta el sol de hoy mucha gente dice que se trataba de un muñeco lo que ahí estaba; sin embargo, no puedo negar ni afirmar eso, pero lo que yo vi parecía realmente ser una persona de carne y hueso.

Mucho ha llovido desde aquel 5 de marzo de 2013 y el país no ha dado muestras de recuperarse, el chavismo sigue atornillado en el poder y la mayor parte de los más reconocidos líderes de la oposición no han estado en consonancia con la causa de la libertad que claman los venezolanos. Chávez se murió pero su legado al país fue miseria, delincuencia y mediocridad.  El atraso no se fue con Chávez, antes de morirse se cercioró de dejar al más incapaz de los sustitutos: Maduro. Algunos de los venezolanos que lloraron la muerte de Hugo Chávez ahora lloran por no haber tenido la suficiente consciencia para darse cuenta de que el chavismo fue y es la peor plaga que azota a nuestra región.

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