Probablemente algunos desprevenidos no llegaron a enterarse del cambio que estaba produciéndose dentro de la oposición. De qué manera comenzaban a producirse reacciones de calle más allá de las protestas y fallas de los principales servicios públicos. Me refiero a manera de ejemplo a tres o cuatros sucesos que habían desaparecido entre nosotros desde varios meses atrás. Uno de ellos, las protestas de calle que se produjeron con numerosa participación de ciudadanos en la mayoría de los estados ubicados en la zona del oriente del país. Además del cierre de la autopista en el sentido Valencia-Caracas por falta de gasoil para la movilización del transporte público y de carga. La negativa de los pasajeros, un hecho de insurrección civil, que aquí arribaron al aeropuerto Simón Bolívar de Maiquetía y se resistieron a que les fuera practicado el examen del covid-19 con la paga de 60 dólares por persona, un rentable negocio para algunos avivados. Por último, el viernes de la semana pasada el vicepresidente de la legítima Asamblea Nacional, Juan Pablo Guanipa, y otros parlamentarios lograron evadir en tres oportunidades el cerco en las alcabalas enfrentándose a soldados y oficiales que pretendieron infructuosamente impedirles llegar hasta el estado Anzoátegui, su destino final. Las candelitas comenzaban a prenderse por aquí, por allá, cuando el covid madurista arrecia de nuevo como consecuencia de la irresponsabilidad del régimen que incitó a los venezolanos a lanzarse a las calles a celebrar los días de carnestolendas. Pero había, de alguna manera, que detener el avance de la expresión de malestar encabezada por el presidente encargado Juan Guaidó, a pesar de que las cifras suministradas por el régimen sobre las personas contaminadas y fallecidas se mantenían estables.

Sabemos, tanto como el resto de nuestros compatriotas, que la desgracia, las penurias, el hambre, a las que están sometidos algo más de 85% de los venezolanos produce efectos como: desaliento, desmoralización, impotencia, angustia, que son aprovechados por el gobierno fraudulento de Nicolás Maduro para mantener a raya a sus adversarios. Este escabroso escenario se combate con la unidad, con un accionar en conjunto de los diferentes dirigentes que conforman el universo de las fuerzas opositoras. Muy diferente sería la situación hoy día si apareciera Guaidó rodeado de dirigentes de la estatura política de María Corina Machado, Henrique Capriles, Henry Ramos. Vegetar, vivir sin ninguna movilidad es un grave diagnóstico para cualquier político que aspire a no mantenerse anquilosado en el pasado, condenado a un ostracismo irreversible. La oportunidad de estos políticos de seguir avanzando estará estrechamente ligada al éxito que a la vez pueda tener la democracia liderada por el actual presidente de la legítima Asamblea Nacional.

Los brutales golpes que ha recibido ese espacioso grupo que conforma la oposición venezolana no solo provienen del gobierno ilegítimo de Nicolás Maduro; también se han lanzado “torpedos” que provienen de allá dentro, me refiero de la misma oposición. Los llamados alacranes, pienso que estos deben ser execrados para siempre, no así los conversos del chavismo a quienes hay que abrirles las puertas e integrarlos a la lucha por el rescate de la democracia. Cuesta comprender cómo los compañeros piden elecciones regionales, pero por ninguna parte aparece la solicitud de paridad y respeto a la voluntad de los electores; esto para ellos no tiene ningún valor, cuestión que no deja de ser sospechosa. Por ejemplo, la rectora de la Universidad de Carabobo, Jessy Divo, en un acto infeliz. Asistir a un evento político en el capitolio valenciano donde además del gobernador Lacava estuvieron Jorge Rodríguez y el hijo de Nicolás Maduro, luego de pronunciar un discurso que fue repudiado por el pueblo carabobeño. Termino con unas palabras que copié del intelectual y político brasileño Rui Barbosa que tienen un sentido que calza muy bien en estos momentos: “De tanto ver triunfar las nulidades, de tanto ver prosperar el deshonor, de tanto ver crecer las injusticias, de tanto ver agigantarse el poder en malas manos, el hombre llega a desanimarse de la virtud, a reírse de la honra y a tener vergüenza de ser honesto”.

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