Fotos Marcelo Volpe y Maxwell Briceño

Este 25 de julio celebramos otro año de la fundación de la ciudad Santiago de León de Caracas. Desde hace algunos años celebro este día organizando actividades a través del programa Cultura en Libertad de Cedice, que dirijo. El año pasado organicé mi primera actividad presencial luego de la pandemia. Conté con el apoyo de la plataforma Qué Leer y de los profesores y críticos de cine Luis Bond y Sergio Monsalve. La temática giraba en torno a la lectura como forma de resistir. En un año en el que las estadísticas en materia editorial y de librerías eran poco esperanzadoras, me parecía importante destacar iniciativas como las de Qué Leer (2010), que es una comunidad de lectores que reúne a millones de seguidores a través de sus redes sociales y es un proyecto que ha sido reconocido como uno de los casos más exitosos de difusión literaria en Venezuela.

En 2017, año de las manifestaciones, organicé en la extinta librería Lugar Común de Altamira una charla en la que conté nuevamente con el apoyo de Sergio Monsalve, quien, además hizo un video para la ocasión (ver video: https://fb.watch/f_wVdhcQ43/) y entrevistó al periodista Pablo Antillano.

Antillano comentaba que «una de las cosas que asombra más es la capacidad que tiene Caracas de sobrevivir a todas las calamidades a las que está sometida…con una vitalidad descomunal, ¿dónde lo aprendió?, ¿cómo fue que esta ciudad se contagió de ese vigor, de esa alegría, de esa incapacidad de renunciar a la libertad que le proporciona el hedonismo, la noche, el placer?…esa es Caracas, una ciudad particular que sabe luchar y sabe divertirse…».

Este nuevo aniversario lo celebré con entrañables amigos en El Ruedo, ubicado en Candelaria y que se trata del botiquín más antiguo de la zona.

Todos los años me empeño en ver las alternativas que hemos ido construyendo los caraqueños para resistir la época que nos tocó vivir. Desde el año pasado, ante el resurgimiento de la hiperinflación, tengo un tema en la cabeza. No creo que se reedite la crisis de 2017 porque los venezolanos somos otros. Como dice Ricardo Ramírez Requena, algo en nosotros murió en 2017, pero «terminemos entonces de nacer de una vez. Este año es un antes y un después».

Así como hemos conseguido de manera orgánica alternativas privadas e individuales para afrontar el cierre de librerías, o la deficiencia de nuestro sistema educativo, también lo vemos en «las noches» de Caracas. En otras oportunidades he reseñado experiencias muy interesantes en San Agustín del Sur y en El Hatillo. No son las únicas, afortunadamente.

En el marco de los 456 años de Caracas, Casa 22 inauguró el 22 de julio la exposición de fotografías Corazón borracho de Marcelo Volpe y Maxwell Briceño en la que se reúne una muestra sobre taguaras, tascas, burdeles, principalmente del oeste y centro de Caracas. Volpe y Briceño, que están haciendo como una especie de arqueología de la vida nocturna del oeste y centro de Caracas, quieren plasmar los resultados en un libro, que de momento, se titularía Maldito Licor.

En palabras de ambos fotógrafos, a partir de su mirada de enamorados de las noches de Caracas, pretenden hacer un registro de los locales y rescatar la «cultura» de las tascas y taguaras. Dejar constancia de los sitios que han cerrado y si es posible, darlos a conocer o recordarnos que siguen allí, evitar que cierren otros más.

Esto último hizo que se aliarán con Freddy de Freitas, dueño de La Posada de Cervantes en Candelaria, para crear una ruta que muestre tascas y bares emblemáticos de Caracas cuyo recorrido incluiría: La Posada de Cervantes, Bar El Torero en Catia, Bar El Gardeliano en Caño Amarillo, Bar Las Delicias en La Pastora, Bar La Mata en San Agustín del Norte, Bar Las Lavadoras en San Agustín del Sur, Bar La Especial en Sarria. De momento siguen con la curaduría del concepto para que luego el público en general lo conozca.

Uno de los administradores de la cuenta de Instagram de Los Templos Paganos me dio información sobre el proyecto y me decía que surgió de forma orgánica y no esperaban tanta aceptación. Esta forma tan sencilla de expresarlo es lo que los liberales llamamos orden espontáneo, esto es, proyectos acabados como resultado de la acción de muchos que trabajan de forma cooperativa para alcanzar sus metas (en palabras de Hayek y de Mises).

Entendimos, a fuerza de asistir a la destrucción de todos estos años, pero con la firme convicción de evitar que continúe, que debíamos actuar desde nuestras posibilidades e individualidad e interactuar con otros con la misma intención para lograr verdaderos cambios. Sin depender de otros, especialmente del Estado.

Cada 25 de julio, en especial los últimos cinco años, me encuentro con un balance más positivo que negativo. Las crisis ciertamente nos golpean duro, pero nuestra capacidad de respuesta no está mermada. Parafraseando a Antillano, somos incapaces de renunciar a la libertad que proporciona el hedonismo, la noche, el placer. Sabemos luchar y sabemos divertirnos.


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