El pasado 3 de octubre se cumplieron tres décadas de la reintegración de la RDA y la RFA en una sola nación, cuyo significado impactó a Europa y a la economía mundial al reafirmarse como la segunda potencia del planeta hasta la insurgencia de China comunista en el siglo XXI.

El evento permitió a los teutones recuperar su historia nacional y su reencuentro como pueblo, luego de la aventura atroz del fascismo hitleriano que llevó al país al derrumbe y fragmentación más perversa que haya conocido la historia moderna de las naciones, como consecuencia de la pretensión de un orate de implantar el III Reich y la ideología de una raza superior, sobre el holocausto de 6 millones de judíos, en el contexto de un conflicto mundial que registró más de 50 millones de muertos.

Así también, el alcance de esta decisión simbolizada con la caída del Muro de Berlín determinó conocer la evolución y el desarrollo de 2 sistemas políticos, uno conocido como el socialismo real cuyo fracaso arrastró a la miseria a las naciones de Europa del Este incluida la URSS, y el otro que alcanzó niveles de desarrollo económico, social y político que derivó en la primera potencia de Europa capaz de reconstruir la fracasada RDA surgida de los pactos de Yalta y Potsdam.

La reunificación no fue una tarea fácil. Por una parte era vista con desconfianza del lado occidental, sobre todo por la Francia de Mitterrand y por la Inglaterra de Margaret Thatcher, quienes vislumbraban en la Alemania unificada bajo el mandato del canciller Helmut Kohl un enconado competidor por el liderazgo europeo, y por el lado soviético perder la RDA significaba perder en la práctica uno de sus satélites predilectos, ya que esta fue saqueada a placer por Stalin al término de la segunda guerra mundial, al trasladar todo el parque industrial infinitamente más avanzado a la URSS en nombre del internacionalismo proletario.

En esta materia, fue tal el descaro de la URSS representada por Mijaíl Gorbachov que exigió a la RFA una indemnización superior a los 7.000 millones de marcos y otros tantos millardos de dólares estadounidenses como condición para desprenderse de un territorio alemán que fuera ultrajado por los soviéticos durante 45 años, como fueron igualmente expoliados el conjunto de países integrantes del Pacto de Varsovia hasta su disolución en 1991.

En resumen, Europa luego de la Segunda Guerra Mundial en 1945 consiguió recuperarse con la ayuda del Plan Marshall, relanzó sus aparatos productivos, entre tanto los países del Pacto de Varsovia conocieron el Comecon, plan económico de asistencia del lado soviético que derivó en rotundo fracaso en medio del derrumbe de la URSS.

La reunificación de Alemania fue una pieza clave en la creación de la Unión Europea, que ha garantizado para los pueblos del mundo políticas de apoyo a la democracia y al relanzamiento económico de los países más atrasados del planeta, en este contexto Venezuela ha conocido el rol positivo de instituciones como el Parlamento Europeo en la lucha por la reconquista de nuestra democracia, ante el saqueo permanente de las riquezas nacionales y el ahogo de las instituciones democráticas en nuestro país, tal como sucedió en Alemania y el resto de países de Europa del Este después de la Segunda Guerra Mundial.


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