Tal como se venía advirtiendo desde hace meses, finalmente el 24 de julio de 2020 comenzó en forma abierta la II Guerra Fría con la declaración terminante del secretario de Estado estadounidense, Mike Pompeo, de la misma forma que Winston Churchill anunció en un célebre discurso el Telón de Acero el 3 de marzo de 1946. Salvando las obvias diferencias históricas con aquel gigante del siglo XX, se apela al mismo contexto de enfrentamiento de libertad contra la tiranía, para lo cual usaré la referencia directa de un importante medio de comunicación internacional:

“Pompeo eligió un formato especial para darle máxima solemnidad a un discurso que su propio departamento calificó de histórico, porque supone renunciar a una eventual evolución aperturista del régimen político chino. Dio su discurso en la Biblioteca Richard Nixon de Yorba Linda, al este de Los Ángeles. Nixon fue el presidente que cambió la relación del mundo con China en 1972, cuando viajó al país asiático para abrir relaciones diplomáticas y comerciales. El razonamiento detrás de aquel viaje que, a largo plazo, hizo a China parte de la comunidad internacional, es que era una forma de “inducir el cambio” en el férreo y asilado gigante comunista. El discurso de Pompeo en ese lugar pretendía simbolizar el abandono definitivo de las aspiraciones de Nixon. “¿Cuál es el resultado para Estados Unidos de 50 años de compromiso con China?, preguntó Pompeo. “¿Acaso las teorías que propusieron nuestros líderes sobre la evolución de China hacia la libertad y la democracia se han hecho realidad? El viejo paradigma del compromiso con China ha fracasado. No debemos continuarlo. No debemos volver a él”. Pompeo pintó un mundo en el que “llevamos mascarillas y vemos subir las cifras de muertos de la pandemia porque el Partido Comunista Chino no cumplió sus promesas con el mundo”, un mundo de “titulares sobre la represión en Hong Kong”, “abrumadoras estadísticas de abusos comerciales de China que cuestan empleos en Estados Unidos” y un Ejército chino “cada vez más amenazador”. La relación de Occidente con China “no ha traído la clase de cambio que el presidente Nixon quería inducir. La realidad es que nuestra política hizo resucitar a la fracasada economía china solo para que Pekín mordiera la mano que le daba de comer”

Al igual que la vez anterior, contra la Unión Soviética, se hace obligatorio a cada país del planeta asumir un bando, con la diferencia de que en esta batalla no va a existir un “limbo” o zona de nadie como fue el Movimiento de Países No Alineados que apoyaban a Moscú en forma indirecta, por lo cual se espera a nivel mundial una rápida realineación de todos los gobiernos y los eventuales ataques directos e indirectos sobre los aliados más débiles de cada bloque.

Esta guerra no declarada en términos convencionales se manejará en cuatro frentes:

  1. Frente comercial: como los dos países con mayor desarrollo económico, se va a librar un conflicto donde el apoyo de Europa y de las economías avanzadas de Asia y el Pacifico, puede ser determinante para enfrentar a China, que vería una caída exponencial de su inversión extranjera, una importante fuga de capitales incluso propios y una mudanza colosal de empresas, especialmente tecnológicas hacia la India y otros países enemigos de China, por lo que habría que analizar hasta qué punto ambas superpotencias aceptarían la pérdida inmediata o a corto plazo de sus intercambios comerciales  de centenares de miles de millones de dólares, siendo el primer campo de batalla de este frente la ciudad de Hong Kong, donde se puede causar unos enormes daños financieros con las recientes sanciones estadounidenses adoptadas y la nacionalización en camino de 3 millones de ciudadanos de dicha ciudad por las autoridades británicas, para generar un conflicto de gran intensidad.
  2. Frente militar: aunque no se esperan choques directos entre ambas superpotencias en sus frecuentes escarceos navales en el mar de China, no cabe duda de que aumentarán las maniobras navales y aéreas en la zona, así como un decidido apoyo militar a la India en la región del Himalaya, destacándose el hecho de que este conflicto obliga a la modernización total y ampliación de las fuerzas militares estadounidenses para enfrentar a un país que gasta 261.000 millones de dólares en armas (2020), teniendo músculo financiero para doblar o triplicar estos gastos, especialmente en el área espacial o naval, donde tiene en los actuales momentos amplios planes de construcción, lo cual puede explicar la creación formal dentro de Estados Unidos de una rama armada dedicada específicamente al espacio (U.S. Space Force) el pasado 20 de diciembre de 2019.
  3. Frente tecnológico: en este campo que va desde las redes 5G hasta la vacuna contra el covid-19, la batalla comenzó hace algún tiempo con la detención en Canadá de la directora de Finanzas e hija del general chino que fundó Hawái y continúa con el arresto de la científica china en San Francisco y la búsqueda de otros expertos ya identificados que intentaban insertarse en universidades y centros de investigación estadounidenses, siendo en este sentido una situación en la que vamos a presenciar el bloqueo tecnológico de muchas empresas, de la misma manera que la India cerró la aplicación Tik Tok y se puede esperar una guerra de sanciones mucho peor que la guerra comercial que se  había desarrollado entre China y Estados Unidos entre 2018-2019 hasta la firma del primer tratado comercial, que en vista de los acontecimientos, pudiera ser repudiado en cualquier momento por cualquiera de las partes.
  4. Frente político e ideológicoes sin duda el escenario más complicado e  interesante, dado lo dificultoso que puede ser para el Partido Comunista chino un enfrentamiento propagandístico que fracture su vital cohesión interna para mantener un país de 1.400 millones de habitantes, donde el conflicto de Hong Kong puede llegar a otro nivel si a su vez Estados Unidos convierte el conflicto con los uigures musulmanes en un conflicto internacional donde decenas de países musulmanes terminen enfrentándose al régimen chino. Estas realidades son particularmente delicadas en Europa, donde el odio de los partidos socialistas a Estados Unidos no se traduce automáticamente en apoyo al gobierno autoritario de China, siendo para su comisionado de Relaciones Exteriores, Josep Borrell, una tarea muy difícil la de mantener su posición personal de dejar  a Europa fuera de esta nueva guerra fría.

En el caso de Venezuela, su posición política  abiertamente a favor de China y en contra de Estados Unidos, que solo se puede encontrar en Cuba y Nicaragua y muy tímidamente en México y Argentina, implica que nuestro país puede convertirse en el primer campo de batalla continental de dicho conflicto a cortísimo plazo y eso lo vamos a sentir sin duda en los próximos meses.

 


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