El próximo 21 de noviembre el régimen se ve obligado a organizar las elecciones regionales establecidas en la Constitución Lo hacen, no por voluntad propia, sino porque lo exige la Constitución, a pesar de lo poco que atienden a la carta magna. Pregunto, ¿quién desea dejar de dominar, como en la actualidad, los poderes regionales, en manos del chavismo casi todos? Lo hacen más porque se ven forzados a lavar su cara frente a la comunidad internacional, que por interés propio.

Para realizarlas, desde su Asamblea Nacional ilegítima, han nombrado un nuevo CNE cuya estructura, en lo interno, sigue estando controlada por Jorge Rodríguez y Tibisay Lucena entre bambalinas, pero con dos directores nombrados desde las filas de la oposición. Uno diría, algo es algo, peor es nada. Pero no serán unas elecciones limpias y transparentes, objetivo central de la mesa de negociación en México y es por esa razón que la oposición, empezando por Guaidó, “oficialmente” no las pueden reconocer. Tal como están las cosas, estas elecciones crean en la oposición verdadera un dilema existencial: abstenerse o votar.

El chavismo tiene una estrategia clara: dividir a la oposición, una, llenándola de candidatos con alacranes ponzoñosos y otra, estimular por debajo de cuerda la abstención, por cuanto al final del día lo que importa son los titulares de la prensa internacional. “El chavismo ganó la mayoría de las alcaldías y gobernaciones en elecciones regionales”.

Por el lado de la oposición verdadera, en mi opinión aquella reconocida como tal por la comunidad internacional liderada por Estados Unidos y la UE, la única alternativa que le concede ventajas sería unos titulares de la prensa internacional que exprese todo lo contrario a la estrategia chavista. “La oposición venezolana gana la mayoría de las alcaldías y gobernaciones en elecciones regionales”. En otras palabras, estamos refiriéndonos a un simple problema de percepción internacional frente a la tragedia que nos aqueja. Maduro es rechazado por la mayoría de los venezolanos y es aceptado por pocos. Este argumento plantearía una estrategia de ir a votar dentro de una unidad monolítica. Lo que sí es una realidad es que, desde el punto de vista del bienestar de los venezolanos, quienes nos movemos a diario dentro del país, nada va a cambiar, aun ganando más alcaldías por parte de la oposición, descartando el ego de los lideres ganadores, por cuanto los recursos asignados, en la mayoría de las regiones, los controlan desde Caracas directamente, o a través de protectores nombrados a dedo. Este argumento lleva a concluir que la abstención sería la estrategia correcta.

Si analizamos el panorama a solo 2 semanas del 21N hay que empezar por plantearnos que las elecciones regionales serán observadas y supervisadas por la Comunidad Europea y que por tratarse de una elección compleja de múltiples cargos a ser elegidos (335 alcaldes y 22 gobernadores) plantear un fraude les es muy cuesta arriba.

Proponer la abstención solo tiene sentido político si esta posición viene acompañada de acciones contundentes dirigidas a debilitar al régimen. Abstenerse sin una razón que lo justifica fortalece al chavismo. Por otro lado, no existe en este momento liderazgo en la oposición con suficiente capacidad de convocatoria para llamar a esa acción contundente. La opción de NO votar por parte de aquellos que deseamos acabar con esta pesadilla, solo favorece al régimen.

Para darnos una idea de lo que pudiera ocurrir, veamos por un momento la hipótesis más desfavorable de abstenerse y entenderíamos mejor qué pudiera ocurrir el 21N. Si partimos de una base de votantes inscritos en el REP residentes en un número de 16 000 000 y dividimos por el número, según encuestas, del rechazo al régimen del 80% obtendríamos un número potencial de votos en contra y en pro del régimen, que pudieran ser 12 800 000 votantes potenciales en contra del régimen y 3 200 000 en pro. Si suponemos, con estas cifras, varios escenarios de abstención en la oposición, obtendríamos los siguientes números posibles. En esta hipótesis mantendremos una cifra muy baja de abstención fija del 70% de participación del chavismo, considerando el ventajismo y el chantaje del que siempre hacen gala. Estamos entonces estableciendo una cifra cercana a los 2,5 millones de votos a favor de los candidatos del PSUV. Si asumimos que en la oposición hay unas abstenciones que pudieran fluctuar entre 70%, 60% o del 50%, analicemos hipotéticamente qué ocurriría en cada caso. Con 70% de abstención se obtendrían 3,8 millones que divididos entre 2 tendencias divisionistas nos darían un ponderado de 1,9 millones para cada candidato contra 2,5 del chavismo. Conclusión: el régimen gana una mayoría de las gobernaciones y alcaldías. Si la abstención en la oposición alcanza 60% con la misma tendencia divisionista. La oposición y el chavismo lograrían un empate hipotético. Si consideramos 50% de abstención en las fuerzas opositoras al régimen, estos lograrían una victoria por mayoría de alrededor de 3,2 millones de votos contra 2,5 millones de los candidatos del PSUV. Conclusión: Tenemos que estimular el voto como mecanismo de lucha con la mira puesta en el referéndum revocatorio o en futuras elecciones presidenciales.

1.0 El 21N se presenta como una oportunidad y no una amenaza para los opositores al régimen oprobioso, que no deberíamos desperdiciar en este momento crucial, donde las sanciones y la CPI lo han acorralado.

2.0 La verdadera amenaza está en nosotros mismos si no participamos y en las ambiciones de algunos candidatos falsos opositores que juegan a la división, ya sea por ambiciones personales o porque son “alacranes”.

3.0 ¿Por quién votar? Por una sola opción que pueda crear consenso como oposición, Yo me juego a la Manito de la MUD que ya probó ser ganadora.

 

 


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