Es una fecha histórica en las luchas libradas por nuestra sociedad en búsqueda de la libertad y el progreso de la República de Venezuela, suceso en el cual tuve el honor de participar en compañía de unas decenas de jóvenes militantes, de la resistencia organizada a la dictadura que conducía el general Marcos Pérez Jiménez, suceso que al sumarse a las jornadas de movilización unitarias civiles y militares programadas por la Junta Patriótica, líder de la oposición al régimen, contribuyó a la victoria.

Hoy 21 de noviembre de 2019, las dificultades que comprometen nuestro crecimiento como nación y el desarrollo progresista de nuestra comunidad son muy superiores a las que enfrentamos hace un poco más de medio siglo, resulta paradójico que tanto la abundancia en recursos como el ejercicio pleno de las libertades democráticas durante varias décadas (1958-1998) nos hayan conducido a la situación actual caracterizada por el empobrecimiento y el autoritarismo.

Poco que celebrar y mucho que lamentar es la realidad en la cual nos desenvolvemos los ciudadanos venezolanos del presente, atrapados también como casi todos los restantes países del continente en la trampa del atraso y la pobreza, con sus múltiples consecuencias económicas, políticas y sociales, desgastados en lo que pareciera un conflicto sin fin en contra de la miseria, la ignorancia, la corrupción y la violencia del estado en contra de los ciudadanos.

Resulta casi imposible resolver constructivamente las profundas limitaciones del crónico atraso en el cual nos encontramos los venezolanos y los iberoamericanos, sin la elaboración y ejecución de una política en la cual se potencien los esfuerzos  de nuestras comunidades; no hay solo soluciones locales o nacionales al margen del carácter general que debe tener la respuesta al fenómeno de deterioro estructural e integral, que nos embarga desde hace ya unos cuantos años.

Independientemente de las cuotas de responsabilidad que en la desorganización y empobrecimiento de los Sistemas de Educación Universitaria, Ciencia y Tecnología, tienen las gestiones político-administrativas puntofijista y chavomadurista, las carencias existentes apuntan mucho más lejos, porque nuestros otrora centros del conocimiento científico, tanto natural  como social y político, respondían con bastante diligencia y eficiencia en el campo de la elaboración, así como en la acción a las demandas de la comunidad.

El desarrollo de la industria petrolera, el amplio y efectivo sistema educativo, la red de comunicaciones, las exitosas batallas en contra de las parasitosis, la tuberculosis y el paludismo, la democratización social son extraordinarios ejemplos de la comprensión por la administración estatal, de cuáles eran las tareas del desarrollo para la época; se trataba de las primeras décadas del siglo XX (1920-1970), realizaciones que hicieron posible la entrada a la modernidad y la incorporación de nuestros ciudadanos a la sociedad contemporánea.

Definitivamente nuestro proceso de crecimiento y desarrollo (1920-1970), soportado en la “locomotora petrolera” (Ramón J. Velásquez) llegó al final hace ya unos cuantos años, podríamos colocar su frontera en la década de 1980 y adjudicar al “viernes negro”(1983) su papel de “luz roja”, al avisarnos sin lugar a dudas de la existencia de una crisis estructural, de una novedosa realidad económica con futuras implicaciones sociales, culturales y políticas.

Hasta el presente ha sido muy laborioso para nosotros una amplia comprensión de lo sucedido, hemos arrastrado por años la negación de la existencia de profundas limitaciones económicas y de la presencia de nuevas fuerzas políticas y sociales, en franca pugnacidad por el control del aparato productivo, para lo cual han organizado el control político y militar del Estado, y es su principal preocupación la apropiación del patrimonio y de los ahorros del país, presentes en las reservas de hidrocarburos.

Está a la vista el despojo que ha sido ejecutado en contra de nuestro patrimonio, miles de millones de dólares acumulados por la nación se han escapado a través de múltiples mecanismos de permisividad del Estado, recorriendo las capitales iberoamericanas (Brasilia, Buenos Aires, La Paz, Quito, La Habana, Santo Domingo, Managua, Panamá, San José) y estadounidenses (Miami, Nueva York), cruzando incluso el caribe y el atlántico en camino hacia Europa (Madrid, Barcelona, Lisboa o Roma).

El impacto que ha sufrido nuestra infraestructura económica como consecuencia de la ignorancia, la corrupción, la violencia y el saqueo, acompañados de la confusión y el desorden de las instituciones del Estado y de la sociedad no solo detuvo nuestro crecimiento como comunidad productiva conduciéndonos al empobrecimiento, sino también como proyecto civilizatorio, no estamos detenidos, hemos retrocedido estructuralmente, fenómeno muy acentuado en la última década (2010-2019) como consecuencia de una interpretación mecánica, dogmática y burocrática de la administración estatal.

Son estos los verdaderos retos a los cuales estamos enfrentados y son estos los auténticos problemas que conmueven el universo educativo a todos los niveles y muy particularmente en el campo de la elaboración del conocimiento, que se trabaja en los espacios de la Educación Universitaria, la Ciencia y la Tecnología, nuestra respuesta combativa desafiando la dictadura de Pérez Jiménez se originó como nuestra modesta contribución a la solución de los problemas de la República.

Hoy los desafíos que convocan a los ciudadanos, tanto venezolanos como iberoamericanos, a todos aquellos que comprenden que el progreso no lo regalan, porque es una conquista, pero además no es solo una necesidad individual, es una exigencia nacional, continental y universal, sin su avance no hay humanidad posible, más allá de cualquier consideración negativa individual e incluso grupal, la apertura producida entre nuestros vecinos frente a la desgracia nacional, “hoy por ti mañana por mí”, apunta a la acción común porque el derecho al bienestar es de todos.

Se trata de nuestro futuro y el destino de nuestros pueblos.


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