Pacto de Puntofijo

“Hay asuntos fundamentales en los cuales hay que llegar a un entendimiento, porque lo contrario sería no atentar contra las posibilidades de éxito de determinado gobierno, sino contra las posibilidades mismas de existencia de la nación y de sus instituciones fundamentales”. Rafael Caldera

“No debemos cansarnos de repetir como un martillo que solamente la unidad nacional de lucha logró el derrocamiento de Pérez Jiménez. Y que solamente el mantenimiento firme de esa unidad nacional puede impedir que se pierda la simiente de sangre aportada por nuestro pueblo con tanta generosidad y tanto heroísmo”. Miguel Otero Silva

1958 es un año de gran relevancia en la historia política contemporánea de Venezuela.  En él se sembraron los cimientos de la única experiencia realmente democrática de nuestro devenir. Volver a ese año y estudiarlo  en sus alcances y consecuencias, reviste utilidad para abordar el complejo año 2024 que se nos viene encima, preñado de incertidumbre pero también de posibilidades.

Lo primero que deseo destacar es el año 1957, pues de acuerdo con la Constitución vigente para la época deberían realizarse en diciembre elecciones presidenciales, pronto a concluirse el período presidencial iniciado el año 1953. Llama la atención  para esa época que el partido mucho más poderoso organizativa y  electoralmente, Acción Democrática, conducido por su líder indiscutido, Rómulo Betancourt, muestra su disposición a apoyar a su adversario más tenaz del trienio, Rafael Caldera, como única posibilidad viable para confrontar la decisión reeleccionista del dictador Marcos Pérez Jiménez. La dictadura terminó violando una vez más el orden constitucional, frustrándose la mencionada posibilidad. Dice mucho como lección positiva lo expuesto. Un partido sin duda evidentemente mayoritario decide apoyar el liderazgo de un partido a todas luces inferior en proyección electoral. La experiencia reviste interés para 2024: la posibilidad de candidatos inhabilitados de asumir en un momento crucial del próximo año la decisión de apoyar unitariamente a un candidato de la oposición democrática con posibilidades de competir exitosamente con el contendor elegido por el régimen dictatorial, que seguramente será Nicolás Maduro.

Derrocada la dictadura, se abrió el año 1958 un interesante debate en torno a la posibilidad de unión de los partidos significativos de la época (AD, URD, Copei y el PCV), de apoyar un candidato independiente representado por una figura prestigiosa, como fueron los casos de Rafael Pizani, José Antonio Mayobre, Julio de Armas, Martín Vegas y Wolfgang Larrazábal, este último asesorado por un triunvirato integrado por Betancourt, Caldera y Villalba. No hubo consenso con  ninguna de las propuestas puestas en la mesa de negociación,  por lo cual, ya cerca la fecha de los comicios, los grandes partidos deciden libremente seleccionar sus propios candidatos, concibiendo como factor de unión para la difícil época que se avizoraba (y que al poco tiempo se corroboró en el tormentoso (dado toda suerte de asonadas) gobierno de Rómulo Betancourt, la suscripción del hoy célebre Pacto de Puntofijo, sobre el cual aquí no es necesario abundar,  y que aseguró  el gobierno unitario de los partidos comprometidos y la consiguiente gobernabilidad del país.

Mucho es lo que podemos aprender de esta exitosa experiencia, independientemente de que los tiempos han cambiado y la situación actual es más compleja en todos los sentidos, el principal, un régimen dictatorial que amenaza, hasta ahora con éxito, de perpetuarse en el poder. Hoy más que nunca el país exige un auténtico acuerdo de gobernabilidad, no sólo frente al desafío de las elecciones presidenciales del próximo año,  sino para el período que se abre inmediatamente después, la transición política de la dictadura a la democracia, que exige de la dirigencia política de un sincero sacrificio y una enorme voluntad de recuperar y fortalecer la confianza para arrostrar desafíos tan considerables como los que en todos los planos indefectiblemente nos tocará  afrontar. Ponderación, buen juicio, coraje, sacrificio, tolerancia, voluntad y capacidad de negociación,  respeto a la posición contraria, son algunas de las virtudes  que en la actualidad se reclaman del liderazgo opositor (participe o no, se verifique o no, la anhelada primaria), además de lo seguramente más difícil, que es el saber enterrar los odios y el hacha de la guerra, por tanto ayudarnos todos con espíritu de solidaridad en la magna tarea de reconciliar a los venezolanos.


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