En 2022, la Venezuela que se arregló de Nicolás Maduro tuvo un crecimiento del producto interno bruto de tan solo 6%, según el último informe sobre las Perspectivas de la Economía Mundial (octubre 2022) del Fondo Monetario Internacional. Muy por debajo del 20% anunciado por la banca de inversión Credit Suisse Group AG en abril y propagado por el régimen madurista.

Asimismo, la producción petrolera registró un aumento de 24% con respecto a 2021, lo que significa que llegó apenas a 700.000 barriles diarios. Muy lejos de la meta de los 2.000.000 de barriles diarios que Maduro dijo que se alcanzaría, “llueva, truene o relampaguee”. Cabe recordar que este volumen fue la principal premisa del banco suizo para pronosticar que Venezuela tendría “uno de los crecimientos más fuertes de todo el mundo en los últimos años”.

Aparte de que la producción promedio estuvo 65% por debajo del objetivo anunciado por Miraflores, de acuerdo con las fuentes secundarias de la OPEP, la exportación de crudo solo aumentó 10.000 barriles diarios con respecto a 2021 (477.000 barriles diarios), según la agencia TankerTrackers.com.

Este 2022 también marca el fin de las sanciones económicas estadounidenses sobre el régimen de Maduro, lo que ha llevado a una privatización disfrazada de la estatal Pdvsa al permitir que la gigante petrolera estadounidense Chevron Corp exporte el crudo venezolano (Licencia N° 41 de la OFAC).

La desmonetización del bolívar ha continuado este año. La inyección de dólares por parte de Banco Central de Venezuela a la banca nacional no ha frenado el incremento del tipo de cambio. La devaluación se ubica en 210%, según el mismo BCV.

Es un año con una fuerte caída de los ingresos en divisas de las exportaciones petroleras. Sobre este tema, Maduro afirmó hace 3 semanas: «Este año [2022] por ingreso petrolero apenas estamos obteniendo 3.500 millones de dólares neto aproximadamente, no llega al 10% de lo que era el ingreso petrolero normal del país, durante 100 años tuvimos un ingreso creciente».

El precio del barril del crudo marcador venezolano Merey ha tenido un incremento de 54% con respecto a 2021 (51,12 dólares), según el Informe mensual sobre el mercado del petróleo de diciembre de 2022 de la OPEP. Esto permite concluir que 67% de las exportaciones de petróleo no generan ingresos a Pdvsa. Se utilizan para pagar las deudas con China (Fondo Chino), la compañía petrolera española Repsol y la italiana Eni; el canje con Irán por la importación de diluyentes, naftas, condensados, crudos livianos; y las entregas a Cuba.

Todo ha ocurrido en medio de la invasión de Rusia a Ucrania que disparó el precio del barril de petróleo, llegando a ubicarse el marcador estadounidense WTI en 96,15 dólares promedio año, de acuerdo con la OPEP.

En 2023, la economía mundial se dirige hacia una confluencia sin precedentes de crisis económicas, financieras y de deuda, tras la explosión del déficit, el endeudamiento y el apalancamiento en las últimas décadas.

“A escala mundial, la deuda total de los sectores público y privado en porcentaje del PIB pasó de 200% en 1999 a 350% en 2021. La proporción es ahora de 420% en las economías avanzadas y de 330% en China. En Estados Unidos es de 420%, una cifra superior a la registrada durante la Gran Depresión y después de la Segunda Guerra Mundial”, según el profesor de la Universidad de Nueva York Nouriel Roubini.

La economía mundial está siendo golpeada por persistentes perturbaciones negativas de la oferta a corto y mediano plazo, que están reduciendo el crecimiento económico y aumentando los precios y los costes de producción que crearán presiones estanflacionarias (mano de obra y bienes causado por la pandemia; las materias primas por la guerra de Rusia en Ucrania; cambio climático producto del Green New Deal de Biden; y los acontecimientos geopolíticos, entre otros).

En cuanto al eje político, el próximo año puede resultar un período más estable en la política mundial de lo que nos hemos acostumbrado en los últimos años. Salvo elecciones anticipadas en Europa, 2023 será el primer año del siglo XXI sin elecciones generales o presidenciales en ningún país del G7. Teniendo esto en cuenta, es probable que se produzca una pausa (temporal) en las campañas electorales y en las transiciones de liderazgo. El resultado: los líderes de las principales economías podrán dedicar (comparativamente) más tiempo a abordar los retos actuales.

A pesar del reconocimiento de que el orden internacional construido por Estados Unidos y Europa corre peligro de desmoronarse, porque países como Rusia y China (y otros) violan las normas establecidas, presionan para obtener su propia ventaja unilateral y precipitan el regreso a un mundo en el que la fuerza da la razón.

Para Venezuela, 2023 será decisivo en lo económico y político. El regreso de las grandes compañías petroleras al país para manejar la producción y exportación creará tensión interna en el PSUV entre los que apuestan por la privatización de Pdvsa y los que defienden la soberanía de Hugo Chávez.

Necesitan urgentemente incrementar los ingresos por las exportaciones petroleras porque, de lo contrario, no habrá definitivamente cabida para decir que “Venezuela se arregló”.

En un escenario de recesión, los incentivos para incrementar la producción de petróleo de Venezuela serán bajos. El precio del barril de petróleo será uno de los factores determinantes.

Sin embargo, el unilateralismo de Estados Unidos podría contribuir a la consolidación de Maduro en el poder al abandonar la lucha por la restitución de la democracia en Venezuela debido a sus intereses. El interinato cesaría sus funciones, lo que sería favorable al régimen de facto del sucesor de Chávez.

La búsqueda de la estabilidad política en el país por parte de la Unión Europea, Canadá y Estados Unidos podría generar una crisis en el futuro porque conduciría al madurismo, que se siente seguro, a una mayor toma de riesgos.

El 2023, con una crisis económica mundial y estabilidad política en el G7, será decisivo para el devenir político-económico de Venezuela.

 

 


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