En este año en curso, cuando se cumplen 200 años del discurso del presidente estadounidense Monroe, que dio origen a lo que posteriormente se denominaría la “Doctrina Monroe”, no es difícil imaginar hacia dónde se va a direccionar la propaganda política en América Latina, con la realización de una multiplicidad de eventos antiimperialistas de todo tipo, donde presidentes de todo tipo lanzarán proclamas incendiarias, discursos patrióticos, que en otra época se hubiesen conocido como “filípicas”, haciendo honor al orador ateniense Demóstenes advirtiendo y exhortando a los griegos a defenderse de los macedonios de Filipo II, padre de Alejandro Magno.

El gran problema de la inmensa mayoría de estos “luchadores contra el Imperio” es la contradicción entre lo que dicen y lo que hacen, no solamente en los discursos sino también en la práctica familiar e institucional, lo que les resta credibilidad y seriedad en sus llamados a luchar contra el imperialismo.

Ejemplo de esto lo tenemos en la Guerra de Ucrania, donde los principales gobiernos y partidos políticos gobernantes de Latinoamérica han apoyado a la Federación Rusa de forma directa o indirecta, justificando la existencia de un “área de influencia o seguridad” de Rusia en Europa Oriental, condenando a dichos países a ser siervos eternos de Moscú, sin medir que dichos razonamientos son tan inaceptables como “el patio trasero” de Estados Unidos en el Hemisferio Occidental. El presidente F. D. Roosevelt lo entendió en 1933 y sentó las bases de un trato respetuoso hacia Latinoamérica, que se trastocó completamente con la Guerra Fría (1946-1991), que al terminar dio pie a los cambios políticos de los últimos 30 años.

Volviendo a la Doctrina Monroe, debemos recordar que en su momento fue una declaración sin efecto, ya que fue Inglaterra con su poderío naval quien realmente impidió que la “Santa Alianza” de Austria, Prusia y Rusia, después de restaurar el absolutismo en Francia y España, no pudieran pasar a enviar tropas a América para restaurar el Imperio español.

De hecho, no impidió varias intervenciones europeas en el siglo XIX, hasta que el crecimiento industrial y económico de Estados Unidos llegó a tal nivel en 1890, cuando se convierte en la primera economía del mundo, que pasa a enfrentar y amenazar frontalmente a las principales potencias europeas de la época.

Es en aquel momento cuando comienza el enfrentamiento con Gran Bretaña por la expansión de dicho imperio, en la Guayana venezolana y en una memorable nota diplomática, que indignó al Parlamento Británico, convenció a Lord Salisbury de la necesidad de conferenciar en vez de guerrear.

Tal situación de potencia regional se confirma en 1898, cuando la Guerra Hispanoamericana deriva en la liquidación militar final del Imperio Español, excepto en las colonias africanas del Sahara y Guinea Ecuatorial, después de décadas de rechazar la venta de Cuba a Estados Unidos y conscientes de los efectos espantosos que había tenido en Portugal en 1890, el ceder ante Gran Bretaña valiosos territorios, en un humillante tratado que salvó las demás colonias portuguesas, pero no evitó la furia popular que llevaría a la caída de la monarquía, el gobierno de España fue a la guerra y aceptó la derrota justo a tiempo, antes de que los estadounidenses incursionaran u ocupasen lugares históricos medulares de su identidad cultural como las Islas Canarias.

En todo caso ver:

  1. http://www.erudit.org/revue/TTR/2000/v13/n1/037395ar.pdf
  2. Dardé Morales, Carlos (1996). La Restauración, 1875-1902. Alfonso XII y la regencia de María Cristina. Madrid: Historia 16/Temas de Hoy. ISBN 84-7679-317-0.

Ya entrado el siglo XX, si comienza la etapa de utilización de la Doctrina Monroe como herramienta de fuerza a través del denominado Corolario Roosevelt, que se definió del siguiente modo:

“El corolario de Roosevelt es una sustancial alteración (llamada “enmienda”) a la Doctrina Monroe por parte del presidente de Estados Unidos, Theodore Roosevelt. El corolario establecía que Estados Unidos podía intervenir en los asuntos internos de países latinoamericanos si cometían faltas flagrantes y crónicas”.

Fuente: Alan McPherson, «Herbert Hoover, Occupation Withdrawal, and the Good Neighbor Policy.» Presidential Studies Quarterly 44.4 (2014): 623-639.

Estas ideas fueron la génesis de las intervenciones estadounidenses en Latinoamérica durante décadas y aunque se creó una política del Buen Vecino, antes de la Segunda Guerra Mundial, al final de la misma, el enfrentamiento con la Unión Soviética convertiría el mundo entero en un campo de batalla ideológico, político y militar, que los jóvenes de hoy día no son capaces de imaginar, pero que afectó todas las políticas regionales y nacionales durante 45 años.

No es posible entender los golpes de Estado de 1945, 1948 y 1958 sin la disimulada intervención extranjera (véase Venezuela, política y petróleo de Rómulo Betancourt) aunque los historiadores tradicionales siempre oculten estos detalles, como ocultan el apoyo inglés durante la guerra de la Independencia (Legión Británica), así como el control durante muchos años de cubanos anticastristas de los órganos de Inteligencia en Venezuela, entre 1960-1998.

No es exagerado pensar que fue Andrés Velásquez, entonces candidato presidencial de La Causa Radical, la última víctima de la Guerra Fría en Venezuela, debido a que se enfrentó a todos los sectores empresariales y militares que lo calificaban de “revolucionario y enemigo del sistema”, situación muy diferente a la de Hugo Chávez, quien no fue saboteado en ningún momento por el gobierno de Bill Clinton en su campaña electoral e incluso, se recuerda al embajador estadounidense de la época (yo lo vi), llamando a votar por el cambio de sistema.

Volviendo a 2023, la alianza global de casi 50 naciones para enfrentar a la Rusia de Vladimir Putin, se desenvuelve en medio de una Celac abiertamente estadounidense, donde el Presidente López Obrador de México, saboteó la Cumbre de América en Los Ángeles, con sus peticiones de exigir la participación de Cuba, Nicaragua y Venezuela, donde el presidente Fernández  de Argentina señala a su país como la puerta de Rusia en Latinoamérica, mientras que el presidente Lula dice que hay que hacer una moneda latinoamericana para enfrentar el dólar. En este punto, es bueno recordar que el único lugar donde el presidente de Ucrania, Zelensky, fue vetado para dirigirse a los gobiernos de la región fue en el Mercosur.

Semejantes desafíos, por parte de países con tantos problemas económicos y sociales hacia las grandes potencias tecnológicas, militares y económicas, solo puede entenderse como otro acto destemplado y pintoresco de la historia latinoamericana, que al igual que los políticos españoles en 1898, prefieren mantener a nuestros países en el subdesarrollo económico y tecnológico, que perder el discurso político provocador, insurgente y desafiante que están enfrentando al Imperio, aunque se entienda con el mismo, en el FMI o cualquier otro organismo multilateral.


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