Comenzamos por apuntar como buena la disposición de retomar la calle mediante la convocatoria formulada por nuestro presidente (e) Juan Guaidó a una manifestación que debería definir rumbos, con decisiones firmes y contundentes que le muevan el piso a este régimen.
El mensaje del presidente, en el que puntualizó que la celebración anticipada de unas elecciones parlamentarias no resuelven en nada la grave situación del país, manifestando en Maturín que “la ruta está muy clara: cese de la usurpación, gobierno de transición y elecciones realmente libres. Claro que queremos unas elecciones presidenciales realmente libres; y valga la acotación para aclarar a que no nos prestamos para farsas y ya lo demostramos”, todo ello aunado con el plazo por vencerse que buena parte de la comunidad internacional ha dado a esta dictadura para su real salida del poder, constituyen sin duda dos aspectos que acicatearán la movilización y participación popular.
Las expectativas serán grandes, tal como deberían ser los objetivos. Y este es el meollo, traducir el sentimiento ciudadano y generarle a ese universo de jóvenes, trabajadores, empresarios, etc., la certeza de que no regresarán a sus casas con vanas ilusiones sino con la convicción de que transitamos el camino correcto hacia la meta posible de la salida de este régimen.
Para lograrla, debe haber desprendimiento de intereses personales o grupales en este álgido momento; así como una conciencia unitaria que eleve a los dirigentes y sus acciones al nivel político y moral que requiere el país. También sería el mejor mensaje que enviaríamos a la solidaria comunidad internacional.
Presidente Guaidó, Venezuela en la calle le ratificará su confianza, sigue en sus manos la gran responsabilidad de dirigirla para que retome su rumbo democrático, tal como históricamente le ha correspondido a venezolanos de excepción.