Históricamente los derechos humanos solo podían ser violados por los Estados. Esto deriva de que sujeto pasivo es únicamente quien está obligado a reconocer y respetar las normas fundamentales. En ese orden de ideas, sujeto pasivo son los titulares de estos derechos, como el caso de quien más nos interesa para este artículo, los trabajadores.

El criterio de que los particulares no violan derechos humanos ha variado levemente ampliando hacia los derechos laborales, que se derivan de las relaciones entre corporaciones o trasnacionales con empleados, todo ello motorizado por el esclavismo moderno creciente a diario.

Es claro que en paralelo existen tendencias no estatutarias (en tipicidad penal internacional) como por ejemplo Compliance, que es parte de la Ética Empresarial. La mayoría de las grandes empresas gerencian dentro de los criterios de Responsabilidad Social, sin embargo; hay otras muchas que bajo las sombras hacen todo lo contrario.

La Responsabilidad Social suele ser enemiga de la evaluación de costos, pagar salarios adecuados, respetar las libertades sindicales o cumplir con las regulaciones medioambientales, ya que a menudo significan gastos elevados para las empresas. De aquí la razón por la cual, la debilidad jurídico-laboral convirtió a China en el país más industrializado del mundo.

En descarga a China, debo reconocer que desde hace década y media ha venido mermando (muy lentamente) las violaciones de los derechos laborales, es claro que el Gigante Asiático ha aumentado exponencialmente los salarios desde 2010 hasta la fecha situándolo en 280 dólares al mes, muy por encima de los 56 dólares de la India, 114 de Pakistán o 119 de Nepal. Hay países cuyos pagos son mucho menores, pero por razones geografías, de cultura e idiomas son menos propensos a esclavismo moderno.

Las grandes corporaciones a menudo presumen de gran Responsabilidad Social pero en paralelo tienen sus principales fabricas en China, otras tantas importan mano de obra india o pakistaní y algunas otras sitúan sus famosos call center en la India para abaratar los gastos de empleados.

Es usual en Estados Unidos que los operadores sean personas con acento hindi; es común que los obreros de construcción en Arabia Saudita o Emiratos Árabes Unidos sean pakistaníes o nepalíes y en la actualidad la globalización y el teletrabajo han venido permitiendo explotación laboral a otras latitudes.

Dejando a un lado Asia, pero sin olvidar los orígenes de estas prácticas, pasaremos a estudiar la forma cómo ha venido penetrando en Suramérica. Algunos salarios sureños son Colombia 335 dólares, Perú 277 dólares, Venezuela 100 dólares. Colombia alberga la mayoría de los call centers en español, muchas empresas tienen sus bases en Medellín, llegando incluso a la ironía de que empresas telefónicas tengan allá a sus teleoperadores. Venezuela tiene un auge creciente de managers de redes sociales, así como teleoperadores en inglés y español para Estados Unidos y Perú es la máxima exportadora de mano de obra hacia Europa.

Las empresas siempre han tendido a buscar profits en diversos lugares, por ejemplo, materia prima en donde sea mas económica, instalar bases de comunicaciones en lugares mas seguros y en especial buscar talento humano en donde sea mas idóneo. Todo ello obra en favor de las empresas, pero en contra de los derechos humanos, hacer productivo a un empleado en India o Venezuela, implica ganancias proporcionales al país donde prestas servicio, pero a un costo ínfimo y que además se ahorran en pagos de seguridad Social, ceses, despidos y demás beneficios laborales. ¡Que buen negocio!

Realidad distinta sería que captasen personal en estos países pero que les pagasen salarios proporcionales a los del lugar donde prestan servicio. Eso sería una tendencia al equilibrio de los pueblos rompería ésta desigualdad tan marcada, pero también obligaría a renunciar a beneficios económicos elevados aunque sea esclavismo moderno.

La actualidad en busca de la igualdad ha planteado la brecha salarial entre hombres y mujeres, pero ha olvidado la brecha salarial entre nacionalidades, en este caso no solo el salario es entre 15 y 60 veces menor que sus iguales en otras latitudes, sino que además obliga a trabajar adaptándose a husos horarios, es decir, trabajos nocturnos que deberían ser mejor pagados, así tenemos en Venezuela, India y Colombia a personas que trabajan más horas, cobran mucho menos y además tienen que haber aprendido a hablar inglés sin que por ello les consideren mano de obra clasificada.

Estaremos de acuerdo que es un contrasentido el simple hecho de que no se reconozca la desigualdad, de hecho, a mi juicio debe declararse esclavismo. Sin dudas, es un fenómeno que deriva de la globalización, pero los perjudicados son los mismos de siempre aunque varíen las áreas afectadas.

Para bien, los derechos humanos establecen estas prácticas como violatorias, pero las legislaciones internas de cada país no prohíben a las empresas ejecutarlas, eso significa que los derechos fundamentales son ideales y es donde la Responsabilidad Social viene a incrementar su influencia, ya que denunciar a las empresas que incumplan la ética, afecta la fidelidad (Brand Loyalty), y hasta la preferencia de los consumidores.

Estudiado estos puntos, me planteo una discusión entre capitalistas y liberales. Los primeros son los creadores de este tipo de técnicas y los liberales son de la tendencia de dar al consumidor suficiente información sobre Compliance para que decidan por sí mismos.

Saliendo de la ideología, los que defendemos los derechos igualitarios, notamos más desigualdad laboral en la discriminación por nacionalidad que la discriminación de género, ya que una mujer en Estados Unidos o España gana mas dinero que 15 de sus compañeros ejecutando el mismo trabajo y en mejores condiciones.

Mi inspiración es la reflexión sobre tratar de igualar los salarios y llevar las discusiones de la desigualdad hacia todo tipo de discriminación. Debemos alejarnos de las posturas ideológicas, y unirnos para confrontar toda forma de discriminación, cooperando así con los demás ODS (por colaborar en la lucha contra la pobreza), y hasta con competencia desleal desde el punto de vista comercial.

Hago un llamado a preferir consumir productos y servicios de empresas que demuestren su compromiso medioambiental y con los derechos humanos, soy seguidor de la Responsabilidad Social y por ello no doy apoyo directo ni indirecto a las que no así lo cumplen. Arriba corazones, el compromiso es de todos.


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