El papa Francisco este Jueves Santo les lavó los pies a 12 reclusos de una cárcel próxima a Roma y los animó a evitar cualquier tentación de dominación y a ayudarse entre sí, a ser más amigos y hermanos.

El pontífice argentino se trasladó a la penitenciaría de Velletri para conmemorar la Última Cena del Señor. Durante su homilía, recordó la importancia del rito del lavado de los pies que fue realizado por Jesús de Nazaret a sus apóstoles.

El Papa explicó que Jesucristo, a pesar de ser el hijo de Dios, realizó con sus seguidores un gesto que era propio de esclavos.

«Servíos el uno al otro, sed hermanos en el servicio y no en la ambición de quien domina o maltrata al otro. Esta es la hermandad. La hermandad es siempre humilde», aseguró el pontífice, para después resaltar que esta «regla del servicio» también incluye al alto clero.

«El obispo no es el más importante, sino que incluso debe ser el más servicial», puntualizó.

Francisco insistió ante los presos, el personal de la cárcel y los guardias de seguridad en que «el más grande debe servir al más pequeño». 

Acto seguido, procedió a lavarles los pies a 12 presos: 9 italianos, 1 brasileño, 1 de Costa de Marfil y 1 de Marruecos. 

Como ya es tradición, se arrodilló delante de ellos y, con una palangana y una jofaina de plata, lavó, secó con una toalla y besó los pies de los reclusos.

Con su visita a esa penitenciaría, el Papa volvió a demostrar su especial atención por los presos, a cuya situación y reinserción hace referencia frecuentemente, y esta fue la quinta vez que acudió a una cárcel un Jueves Santo en sus siete años como pontífice.

La directora de la cárcel, María Donata Iannantuono, le agradeció al término de la eucaristía y le relató las difíciles condiciones que confronta el centro, lastrado como la mayoría en Italia por la superpoblación, con 570 reclusos para poco más de 400 plazas.

Denunció que en las instalaciones también hay carencia de policía penitenciaria, lo que les causa dificultades laborales a los agentes, incapaces a menudo de garantizar adecuadas condiciones a los trabajadores y derechos fundamentales a los reos.

Para terminar la ceremonia, el papa Francisco saludó a los presentes en la misa, recibió algunos regalos y salió entre aplausos del centro. 

Este jueves en la mañana, también ofició la misa Crismal en la basílica de San Pedro del Vaticano, un rito que da comienzo a la Semana Santa y que sirve para conmemorar también la institución del sacramento del orden sacerdotal.

Por esa razón, en su homilía se dirigió al clero para animar a los sacerdotes a implicarse en los problemas, situaciones y realidades de los fieles.

«Ungimos ensuciándonos las manos al tocar las heridas, los pecados y las angustias de la gente; ungimos perfumándonos las manos al tocar su fe, sus esperanzas, su fidelidad y la generosidad incondicional de su entrega», indicó.

De este modo, Francisco dio inicio al conocido como «Triduo Pascual», los tres días antes de Pascua, que proseguirá el viernes con la celebración de la Pasión del Señor y el tradicional Vía Crucis en el Coliseo romano, símbolo de la persecución de los primeros cristianos y este año centrado en el drama de los inmigrantes. 


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