En el mundo al revés son cada vez más complejas las circunstancias que envuelven el desempeño de lo humano. Cuán difícil determinar, explicar, justificar, enfocar, colocar en su justo cauce las variables extraviadas de la verdad. Hace unos días el tweet de nuestro querido Tulio Hernández, sociólogo, docente universitario y gestor cultural de una trayectoria prolífica, generosa e inigualable, entronó las demandas que en el río revuelto de esta vacilante sociedad van pescando las descompuestas oscuridades de la miseria humana. El texto en cuestión fue subido por Hernández el 18 de abril en la noche a su cuenta de Twitter; hablaba de su voluntad de ir a marchar y recomendaba neutralizar la acción criminal de los colectivos armados desde sus hogares con cualquier cosa, incluso con un matero. El tweet lo leí cuando el fotógrafo Esso Álvarez, de manera ambigua e irresponsable, cotejó y colocó en su Facebook el día 23 de abril la fotografía de esta publicación de Tulio, anexándole su propio retweet al comentario que hizo Néstor Luis Reverol para comunicar el desafortunado fallecimiento de la ciudadana Almelina Carrillo Virgüez, días después de que le lanzaran una botella de agua congelada desde un edificio, en la marcha del 19 de abril.

Al mal arte y al fracaso le gustan las borrosas similitudes, los diálogos desviados, las bizarras correlaciones. Es como si al no ser capaz de construir la veracidad plural que debe anidar en el poder único de una imagen, ese artista deficiente tuviera que agregarle algo, sumarle cosas que logren desesperadamente completar el extravío que desde su propia configuración esa imagen no es capaz de sustentar. Algo así sucede todos los días con el gobierno venezolano y algo similar sucedió en el Facebook de Esso Álvarez el 23 de abril. Al collage ya citado se le sumaron una gran cantidad de discusiones: fue 18 veces compartido y tuvo un aproximado de 33 comentarios a favor y en contra de lo publicado. De todo lo que leí, recuerdo haberle dado un ‘me gusta’ al texto de Carmen Alicia Di Pasquale, quien le decía a Esso si él de verdad estaba consciente de lo que estaba comparando, dos hechos aislados que levantó miserablemente como una verdad: “¿Estás asociando el comentario de Tulio con este hecho lamentable? Imagínate lo que han hecho las palabras desde los micrófonos del poder durante 18 años. Imagínalo. Si puedes, si quieres”. No sabemos si por ello o por su propia y bastarda necesidad de silenciar este enorme movimiento opositor que el gobierno dictatorial intenta catalogar de asesino y fascista –pues no tienen cómo justificar sus propios abusos totalitarios y criminales– este llamado de atención desató el artículo posterior publicado en Aporrea el 24 de abril, lo que desencadenó a su vez que el día de antier tuviera lugar el injusto despido de Hernández mediante un comunicado abierto del BOD quien lo retiró de su cargo como Vicepresidente de Asuntos Públicos. Lo que vino después era de esperarse, en el fuero de la hecatombe los lobos hambrientos del chavismo desataron la comidilla salvaje de este suceso por las redes sociales, difundiendo los hechos y catalogando a Tulio de asesino, para finalmente aplaudir como focas la soterrada complicidad de la institución financiera con las oscuridades de la actual dictadura.

Personalmente, puedo decirlo con tranquilidad, el de Hernández me parece un comentario delicado, no obstante acompaño su grito de protección y el derecho a pedirla. Creo que es un llamado, una voz personal que aparece para asentar una alarma sobre lo que ya todos sabemos y hemos vivido día tras día: las fuerzas brutales de una represión que no tiene límites, que atenta contra la vida sin distinción de nada. Un grito, una grosería, un gesto que cualquiera hubiera podido manifestar frente a los estertores de una dictadura sin ética que propicia el descontrol en un país sin ley. Un alarido en este suelo turbulento donde la dictadura no tiene reparo en ensanchar los miles de encarcelamientos injustos, los abusos de poder extendidos sobre cada manifestación y la criminalización de la protesta cívica, con el infausto agregado de una montonera de gente armada que mata a mansalva y llega al final de cada jornada para confundirlo todo. El irónico comentario personal de Tulio surge, me imagino, de su propia preocupación que es también la de todos, habla de demócratas desarmados contra un hervidero militar desaforado y extiende la desesperada posibilidad de usar un matero para protegerse de la barbarie oficialista, siempre armada –como todos saben y padecen– hasta los dientes.

Al parecer, al día siguiente de su publicación, este tweet fue retirado por Hernández de su propia cuenta. Su comentario está hecho desde él mismo y retirado por él, es a mi parecer el eco personal de una angustia humana que seguramente responde a la consternación que todos vivimos en un país sin instituciones, sin legalidad, sin derecho. Un territorio en emergencia que sobrevive a una dirigencia estatal incapaz de dialogar y de escuchar, perdida en sí, mordiendo las agrias fauces de sus propias fantasías y desafueros. Un gobierno agresor, que insulta al pueblo y a los opositores, que viola el derecho que todos tenemos de dar un alarido frente a tanta injusticia, frente a tanta mentira mediática, frente a tanta violencia propiciada por ellos, pagada por ellos, estructurada absolutamente por ellos.

Es una gran injusticia que dos hechos aislados hayan sido tramados de una forma tan perversa y baja para criminalizar a un hombre que ha dedicado su vida a la cultura, al desarrollo social, a la reflexión, a la docencia y a la búsqueda de la lucidez en un país con muchas oscuridades; como aquella caricatura de Roberto Weil que por un azar del destino y aunque la había entregado al periódico mucho tiempo antes, fue publicada el día del funeral del fallecido Robert Serra, acción que el propio dictador Nicolás Maduro exaltó hasta más no poder y con la que encubrieron ese oscuro crimen. Le encanta al chavismo atajar en el aire esos entuertos: azares que les vienen al dedo para criminalizar a los otros, para levantar una nube de humo sobre sus propias salvajadas, para evadir la responsabilidad que ellos mismos tienen sobre esta espantosa espiral del terrorismo que alimentan en Venezuela desde hace tantos años. Pero ellos sí se permiten no solo torturar, asesinar y perseguir, sino también twittear y promocionar la homofobia, insultar al otro, burlarse, engañar, patrocinar matanzas… o como sucedió hace pocos días, celebrar las actividades del Ministerio de Cultura comparando al pueblo venezolano con la mierda que cursa en el río Guaire: “Al Guaire lo que es del Guaire”, dijeron en sus redes, para referirse al importante grupo de venezolanos que tuvieron que nadar y rodear la corrupción y la enfermedad para escapar de los perdigones, de los tiroteos, de las bombas lacrimógenas, de la masacre armada contra civiles. Pero nadie de sus propias filas dice nada, nadie fiscaliza nada, nadie se pronuncia por los linderos perdidos de la justicia y la verdad.

Escribo este texto porque respeto no solo la entereza, la trayectoria y la dignidad de Tulio, sino porque valoro su humanidad, su generosidad y su entrega. Sé quién es y sé todo lo que ha dado por este país y sé que padece los desmanes que todos vivimos. Sucesos como estos nos invitan a mirar con ojo avizor el verdadero lugar donde anida lo falso, a desatar el nudo donde borbotea lo miserable, a encontrar el recodo real donde hace vida lo pestilente. En este terreno borroso no todo está en el mismo lugar y hay que escribir con cautela. Pero nos corresponde vislumbrar y seguir. Hoy creo firmemente que estamos “saliendo del Guaire, limpios de conciencia”, mientras otros parecen intoxicarse sin remedio, petrificados desde sus envilecidas sillas, tosiendo en la mentira que los hunde, cada día un poco más.


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