A las 7:30 de la mañana sonó el teléfono.

Cuando Yolanda Pantin atendió la llamada, desde España le informaron que había ganado el XVII Premio Casa de América de Poesía Americana con su poemario Lo que hace el tiempo. “No me despertaron porque suelo levantarme siempre muy temprano”, dice la autora.

Es una obra inédita elegida entre 961 libros de 22 países diferentes como Argentina y Colombia, los lugares desde donde más postulaciones se hicieron, seguidos de México, Cuba y Venezuela, donde se prevé que se puedan conseguir algunos ejemplares una vez se publique el libro.

El jurado, integrado por Luis García Montero, Jesús García Sánchez, Juan Malpartida, Jorge Galán, Santiago Miralles y Anna María Rodríguez Arias tomó la decisión de forma unánime. El reconocimiento incluye, además del metálico, la publicación de la obra por la editorial Visor Libros.

Cuenta Pantin que escribió el libro paralelamente a Bellas ficciones (Editorial Eclepsidra), publicado en 2016. “Lo que pasa es que no quise romper la estructura del que presenté el año pasado. Entonces, abrí una carpeta nueva con un conjunto de poemas que fueron saliendo como respuesta al paso del tiempo. Eso me dio el título, un nombre que le había puesto en 2015 cuando me dieron el Premio Poetas del Mundo Latino Víctor Sandoval. En una conversación con el otro galardonado de entonces, Antonio Deltoro, le comenté sobre lo que escribía. A él le gustó, pero veía el paso del tiempo como un estrago. Yo le dije que lo percibía como perspectiva y sobre cómo el tiempo pone las cosas en su lugar. Es un libro que tiene el filtro de la edad. Cuando cerré Bellas ficciones, empezaron a nacer hijos de ese poemario”, asegura la autora de Casa o lobo.

—Muchas personas ven el paso del tiempo como un motivo para aterrorizarse, como una cuenta regresiva que juega en contra.

—Eso lo digo en uno de los poemas. Es un regalo que me dio mi mamá, una persona que tiene la sabiduría de los años. Ella siempre insistió en que el tiempo pone todo en su lugar, inclusive los objetos mismos encuentran el espacio para la armonía. Tiene que ver con los seres vivos: una mata escuálida se transforma en un árbol. Tampoco es tan idílico, pues igualmente es una tromba que destruye. Pero hay momentos de lucidez en los que te da la oportunidad de verlo de esta otra forma, como el entendimiento del significado de la vida que incluye la aceptación de la muerte.

—Ha dicho que su poesía está llena de miedo. ¿Esa aceptación incluye el miedo?

—No he sido una persona cobarde, pero sí miedosa. Claro, ahora mucho menos, creo. También son momentos de la vida, como esos instantes de iluminación que ocurrieron cuando pude ver los poemas de Bellas ficciones y Lo que hace el tiempo. No me siento ahora tocada por la poesía, que es cuando puedo aceptar, comprender, valorar el significado de estar vivo o lo que hace la luz cuando cae sobre algo y lo ilumina. En este momento estoy un poco confundida.

—¿Y a que se debe esa confusión?

—Esperar, nada más. Son situaciones que surgen. A eso me refiero.

—El jurado indicó que “se trata de un poemario íntimo que activa al mismo tiempo las regiones de la meditación y el pensamiento”.

—El veredicto me gustó mucho porque me parece cercano al propósito del libro. Es un libro muy reflexivo e íntimo. No cerrado, pero sí muy personal. El paso del tiempo, los años, la edad, lo que se pierde y lo que se gana, las grandes preguntas sobre la soledad, la muerte y el nacimiento.

—¿Conoce a alguno de los otros autores que se postularon?

—No. Me enteré por la nota de prensa que fueron más de 900 manuscritos, eso es mucho. Normalmente uno no dice que se postuló a un premio porque es como ganarse la lotería. Además, he concursado muy poco en la vida porque no he tenido suerte. Pero esta vez pensé que no perdería nada, además es un libro muy bonito, tengo mucho deseo de compartirlo con la gente.

—Sin embargo, los últimos dos años han sido gratificantes. En 2015 obtuvo el Premio Poetas del Mundo Latino Víctor Sandoval y en 2016 la invitaron al Festival de Poesía Latinoamericana en Viena.

—Me refiero a los concursos. Hablo de los años de juventud. Pero no me quejo para nada. Solo es una anécdota. Con respecto al Víctor Sandoval, recuerda que tengo 62 años de edad y uno cosecha lo que siembra.

—¿Viajará a España?

—Sí, está planteado. El viaje será en la primera quincena de noviembre.

—¿Habrá posibilidades de conseguir el libro en Venezuela?

—Seguramente, muy ciertas y reales. Insistiré con el editor para que envíe ejemplares a Venezuela. Hay que buscar una forma de traerlos a un precio para que todos lo puedan comprar. Si no, no tiene sentido.

—¿Qué escribe en estos momentos?

—Tengo un cuaderno de anotaciones con todo lo que se me ocurre y veo. Hay muchas imágenes. Creo que va a ser muy interesante porque no es poesía, ni narrativa, ni ensayo.

—¿Una especie de diario?

—Tal vez, pero no lo llamaría así. Anotaciones, prefiero esa forma. Ya tiene cuerpo y eso me parece interesante.

—Hago la pregunta porque hay varios venezolanos que han publicado diarios recientemente.

—Fíjate que eso lo relaciono con el tiempo. Han sido tan vertiginosos estos años, el tiempo ha pasado de una forma tan furiosa. Yo veo el paso del tiempo como una bella ficción. Deseo verlo como algo que coloca las cosas en su lugar y en perspectiva. Pero en realidad el tiempo ha pasado sobre nosotros de una manera muy cruel. Por eso, muchas personas nos hemos visto en la necesidad de atajar el tiempo a través de la escritura, varios amigos escritores están llevando diarios. Hay algo que se nos escapa rabiosamente que tiene que ver con la edad física entre los escritores de mi generación. No sé si autores más jóvenes estén llevando diarios.


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