Cuando el precio de un kilo de queso o jamón es más caro que el de la carne (que oscila entre 25.000 y 30.000 bolívares) el consumo de proteínas se hace cada vez más difícil para los compradores de estos productos, que aseguran que los altos costos los obligan a reducir las raciones de este tipo de charcutería en las arepas y los sándwiches.

“Hoy relleno mi desayuno con una sola lonja de queso y mañana lo hago con una de jamón”, informó una persona consultada, que manifestó sentirse impotente y molesta por no comer bien, a pesar de trabajar duro.

La cantidad de gramos que piden en las charcuterías es menor. “Antes compraba una bandeja que traía hasta 20 rodajas y ahora compro lo mínimo. Pago 4.000 bolívares por una bandeja que trae solo 6 lonjas”, aseguró una usuaria en una panadería en La California.

Las constantes subidas de precios dispararon los porcentajes de aumento en lo que va de año. El queso amarillo aumentó 367% desde enero cuando costaba aproximadamente 11.000 bolívares y ahora tiene un precio de 51.356 bolívares. El queso blanco duro aumentó 336% desde la misma fecha: el kilo costaba 7.575 bolívares y ahora está en 33.000 bolívares. El queso palmito pasó de 9.000 bolívares el kilo en enero, a aproximadamente 33.390 bolívares hoy, lo que representa un incremento de 271%.

Si alguien quiere comer jamón debe pagar 62.000 bolívares por kilo, cuando en enero costaba 25.000 bolívares: un alza de 148%.

Los precios aumentan 500 bolívares cada semana en una charcutería ubicada en Chacao. Solo en agosto la mercancía aumentó cuatro veces. “Hay que saborear todo porque después no se va a poder comprar”, expresó una consumidora.

Las ventas mermaron casi 60% en este establecimiento. El flujo de clientes cayó drásticamente en dos meses: “Los viernes se hacían colas de 30 personas que esperaban ser atendidas y ahora los consumidores no pasan de 5 clientes”, aseguró un empleado. Los pedidos también se han reducido: de 5 piezas de jamón o de queso ahora solo solicitan 2 a los proveedores por tratarse de productos perecederos. “Se pide al ritmo”, dijo el trabajador de las tardes, quien informó que el número del personal también se acortó debido a la situación: “Anteriormente éramos 4 empleados: 2 en las mañanas y 2 en las tardes. Ahora solo somos uno por turno”.

Los comerciantes también se han visto afectados. “He tenido que sacar dinero de mi bolsillo para no dejar caer el negocio porque, por ejemplo, en una semana hago 500.000 bolívares y en la próxima la mercancía aumenta entre 600.000 y 700.000 bolívares”, explicó un encargado de una charcutería ubicada en el este de Caracas.

Los precios aumentan entre 20% y 30% cada semana en este local. El kilo de jamón de pavo costaba 20.000 bolívares en enero y ahora marca un precio de 42.980 bolívares: un aumento de 114%. “Una persona que gana sueldo mínimo no puede comprar un kilo de jamón”, dijo el encargado.

La mortadela tuvo un alza de 155% en lo que va de año. Costaba 9.000 bolívares y ahora tiene un precio de 22.980 bolívares. También dejaron de vender paquetes de salchichas por los elevados precios.

El kilo de parmesano, famoso por enriquecer el sabor de las pastas, aumentó 130% desde enero: subió de 30.000 bolívares a aproximadamente 69.020 bolívares. En un supermercado ubicado en Chacao, 150 gramoscuestan 11.976 bolívares y el precio total del kilo es de 79.841 bolívares.

En este mismo establecimiento venden quesos y jamones en bandejas. 240 gramos de queso amarillo cuestan 13.729 bolívares y la bandeja de 195 gramos de pechuga de pavo marca un precio de 10.920 bolívares. La nevera estaba surtida de productos que se vencerán antes de que finalice esta semana. Mientras tanto, los consumidores se acercan, agarran las bandejas y las vuelven a colocar después de revisar los precios. “Ahora solo puedo comer dos veces al día”, lamentó una clienta, quien se dio cuenta de que el producto está a punto de vencerse.


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