Bajo el cielo de Machiques, estado Zulia, una escena de reinante quietud se repite en los abastecimientos de comida. Al entrar al principal supermercado de la ciudad, el sombrío silencio se cuela entre la imagen de estantes vacíos, a la que tantos venezolanos dejaron de mostrarse asombrados.

No hay carne, los pedazos de queso están contados y solo algunos plátanos maduros figuran como los únicos productos disponibles para la venta. La situación parece discordante cuando a escasos kilómetros de ese establecimiento, cientos de hectáreas fueron sinónimo de producción y abundancia.

Ahora el panorama dista de aquel pasado. Hay miedo, hay temor en quienes trabajan la tierra y viven con la zozobra de ser los próximos fichados por las bandas organizadas, que desde mediados de 2017, han robado un aproximado de 5.000 cabezas de ganado.

“Somos nosotros en contra de una cantidad de gente armada, ¿cómo hacemos? No es fácil”, dijo Dixon Paz, antiguo presidente de la Asociación de Ganaderos de Machiques (Gadema).

Respecto a los responsables, Paz explicó que se trata de grupos que están conformados por indígenas yupkas y colombianos, que trasladan los animales a pie por la Sierra de Perijá hasta el municipio Codazzi en Colombia. Allí son vendidos por tres o cuatro veces más del precio que tienen en Venezuela.

Uno de los últimos grandes robos, fue en la finca Los Jobo, donde a mediados de febrero, 18 hombres armados se llevaron la cantidad de 233 reses.

La zozobra reina en las haciendas, que desde 2017 han sido protagonistas de numerosos delitos (Foto: Iván Montoya)

El hecho se convirtió en tendencia en las redes sociales y muchos comenzaron a escuchar el nombre de “Machiques” por primera vez, pero de allí no trascendió y la impunidad celebró su triunfo.

De acuerdo con los representantes de la asociación, existen “órdenes de arriba” que les impide a las autoridades “meterse con los indígenas”.

“No todos los productores denuncian, mejor dicho, muy pocos lo hacen porque estamos hablando de mafias organizadas y armadas”, agrega Paúl Márquez, actual presidente de Gadema, quien asegura que, en consecuencia, han manejado denuncias personales por temas de seguridad.

Las extorsiones tampoco han cesado y en otras zonas como Villa del Rosario, San José y Las Piedras, algunos productores y comerciantes han sido amenazados si no pagan elevadas sumas de dinero.  

“Si no les pagan, les disparan en sus casas o les tiran una granada”, explica Páez con tristeza, la misma que se cuela entre los recuerdos de los habitantes de Machiques al pasar por las productoras que fueron intervenidas por el gobierno del fallecido presidente Hugo Chávez.

Del 1.000.000 de litros de leche diarios que llegó a producir la antigua planta de Parmalat en la zona, hoy solo quedan maquinarias paralizadas. La falta de atención gubernamental y los constantes delitos han agudizado la escasez. Paz indicó que, por lo tanto, actualmente no cree que en Machiques se lleguen a producir ni 50.000 litros de leche mensuales.

“Si no le ponemos un freno al asunto quedaremos sin ganado, porque se llevarán todo para Colombia”, afirmó por su parte Márquez.

Entretanto, en el supermercado se prolonga el silencio en los consumidores que entran y salen con las manos vacías. Los empleados también permanecen sigilosos y a lo lejos, los terrenos de las haciendas ofrecen una mezcla que presenta el todo y la nada en su belleza.


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