“¿Dicen que soy extremo, pero extremo en qué?”, desafía José Antonio Kast, el derechista que aspira a gobernar Chile tras la segunda vuelta del 19 de diciembre. En sintonía con líderes como Jair Bolsonaro y Donald Trump -con quienes ha mantenido reuniones-, así como con los integrantes del partido Vox de España, el candidato chileno marca sus diferencias. “No me traten de ultraderecha, porque no lo soy”, le aclaró a un periodista extranjero que lo instó a posicionarse en la izquierda o la derecha.

“Espero que me califiquen como un candidato del sentido común”. Así lo agregó Kast, de 55 años. Lo hizo en un tenso encuentro con corresponsales de medios extranjeros, una semana antes de las elecciones presidenciales de este domingo, en las que quedó primero, con un 28,5%, con el 58% de los votos escrutados.

Tras un ascenso sorprendente, el exdiputado por la Unión Demócrata Independiente (UDI) competirá en una segunda vuelta frente a Gabriel Boric, 20 años menor y candidato de la coalición izquierdista Apruebo Dignidad, que reúne al Frente Amplio y al Partido Comunista.

Kast militó por 20 años en la UDI hasta que en 2019 creó el Partido Republicano que hoy lo lleva a su segundo intento electoral. En 2017 ya lo había intentado. Entonces logró alcanzar el cuarto lugar, con 7,93% de los votos.

Casado y con nueve hijos, Kast es miembro activo del movimiento católico conservador Schoenstatt. Hijo de inmigrantes alemanes que llegaron al país de América del Sur en 1951, su padre fue parte del ejército nazi, aunque, según el candidato, lo hizo por “obligación”.

La familia de José Antonio Kast

En Chile, su familia se instaló en la localidad de Paine, en las afueras de Santiago, donde hicieron fortuna con una fábrica de embutidos tradicionales alemanes y Bavaria, una cadena de restaurantes de la que se desvinculó hace pocos años.

El primer cargo público de Kast fue de concejal por la comuna de Buin (cerca de Paine), entre 1996 y 2000. Luego saltó al Parlamento y fue diputado por cuatro períodos consecutivos.

En esta nueva incursión presidencial mantiene la sonrisa y parsimonia que lo caracterizan, aunque al acercarse la elección se lo vio más tenso tras ser obligado a remarcar su sabida admiración por la era Pinochet, que dejó más de 3200 muertos y desaparecidos.

“Hay una situación que marca una diferencia con lo que ocurre en Cuba, Venezuela y Nicaragua. Creo que lo de Nicaragua refleja plenamente lo que en Chile no ocurrió (con Pinochet): se hicieron elecciones democráticas y no se encerró a los opositores políticos. Eso marca la diferencia fundamental”, alegó Kast respecto de la dictadura.

Kast defiende la Constitución que se promulgó en 1980, durante el régimen dictatorial, y considera que “contiene toda la transición a la democracia”. Por ese motivo, no respalda el proceso constituyente que se ha gestado en Chile tras las revueltas de 2019.

La agenda de gobierno

Como agenda de gobierno, Kast propone la disminución del gasto público, una reducción tributaria y la eliminación de varios ministerios, entre ellos el de la Mujer.

Es el único de los siete candidatos que propone mantener el sistema de pensiones privado instaurado en la dictadura, muy criticado en la opinión pública.

Plantea la intervención de las Fuerzas Armadas en la región de La Araucanía, en el sur de Chile, agobiada por el conflicto con indígenas mapuches, y subir las penas de cárcel para los delitos comunes.

Una de sus propuestas más polémicas es la ida de crear un Estado de excepción para la detención de opositores en casas o lugares distintos a las cárceles, así como la clausura del Instituto Nacional de Derechos Humanos.

Por último, ilusiona con construir una zanja para evitar la entrada de inmigrantes irregulares, derogar de los beneficios compensatorios a las víctimas de las violaciones a los derechos humanos en la dictadura y crear una “Coordinación Internacional Anti-Radicales de Izquierda”.


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