¿Quién es la líder opositora de Bielorusia?

En Bielorrusia, Svetlana Tijanovskaya estaba lo más alejada posible de la vida pública, pero la detención de su marido la empujó a dar el salto a la política y se convirtió en pocos meses en la gran líder de la oposición en el país que quiere desalojar del poder al autoritario Alexandr Lukashenko.

«Hemos vencido el miedo», dijo Tijanovskaya tras los comicios del 9 de agosto en los que el envejecido Lukashenko se impuso con el 80% de los votos bajo la sospecha de fraude.

Esta «mujer común», de 37 años de edad, reivindicó su victoria en las urnas y pocos días después se refugió en Lituania ante la presión de Lukashenko, que dirige el país con mano de hierro desde hace 26 años.

«No quería ser política. Pero el destino decretó que me encontrase en primera línea frente a la arbitrariedad y la injusticia», añadió.

Formada como profesora de inglés, nunca antes había soñado con dirigir su país de 9,5 millones de habitantes. De hecho, renunció a su carrera para dedicarse a su hijo mayor, que nació con problemas de audición.

Se presentó porque su marido Serguei Tijanovski, un videobloguero, fue encarcelado en mayo después de haber presentado su candidatura con la promesa de aplastar a «la cucaracha» Alexandr Lukashenko.

«Estoy lista para asumir mis responsabilidades y actuar como líder nacional», aseguró este lunes en un video la opositora exiliada, después de que en su país se dio una de las jornadas de protestas más importantes tras el inicio del movimiento de contestación.

«Tijanovskaya decidió tomar el relevo «por amor» al hombre al que conoció hace 16 años, cuando ella era estudiante y él propietario de una discoteca en la ciudad de Mozyr.

Juntó los decenas de miles de patrocinios necesarios y la comisión electoral validó la candidatura, algo inesperado habida cuenta de que las de dos opositores, considerados más serios, fueron rechazadas.

Svetlana Tijanovskaya ha contado con la ayuda de dos mujeres para ganar seguridad y dar una imagen de fuerza sosegada.

Se trata de María Kolesnikova, la ex directora de campaña de un opositor encarcelado, el ex banquero Viktor Babaryko, y Veronika Tsepkalo, esposa de un tercer detractor del régimen que se exilió este verano con sus hijos en Moscú. Con ellas, la líder opositora busca acabar con el gobierno de Lukashenko. Reconocimiento, al menos, ya tiene.

Para sus partidarios se ha convertido en una musa. The Village, un sitio de información bielorruso, la calificó de «Juana de Arco accidental».

Al principio se mostraba vacilante en sus apariciones públicas, pero ha ganado seguridad y ha impresionado con sus dos intervenciones televisadas autorizadas durante las cuales denunció las derivas y las mentiras del régimen bielorruso.

Puño, corazón, victoria

Ella critica hoy sin dudar los «medios desproporcionados» con los que la policía dispersó las manifestaciones.

Su estilo sencillo y directo resuena en muchos bielorrusos y se sitúa en las antípodas de la actitud de su marido en los videos en los que denunciaba la corrupción del régimen de Lukashenko.

Su marido, procesado por múltiples delitos calificados de fantasiosos por sus partidarios, sigue encarcelado. Se le acusa incluso de haber querido fomentar disturbios con mercenarios rusos. Otros oponentes han corrido la misma suerte a medida que se acercaban las elecciones.

Sobre su programa, Tijanovskaya es imprecisa, pero promete la liberación de los presos políticos, un referéndum constitucional y nuevas elecciones libres.

La relación con Rusia, un gran aliado de Bielorrusia pero cuyas relaciones con Lukashenko se han deteriorado, es un tema sobre el que no quiere explayarse.

«Cansada de tener miedo»

Tijanovskaya se presenta como «una mujer corriente, una madre, una esposa», que libra la batalla por deber a pesar de las amenazas que la llevaron a exiliar a su hija de 5 años de edad y a su hijo de 10 años.

«Abandono mi vida tranquila por él (Serguei), por todos nosotros. Estoy cansada de tener que soportar todo, cansada de callarme, cansada de tener miedo. ¿Y ustedes?», gritó en Minsk, bajo los vítores de decenas de miles de personas el 30 de julio.

 


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